54.

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Lena estaba sentada en la silla junto a su escritorio y yo frente a ella en la cama. Nos mirábamos como esperando que alguna de las dos rompiera el silencio pero dado como se había comportado minutos antes no estaba segura de que fuera ella quién lo hiciera.

—¿Qué pasa, Lena?
—¿Con qué?
—Con todo.

Hizo una mueca al cambiar de posición. Había creído que era por lo que había dicho pero recordé que tenía una costilla apenas curando y necesitaba descansar.

—Acuestate ¿quieres?
—No quiero estar en la cama.
—Estás jodidamente adolorida, ¿qué tal si dejas de pelear y me haces caso una vez?

Resopló y a duras penas se quitó las botas y el pantalón. No era algo que nos incomodara a ninguna de las dos, de hecho estuve a punto de ayudarla ¿pero qué tan buena idea era arrodillarme frente a sus piernas para quitarle la ropa? Sí, pésima, terrible idea.

Pero Lena al fin se pudo acostar y noté el alivio instantáneo.

—¿Me dirás ahora?
—No sé qué esperas oír.
—Quiero saber qué tienes.
—Estoy bien, no te dejes engañar por las apariencias.
—Ibas a partirle la cara a ese chico, Lena.
—Lo tenía bastante merecido.
—Ese no es el punto —dije apartando la mirada de sus ojos verdes. Tenía una expresión entre el enfado y el cansancio—. Tienes que pensar en las consecuencias.
—A veces hay que hacer lo que crees que es correcto y al diablo con las consecuencias.
—¿Qué te ha pasado?

Fue ella quién ahora miró hacia otro lado. Pasó la lengua por sus labios resecos y tragó saliva.

—Intento no sentir, Kara.
—¿De qué hablas?
—No quiero... —se detuvo, apretando los labios y dejando caer la cabeza sobre el respaldo—, no quiero sentir. No quiero recordar esa noche. Tampoco quiero pensar en lo que te hice a ti.

Me acerqué hasta romper esa molesta distancia a su lado y me quedé allí, sintiendo mi propio corazón agrietarse por lo destruida que Lena estaba, por como la pesadez estaba instalada bajo sus ojos.

—Puedes decirme qué ocurrió, te escucharé, Lena. Estaré justo aquí todo el mes si quieres, pero háblame.

—Fue cuando tuve que ir a ver a Lionel —comenzó un par de minutos después, vacilante—, me negué a su pedido. Él quería... Quería que sus matones tuvieran una noche para divertirse y yo realmente no estaba de humor para tolerar esa humillación. Creí que solo serían golpes y no me importaba recibirlos pero ese no era el plan de Lionel.

Miraba sus manos absorta en sí misma, reproduciendo en su mente lo que había pasado como en una grabadora y entendí que lo que había temido allí en el hospital en verdad era cierto, cuando el médico se incomodó al intentar no decirlo.

—Fue tan humillante y desagradable —murmuró en una voz diferente y apenada—. No les importó que les pidiera que se detuvieran. Mi cuerpo dolía tanto por los golpes y aún no les importó en lo más mínimo. Solo querían jugar conmigo. Todavía siento esas manos ásperas y siento tanta repulsión. Siento tanto odio.

Sus palabras no tenían la intención de herirme pero aún así lo hacían. Dolía saber que pude haber estado ahí y detenerlos, salvarla de ese maltrato.

—Lo siento.
—¿Tú? Tú no has hecho nada —exacto, no había hecho nada. Su mirada por primera vez se suavizó, buscó mi mano y la apretó ligeramente—. Yo tengo que disculparme por las cosas que te dije en el hospital. Quería que te fueras, Kara, me sentía avergonzada y te alejé de la única manera que sabía que serviría. Sé que ninguna excusa vale la pena, yo misma me siento una imbécil por como te traté y nada de esas cosas eran ciertas, pero de verdad lo siento.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now