58 Ayuda de un extraño

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Al estar abordo del helicóptero, el corazón comenzó a latirme tan rápido que incluso sentí que el aire me hacía falta. Comprendí que lo había echado todo a perder. Debí quedarme el Hilltop, esconderme en algún lado. Erik no quería que ninguno de ellos supiera que era inmune al igual que él. Pero, ¿para que nos necesitaban solo a nosotros ocho? ¿Erik les pidió solicitarnos para poder despedirse?... No, aunque quisiera despedirse no se habría arriesgado al saber que me harían estudios en busca de sangre inmune.

Estabamos más que desconcertados. Rick miraba a todos lados, atento a lo que pudiera suceder. La desconfianza hacia esas personas se reflejaba en sus ojos. Nuestro querido líder no se fiaba tan rápido de alguien, mucho menos cuando se trata de gente que ha entrado a tu comunidad de una manera poco formal. Además, con todo lo que había pasado antes, era difícil poner plenamente tu confianza en alguien que no conoces. Rick no se andaba con juegos jamás. Estuve observandolo un par de minutos, y noté que en ningún momento se atrevió a alejar su mano del revolver que portaba. Si intentaban atacarnos, él sería el primero en atacar a favor nosotros.

El hombre que conducía el helicóptero acercó una pequeña radio a su boca para informar a quién sabe quién sobre nuestra llegada. Esperó a que le dieran el permiso para descender a tierra firme y dejó la radio en su lugar.

Finalmente bajamos. Admiré el enorme edificio que teníamos frente a nosotros que, a juzgar por el aspecto del exterior, se trataba de un laboratorio, aunque uno muy maltratado. Casi parecía ser un lugar completamente abandonado, un sitio que no había sido habitado por ni una sola persona en más de cinco años. Nos quedamos ahí parados sobre la nieve, esperando indicaciones.

-Síganme - ordenó la misma mujer que habló a través del megáfono en Hilltop.

Los ocho fuimos detrás de ella sin reproches.

Aquel laboratorio se encontraba en medio de la cuidad, lugar donde alguna vez viví. Tenía tanto tiempo sin darle un vistazo a la ciudad, prácticamente desde que todo comenzó. Jamás me imaginé que se vería de la forma en la que estaba: destrozada, abandonada; ahora era un lugar asqueroso y hecho una mierda. Las casa se caían a pedazos, al igual que cualquier otra edificación existente. Solo esperaba que el laboratorio estuviera en buenas condiciones por dentro.

La mujer ingresó sus huellas digitales en un aparato pegado a la puerta de entrada. Era una puerta enorme y bien reforzada, sin mencionar que estaba hecha de hierro puro. Se escuchó un fuerte "clic" y se abrió lentamente, deslizándose hacia ambos lados con pesadez.

-Pasen, por favor.

Se hizo a un lado, esperando a que ingresaramos al interior antes que ella. Así fue. En cuanto entramos, el calor inundó mi cuerpo de inmediato. Me sentí realmente bien. No pude evitar mirar a mi alrededor anonadada. La apariencia del exterior era engañosa; te hacia creer que no era la gran cosa, pero en realidad era un lugar más grande de lo que te pudieras imaginar por dentro. Existían cientos de apartados con mesas de metal, tubos de ensayo, entre muchas otras cosas necesarias para desarrollar cualquier tipo de experimento. Los apartados estaban juntos unos con otros y las puerta para ingresar a cada uno de estos eran de vidrio. A excepción de las oficinas, donde estas eran de madera maciza.

La mujer cerró la puerta una vez que sus compañeros ingresaron. Retomó el mando posicionándose delante de nosotros y nos guió a través de los rincones del laboratorio.

-Mi nombre es Madi - habló de repente. Su voz sonaba firme y autoritaria -. Ellos son Chad, Connor, Jacob y Leyna - señaló a cada uno sin mirarles -... No somos monstruos ni nada parecido - aclaró -, somos gente queriendo ayudar a los sobrevivientes de esta tierra. Somos científicos queriendo proporcionar una cura a la humanidad.

No me abandones: El final se acercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora