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—¡Claro que confío en ti! Es Mackenzie la que me da mala espina.

Estábamos las dos en mi cuarto discutiendo sobre si debía o no ir a la biblioteca. Yo había tomado ya la decisión pero era Lena la que no daba el brazo a torcer. Y la entendía.

De ser la situación al revés me sentiría igual, o peor, de alterada. Pero algo me impulsaba a querer saber de qué iba tanto misterio. Una parte de mí no dejaba de relacionarlo con Excalibur. Si se escondía Mackenzie detrás de aquellas tantas conversaciones tendría varios problemas.

¿Para qué otra cosa iba a querer verme? Humillarme había sido la primer opción de Maggie, luego Lena sugirió algo parecido pero ahora ya no tenía ganas de objetar. Mackenzie no era lo que se dice un ángel y Lena y Maggie tenían razones para desconfiar pero yo había nacido con ese don característico que me hacía siempre creer en los demás. Esperar lo bueno a toda costa.

Cuando me senté en la punta de la cama Lena se me quedó mirando exasperada con las manos en la cintura. No era el momento para decírselo pero hoy lucía dolorosamente atractiva. Su chaqueta habitual tenía el cierre hasta arriba, los pantalones de cuero y las botas acompañaban el atuendo desinteresado y rebelde que solía tener todo el tiempo. El cabello oscuro apenas ondulado le enmarcaba el pálido rostro de forma que incluso sus ojos, verdes y serenos, resaltaban su belleza.

Me sentía toda una adolescente por quedarme admirando su belleza. Me costaba hacerme a la idea de que ahora era mi novia. Por muy absurdo que sonara en mi cabeza ahora éramos más que amigas.

—Sé cuidarme sola, de verdad. Ahora ven aquí —con pasos perezosos Lena se dejó caer a mi lado. Me giré lo suficiente para poder ver mejor su perfil. Su mandíbula, tan recta como siempre, provocaba ganas de besarla.

—No intento ser una idiota o esa clase de novia controladora, yo... Sé lo que Mackenzie es y lo imbécil que puede comportarse. No puedo entender para qué te querría ver a ti. Nadie nos ha visto tan juntas como para adivinar lo que tenemos.
—Dilo otra vez —Lena me miró sin entender. —Eso de que eres mi novia.
—Kara... —su rostro pasó de un falso enfado a una sonrisa juguetona. —Soy tu novia.
—Suena mucho mejor cuando tú lo dices.
—Si intentas que olvide lo que en realidad ocurre con esa manera tuya de hacerme perder la cabeza déjame decirte que estás teniendo éxito.
—Lena, escucha, nada va a pasar. Estaré de vuelta tan pronto sepa qué quiere.
—No le debes nada a Mackenzie.
—Lo sé. Pero mi curiosidad siempre me gana así que iré de todos modos.

Lena suspiró con pesadez y se puso de pie. Hice lo mismo y dejé que mis manos cayeran hasta su cintura. Me hubiera gustado decirle que nada me podría pasar jamás, nada era lo suficientemente malo para mí.

—Bien.
—¿Si?
Ella asintió.
—Pero si no regresas en una hora considera a Mackenzie en peligro de extinción.
—¿No estás exagerando un poco? —dije alzando una ceja.
—Ya, lo siento —que se disculpara cuando no había hecho nada me causaba algo de ternura.

Puse mi mano en su barbilla para hacer que me mirara y la besé. Un beso lento y sin prisas. No hice más que sonreír sobre sus labios y el cosquilleo en mi estómago se acrecentó.

—Ya debo irme. No me extrañes demasiado.

Lena solo sonrió. Me despedí con un rápido beso y salí de la habitación antes de que el deseo de quedarme con ella se volviera más grande. Maggie me había preguntado el dia anterior si quería que me acompañara, también Lena, pero sentía que debía hacer esto sola. Tal vez por el posible descubrimiento de Excalibur... Quizá por otra cosa.

Pasaban cinco minutos de las cuatro cuando atravesé la puerta de la biblioteca. Tan silenciosa como siempre y, extrañamente, poco concurrida. No había más que dos o tres estudiantes aquí y allá en las estanterías y uno que otro echado sobre la mesa con algún libro.

My Yellow Sun; Supercorp.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن