101. Nunca confíes en el alcohol.

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Eran pasadas las nueve y Lena estaba esperándome fuera de mi departamento en el coche. Me había enviado un mensaje minutos antes avisándome que estaba llegando y los nervios ya me estaban subiendo de nivel. Cual fuese el impulso que me había llevado a invitarla a tomar algo... la verdad es que lo agradecía. Después de los últimos acontecimientos, lo que me ocurría a mí y el cáncer de Lena, no quería detenerme a pensar todo dos veces.  Quería vivir cuánto pudiera, buscar la manera de hacer las cosas bien.

Al deslizarme en el asiento del auto junto a ella, la ojiverde me dedicó una mirada rápida y luego observó por el retrovisor.

—Parece ser una bonita noche —dijo después de un momento, sin verme. Al menos así podía apreciar lo bien que se veía sin sentirme atrapada.

Bien podía ser solo un vaquero negro y una camiseta corta a rayas, con el cabello suelto y lacio hasta más allá de la media espalda y un suave labial rojo, pero... Pero a mí me parecía mucho más. Me parecía que su piel era más suave, que la ropa casual la hacía ver más joven de lo que ya era, que sus labios se veían mucho mejor de lo que recordaba.

Aparté la mirada rápidamente. No, no podía mirarla así, no podía pensar en ella más allá de lo imposible. La realidad era esa, nos habíamos convertido en un imposible. Tragué saliva para intentar quitarme el nudo en la garganta y miré por la ventana.

Un sentimiento amargo volvió a inundar mi pecho cuando pasamos por un sitio en especial. El bar de Sage. Estaba abierto, por supuesto, y la gente entraba y salía. El miedo que me había inundado por un fugaz segundo al creer que allí iríamos pasó a ser solo una profunda nostalgia al seguir de largo. Muchas noches había pasado en aquel lugar, sintiéndome normal por primera vez en años, sintiendo que todo estaba bien porque al fin sentía algo de felicidad.

—¿Qué pasó con ella? —dijo Lena y la miré sin entender al principio. Ante mi silencio añadió—. Sage, quiero decir. Sé todo lo necesario sobre mis empleados, no te muestres tan espantada. Siempre supe que trabajaba aquí.
—Ah... Claro. Pues lo que sea que teníamos acabó.

Lena frunció el ceño sin despegar la vista del frente.

—¿Puedo saber por qué?
—Digamos que después de volver de Londres no tuvimos una bonita plática.
—Tengo la sensación de que de algún modo parece ser mi culpa.
—Oh, no, no digas eso —me apresuré a decir. No. Lena no era la causante del alejamiento de Sage, todo lo había causado yo—. Cuando regresé a National City sabía que teníamos que hablar. La había dejado sin explicación alguna para estar contigo y... No es que se lo haya tomado muy bien sabiendo que eres mi ex.

Las últimas palabras hicieron cosquillas en mi boca. Mi ex. Lena había significado todo para mí. Habíamos tenido algo tan especial, había amado cada rincón de su ser, cada pequeña cosa de ella me había enamorado. Mi ex. Seis años atrás no me lo habría creído. Me pareció ver un brillo ligero cruzar sus ojos, aunque solo recibía la sombra de su perfil.

—No quiere echarle sal a la herida —murmuró deteniéndose en el semáforo. Sus ojos se encontraron con los míos por un instante—, pero si confiase en ti se supone que no debería tener miedo a lo que un tercero pueda causar. Si estabas con Sage entonces era por algo. Si no vio lo que tenía en frente y se dejó cegar por ideas equivocadas entonces la culpa es suya.

Ideas equivocadas. Si Lena tan solo supiera de todo lo que había cambiado en mi vida al volver a encontrarnos... Al haberla perdido por tres minutos. Si solo supiera que mis propias ideas ya habían cambiado.

Aceleró y quedamos en silencio. Fue cuando estábamos llegando, según el lugar que Lena señaló con el dedo, que mi celular empezó a sonar.
La ojiverde me alentó a atender mientras estacionaba.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora