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—¡Danvers, a la cocina!

Era un día ocupado en Morrigan's y todos estaban un poco más alterados que de costumbre. Los clientes como nunca abundaban en la cafetería y la única con las energías todavía sin agotar era por supuesto yo. Los demás estaban más lentos que de costumbre, quizás por el calor, así que había decidido quedarme a ayudar un par de horas extras.

—El aire acondicionado está fallando —dijo Nicole dejándose caer un momento en la mesada a mi lado mientras yo lavaba los platos. De todos nosotros la peliroja era quien había llegado más temprano y por ende quién más cansancio cargaba.
—Sigo pensando que deberías irte.
—Aunque quisiera no podría. Las horas extra aportan una cantidad considerable y todavía estoy debiendo la renta del mes pasado.
—Creí que no tenías problema con el dinero, pareces tan... Organizada —Nicole asintió con gesto cansado pero una sonrisa le cruzó el rostro.
—Fue el cumpleaños de mi novia hace poco y tenía que prepararle algo especial.
—Te ruego que no me digad los detalles sexuales. Mi amiga es toda una experta en contarme en grande sus experiencias —fruncí el ceño rememorando escenas aleatorias que Maggie solía creer que me servirían en mi relación con Lena. Nicole se incorporó pero permaneció allí.
—Fue algo bonito, solo quería demostrarle lo mucho que la amo.

La manera de la peliroja de expresar tanto cariño en tan pocas palabras por poco me hizo sonreír. En parte por ella, claro, pero principalmente porque me recordó el momento que había tenido con Lena el día anterior. El estómago aún me hormigueaba y sentía la felicidad latente por lo que habíamos compartido. Me parecía que mis labios permanecían sagrados por el toque de algo tan preciado, algo tan hermoso y bello como Lena era. Me había costado no soñar con ella. La alegría fue mayor al despertar y tenerla todavía junto a mí.

—Si le dices a Elizabeth sobre un pequeño aumento quizás te lo conceda —sugerí volviendo a la realidad. Mi compañera de trabajo se lo pensó.
—Es demasiado intimidante, yo paso de la experiencia terrorífica.
—Oh, vamos, ¿qué tan malo puede ser?

Apilaron más platos sucios a un lado y presioné la esponja sobre la particular mancha que no quería abandonar una olla.

—Siempre tuvo una presencia de temer y no quiero arriesgarme a la posible vergüenza eterna en la que voy a sumergirme si lo hago.

De pronto se me ocurrió preguntarle si tenía idea de quién era Excalibur. ¿Pero qué tan bueno podía ser? Aunque quise ignorar mis pensamientos, al no poder, busqué otra manera de saber y no sonar tan desesperada.

—¿Sabes si tiene hijos o algo así? Nunca habla de su vida personal —Nicole hizo una mueca como pensando.
—Tiene un hijo de unos veinticinco años que está estudiando arquitectura en Roma. No he oído hablar de nadie más —ignoré la decepción amarga en mi boca y eché más detergente en la esponja—. Pero he oído de una chica a la que ha cuidado desde que su madre murió.

El sobresalto me hizo doblar un cuchillo hasta quedar de una forma extraña pero, por suerte, al estar mis manos bajo el montón de agua y espuma Nicole no se percató. Procuré tirarlo luego cuando no viera.

—¿Una chica?
—Nunca la he visto pero sé que Roy, el de la caja, la conoce bien. Creo que Elizabeth también lo considera algo así como a un hijo. Lo ha sacado de líos enormes.

Justo ahora Roy era lo que menos me interesaba. Tenía el mal presentimiento de estar alejándome de la posibilidad de saber la verdad sobre Excalibur así que presioné.

—Creo que escuché a Elizabeth una vez discutir con él sobre ella. Algo sobre que ya tenía una madre o algo por el estilo.
—Ah, sí, pero seguro se refería a su madrastra. Su madre biológica tuvo un fatal accidente —me quedé viendo el agua incapaz de procesar sus palabras. El corazón me llegó hasta la garganta cuando recordé que la madre de cierta persona en particular había tenido un destino así en un avión. Antes de sucumbir en la exasperación, Nicole prosiguió—. De auto, me parece. Por lo que Elizabeth, quién era muy amiga de su madre, se encargó de cuidarla. Sobre su padre no se nada pero imagino que es un imbécil.
—Parece alguien bastante misteriosa.
—Y muy trágica —dijo alzando las cejas—. Estoy segura de que su nombre comienza con D, o quizás...
—¿Sabes si su apellido empieza con V? —la pregunta era de lo más estúpida pero me limité a la falsa naturalidad que aparentaba mi calma.
—¡Oh, sí! Sí, sí, estoy segurísima de que he oído algo así...

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora