107. Déjame hacerte feliz.

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La expresión de Lena fue de tal sorpresa que si no me eché a reír por lo gracioso que era ponerla de ese modo fue porque estaba con los nervios a flor de piel.

Vi que abría la boca pero la volvía a cerrar, que fruncía el ceño y se echaba ligeramente hacia atrás en su silla. ¿Estaba alucinando o sus mejillas pálidas estaban tomando un leve color rosado?

Inhaló profundamente y miró hacia abajo, al bolso del que había sacado los papeles. Se agachó y antes de que lo pudiera adivinar estaba abriendo una botella de alcohol.

—¿Por qué tenías vod... ?

Levantó un dedo en el aire para que guardara silencio y lo mantuvo allí mientras se llevaba la botella a la boca y bebía. Así durante un par de segundos hasta que con un gran bufido la apartó de sus labios y, evitando a toda costa mi mirada, la dejó en el suelo.

Se mostraba pensativa de más, la había visto así muchas veces en el pasado, cuando resolvía sus ejercicios en la universidad. La comparación era absurda pero bastante acertada por como seguía frunciendo el ceño mirando las galletas a la mitad de la mesa.

Así que comenzó a resultarme divertido su forma de sobrellevar lo que le acababa de decir. Era infantil su semblante conmocionado, como si esa confesión fuera lo que menos se hubiera esperado.
Apoyó entonces los codos en la mesa y ya no pude soportar la espera.

—¿Lena, te sientes bien?

Me miró de repente, asombrada de verme allí. ¿Se había olvidado de mi presencia o qué? Esta vez sí estuve segura de que se estaba sonrojando y reprimí una sonrisa.

—¿Comprendes lo que acabas de soltarme?
—Muy claramente. Pero creo que a ti te está costando un poco... Hacerte a la idea.
—Me acabas de decir que puede que estés enamorada de mí —replicó en un susurro a pesar de que estabamos solas, enfatizando las últimas palabras.
—Vale, si te hace sentir menos confundida lo estoy. Estoy enamorada de ti, cielos, cómo no voy a estarlo.

Bebí de mi taza de chocolate a pesar de que estuviera ya tibia y fuera lo que menos quería hacer. Cualquier cosa a mirarla a los ojos. Ni siquiera me daba cuenta de lo que acababa de decir, se lo había confesado así y... Era un descubrimiento hasta para mí. Pero todo comenzaba a tener sentido ahora.

—¡Kara!
—¿Lena?
—Kara —repitió con un tono dramático, haciéndome sonreír, logrando que ella frunciera el entrecejo—. No te burles de mí.
—¿O qué, me vas a rociar vodka? ¿Por qué tengo la impresión de que se te subió un poco rápido el trago?
—No todos los días tu ex te dice algo así.
—No tienes que exagerar, Lena —dije esta vez con más seriedad—, solo quería que lo supieras aunque ahora que lo pienso no sé si haya sido la decisión correcta porque no es mi intención volver las cosas raras ¿entiendes?

Lena me sostuvo la mirada, tan fijamente como el día anterior al estar en su casa como Supergirl. Entonces me pregunté a mí misma si este sería el momento justo para decirle la verdad, para confesarle quién era y porqué me había ido. Y había estado segura, Rao, sí que iba a empezar a soltar todas las estupideces que mi mente quería sacar pero Lena me tomó desprevenida al levantarse de la silla.

—Esto lo cambia todo —murmuró con las manos en la cintura y los ojos clavados en el cielo, en los demás edificios. Decidí pararme también—. ¿Hace cuánto que... ?
—Entré en razón hace cinco minutos. Pero creo que lo sé desde... Desde el bar.
—El bar —repitió inexpresiva.
—No dejo de pensar en esa noche.

Finalmente me observó y mis nervios se mezclaron con cierta emoción. Una emoción cálida que hacía cosquillas en mi estómago. No tenía manera de descifrar esa forma en la que me veía, no quería ni siquiera imaginarlo porque todo en mi mente era puro pesimismo.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now