2 Sed de venganza

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—¡Escuchénme todos!

Rick subió a la base de vigilancia. Nuestro grupo, la gente de Hilltop y El reino estábamos reunidos dentro de las calles de Alexandria repasando el plan de ataque en nuestras mentes. Teníamos todo; armas, provisiones y autos bien protegidos por enormes láminas de acero colocadas en los costados de estos.

Carl seguía en coma en Hilltop, y Benjamín se había quedado con él. Se encontraba en buen estado; lograron sacarle la bala de la pierna, pero perdió mucha sangre. Aún así dijeron que podría volver a caminar mucho mejor en una o dos semanas cuando mucho.

—Nos vengaremos al fin.

Escuchaba las palabras que salían de la boca de Rick, sin embargo no las recapacitaba del todo bien en mi mente. Estaba recostada en el tronco de un árbol, sintiendo como el poco césped que había me picaba la piel. Rasqué mi brazo con desesperación y en un descuido desprendí un pequeño pedazo de mi piel y me salió algo de sangre fresca. No le di importancia.

Toda la gente de Hilltop y El reino se posicionaron frente a mi, tapándome así la vista que tenía hacia Rick, excepto a su cabeza. Observé entre mis manos la gorra que Glenn me había obsequiado luego de morir y sentí como se me oprimía el pecho.

—Este en nuestro momento — me coloqué la gorra con manos temblorosas y regresé la vista hacia la base de vigilancia —Este es el momento en el que vengaremos los cuerpos caídos de nuestra familia y amigos.

Cerré los ojos unos instantes y pasaron por mi mente las imágenes de Glenn, Abraham, Sasha y todos los otros que murieron a manos de los Salvadores.

—Te ves muy tranquila.

Abrí mis ojos nuevamente. Ezequiel estaba frente a mi. Me tendió la mano para levantarme y accedí a su ayuda.

—Me gustaría estar tranquila — dije con la voz ronca —pero en realidad estoy muy aterrada.

No podía estar tranquila sabiendo que Carl estaba en coma y quizás no despertaría. Estaba asustada porque sabía que Brooke andaba por ahí planeando quién sabe qué cosa. Además faltaban solo pocos minutos para que emprendieramos el camino hacia el refugio de los Salvadores y comenzaramos un enfrentamiento entre comunidades. No me preocupaba por mi, me preocupaba por la vida de los demás.

—Yo sé que eres una persona valiente y fuerte — comentó sin mirarme.

—¿Cómo lo sabes? Ni siquiera me conoces.

Rick señalaba a varias personas mientras que les decía unas cuantas cosas que no me molesté en escuchar. Era consciente de que no todos iríamos al refugio de los Salvadores a ayudar, muchos se quedarían en Alexandria o Hilltop, y yo no quería ser uno de ellos.

—Creo que tienes una expectativa diferente sobre la fuerza.

Volvió la vista a mi.

—Es que no soy fuerte, solo lo aparento — le respondí de brazos cruzados.

No me consideraba una persona fuerte. Durante mucho tiempo solo me hice daño a mi misma porque creía que la vida era insignificante. ¿Eso es digno de ser admirada como una persona fuerte? Yo creo que no.

Puso una mano en mi hombro.

—La fuerza no se mide físicamente, si no psicológicamente.

—Aún así, ¿cómo sabes si lo soy en verdad?

—Te diré porqué — apoyó todo el peso de su cuerpo en el bastón que traía en manos —Dime cuánta gente que quieres ha muerto.

Bajé la cabeza entristecida. Mis padres, Erik, Glenn, Abraham, Noah, Sasha, William, Amber. A todos ellos los amaba demasiado y me fueron arrebatados de las manos. Me gustaría poder volver al pasado, no para cambiar las cosas, pero si para revivir la época en la que era feliz y no lo sabía. Llevo en mi memoria cada momento compartido, cada caricia, cada palabra de consuelo. Llevo sus corazones cerca del mio, y al sentir una repentina ráfaga de viento, sé que son ellos dándome una señal de que siguen conmigo.

Por mucho que te prepares para la muerte de un ser querido, sepas y aceptes que algún día llegará... nunca estás del todo preparado. Eso me ha quedado más que claro.

—He perdido a muchos — contesté con un hilo de voz —Pero no puedo estar triste por ello, porque sé que ahora están en un lugar mucho mejor que esté.

Todos ellos hicieron demasiado por mi y sufrieron al igual que yo. Quién sabe que remordimientos y penas tenían en sus corazones que los hacía sentirse realmente mal. Supongo que se merecían un descanso de un mundo como ese.

—A eso es lo que me refiero. Sus muertes no te han detenido en esta vida. A pesar de eso has salido adelante, y eso es ser fuerte.

Sonreí ante las palabras del Rey Ezequiel. Creo que en verdad poseía una expectativa diferente sobre lo que es la fuerza.

—¡Ally!

Rick me buscó con la vista, y cuando por fin me encontró me señaló con su dedo índice. La mayoría de los presentes se voltearon hacia mi. Yo por mi parte traté de prestar atención a lo que él quería decirme.

—Irás con nosotros también. Te quedarás conmigo en todo momento y harás lo que yo te diga.

Asentí. Estaba feliz de poder ir a ayudarlos. Después de todo era lo que quería.

Ezequiel se despidió de mi con un movimiento de mano y se perdió entre la gente con el paso algo acelerado. Tomé mi cuchillo y lo observé con atención durante un par de segundos. Mi mente estaba atrofiada con imágenes de Carl siendo arrollado por el vehículo que conducía Brooke. No tengo las palabras para describir lo que sentí en aquel momento en el que vi como el automóvil impactaba con dureza contra el cuerpo de Carl. ¿Que habrá sentido él en cuanto sintió el golpe? ¿Que habrá pensado mientras rodaba por los suelos? Quizás en un solo segundo pensó que su vida iba a terminar trágicamente, y que no volvería a ver a su padre, o a su pequeña hermana. Sentía escalofríos de tan solo pensar en todo eso.

Regresé la vista al frente y toda la gente estaba dispersándose. Unos se dirigían a los autos y otros simplemente se desvanecieron entre las calles de Alexandria, talvez para descansar y esperar a que los demás regresen sanos y salvos del refugio de los Salvadores, con la victoria entre manos.

Rick se acercaba a mi evadiendo a unas cuantas personas que se cruzaban en su camino. Cuando se encontraba a pocos centímetros de mi me tendió una pistola. La tomé sin dudar para colocarla en la funda que colgaba de mi pantalón. Caminamos lentamente hasta llegar a nuestro respectivo auto y ambos subimos. Nosotros iríamos al frente de todos los demás para guiarlos.

Confiaba en que todo saldrá bien. El plan ya se había puesto en marcha desde hace unos minutos. Daryl, Carol, Morgan y Tara estaban encargándose de eso. Se ocuparía de atraer a cientos de caminantes al refugio de los Salvadores y así darle un buen susto a Negan.

Rick sacó la cabeza por la ventanilla del auto y alzó una mano.

—¡Ya saben lo que tenemos que hacer! — gritó —¡En marcha!

Rick arrancó el automóvil y todos nos siguieron. Centímetros antes de cruzar las puertas de Alexandria visualicé a Rosita de pie a un lado con brazos cruzados. No iba a acompañarnos, y eso en verdad la había molestado. Al pasar a su lado las dos cruzamos nuestras miradas, y pude ver cómo formaba con sus labios la palabra "suerte."

—Carl deseaba venir — decía Rick con cierta tristeza —Espero que se ponga bien.

—Lo hará. Se recuperará muy pronto.

—¿Estás lista para vengar a nuestra familia?

Mi vista seguía en la ventanilla.

—Totalmente...






Enid se ha ido.
¿Qué creen que pase con ella?

No me abandones: El final se acercaOnde histórias criam vida. Descubra agora