105. No me iré si te quedas.

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Lena.

Solo cuarenta segundos.

Me había quedado mirando las agujas del reloj a un lado de la computadora. Inmóvil, vacía. Cuarenta segundos desde que se había ido y ya estaba corriendo en su búsqueda.

Al abrir la puerta me choqué de lleno con alguien. No necesité encontrarme con su sonrisa para saber de quién se trataba. Rápidamente me separé de él y miré hacia el escritorio de Kara. Vacío.

—James, no puedo ahora.

No tenía tiempo para preguntarme qué hacía él otra vez aquí, lo único que quería era encontrarla. Vamos, ni siquiera había pasado un minuto, no podía irse de esa manera.

Una pequeña parte en el fondo de mi mente despertó mis inquietudes con solo una idea: Kara no iba a regresar. Y eso, a su vez, me hizo pensar en recuerdos de años pasados que había guardado para siempre.

Se había ido una vez, joder, no podía hacerlo de nuevo. Mucho menos de esta manera.

Cuando el ascensor se abrió en la planta baja y casi corrí hasta el exterior, no me sorprendí al no verla por ninguna parte. Bien, no puede ir muy lejos. Lo más probable es que prefiera quedarse en su casa. Eso es, ahí estará.

De camino al estacionamiento intenté tranquilizarme. Pero de nada servía. ¿Qué cosa iba a calmarme después de lo que había ocurrido? ¿De lo que yo había hecho?

La mano me temblaba cuando coloqué la llave en el contacto y el motor rugió al segundo. Un momento después estaba conduciendo a una velocidad que superaba lo legal.

Kara no podía morir. Kara, de todas las personas en el mundo, no podía hacer tal cosa. No lograba tragarme la noticia, simplemente no podía entender cómo es que algo así era posible. Que se fuera sin otra cosa más que dejar esa bomba me hacía rabiar. Pero no por ella, entendí entonces.

Estaba enfadada por lo que le había dicho.

Tratarla de esa manera cuando lo único que había hecho en mi vida desde su regreso era cambiarlo todo.

Había despertado en la cama de ese bar con una sensación asfixiante al verla a mi lado. Dormía tan plácidamente, se veía tan hermosa que había olvidado por completo todo nuestro pasado. Hasta que cada cosa regresó una a una y con ello la única regla que me había prometido nunca quebrar.

En la universidad, cuando se fue, el dolor fue tan duro que necesité de mucho tiempo para recuperarme de ese tonto corazón roto. Para sentir que tenía algún control de lo que hacía me dije que si la volvía a ver nada de eso pasaría otra vez.

Sé que los besos no son ni la mitad de las cosas que en la universidad hacíamos cada noche pero a pesar de todo... Así de fácil había caído. Demonios, nunca permitía que el alcohol me afectara de tal modo para perder la consciencia de las cosas, pero había sido una idiota.
Primero porque en el fondo sabía que estuve al tanto de muchos momentos de la noche anterior, antes de perderme del todo. Y segundo porque había dejado que mi sangre se volviera en mi contra. Esa maldad en mis genes, el deseo de vengarme porque sí, lo había dejado pasar y con la persona equivocada.

De un frenazo estacioné en el departamento de Kara. Mi respiración estaba muy agitada; nunca había dejado que mis emociones tomaran el control de todo y ahora... Ahora allí estaba. Completamente aterrada porque en un mes, o dos, ella... No podía ni pensarlo.

Al tocar por segunda vez el timbre no me sorprendió ver a Maggie abrir la puerta.

—¿Gané la lotería o el cielo se está cayendo? —preguntó para después hacerse a un costado. Entré y miré hacia todas partes pero ella no estaba aquí. Tal vez yo me había adelantado, o... —Lena, ¿qué pasa?

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now