108. Te seguiré hacia la oscuridad.

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Lena me había soltado la mano para, según sus propias palabras, enviar un correo a su secretaria para pedirle que Sam la reemplazara el resto del día. Luego silencio.

—¿Puedo preguntarte algo? —dije cuando estábamos a cuatro pisos de llegar a la primer planta. Lena asintió—. ¿Por qué estaba James Olsen la otra vez aquí?

Se mostró algo confundida, imaginé que era lo que menos pensaba que preguntaría después de tantas emociones solo cinco minutos antes.

—Tengo que pensar en el bienestar de mi compañía por si algo me ocurre —comentó mirando al frente metálico que le devolvía un serio reflejo. Hace cuatro días no había cambiado de parecer, no tenía pensando operarme y James era el tercero con el que me reuní ese día para conocer sus aptitudes. Alguien tiene que ocuparse de CatCo si el cáncer empeora antes de tiempo o la cirugía no sirve.
—Servirá, Lena, tú misma te encargarás de la empresa.
—¿Y si no es así? La única persona en la que confío para cuidar de este lugar es Sam y ya me dejó muy en claro que no lo hará.
—¿Le has contado todo? ¿Por qué no iba a querer hacerlo?
—Le expliqué que tengo un cáncer en etapa temprana hace diecinueve horas, le aclaré que me sometería a la operación. Y también le pedí que en el caso de que todo salga mal fuera ella la que tomara las riendas —el elevador se abrió y comenzamos a caminar hacia las puertas que daban al exterior—. No quiere estar aquí si yo... Lo que intento decir es que no puedo decidir por el futuro de algo tan importante para mí. No todavía.

Ya fuera bajo el sol caliente divisé a un par de metros el auto de Lena. En cuestión de segundos estuvimos dentro.

—Serás tú quien siga tomando las riendas, Lena, no hay nada mejor para CatCo que tú. En unos años esto será incluso mejor a lo que ya es.

Sé que ningún pensamiento bueno pasó por su mente por como su mirada se oscureció al escucharme decir eso. Pero, como ya tan bien sabía hacer, no tardó demasiado en alejar esa expresión desierta de los ojos.

Entre conversaciones sin sentido y unas que otras risas llegamos a su casa. Cuando salimos noté que una mujer estaba fuera del garaje. Lena fue la más sorprendida y eso era decir mucho.

No veía a Elizabeth hace más de seis años, más precisamente cuando había renunciado a mi empleo en la cafetería. Pero ahora allí estaba. Su cabello ya tenía canas y las arrugas se notaban un poco más pero sus ojos seguían siendo del mismo azul fuerte que la primera vez. Tardé en darme cuenta que estaba ya frente a nosotras.

—No sabía que vendrías —murmuró Lena, mirando el lugar por donde había venido Elizabeth.
—¿No me ves hace meses y así me recibes?

Su tono ya era más jovial de lo que recordaba. Ese papel de jefa dura no podía estar más lejos de la realidad.
Lena fue la que se acercó y la mujer la estrechó en sus brazos. Jamás había visto a la ojiverde tener un contacto así con alguien, tan personal. Su sonrisa al separarse me tranquilizó.

—Me alegra que no hayas cambiado la cerradura —dijo Elizabeth levantando un manojo de llaves. Finalmente puso los ojos en mí y no tuve manera de entender esa mirada. Ya entendía a quién le había tomado la manía Lena—. Vaya, si eres tú.

Miró fugazmente a Lena y luego de nuevo a mí, como atando cabos en silencio. No sabría decir si muy en el fondo quería golpearme, porque estaba segura de que sabía lo ocurrido en el pasado, o alguna otra cosa peor.

—¿Cómo va todo, Kara?
—Va muy bien, gracias. ¿Qué tal usted?
—Ya no soy tu jefa, puedes tutearme —dijo levantando una ceja—. Pero todo está perfectamente ahora que sé que esta cabeza dura se va a operar.

Lena sonrió tímidamente mientras Elizabeth le palmeaba el hombro. ¿Cuando le habría dicho la ojiverde sobre el asunto? Me pregunté para mis adentros si le habría costado demasiado.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now