104 Ojos al volante

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—¿Dónde está?

—¿Quién?

—¡Lydia! — grité furiosa y sin mirar a Rick —. ¿Dónde está ella?

La busqué con la mirada.

Él no entendía nada, desde el por qué Carl y yo nos encontrábamos con nuestras prendas mojadas, hasta el hecho de que estuviera reclamando la presencia de Lydia tan desesperadamente.

En dirección a los huertos, la vi acercándose con pasos lentos e inseguros. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo, y se mostraba curiosa al darse cuenta de que algo iba mal.

Apreté la mandíbula y caminé a ella. Al ver que me dirigía a su persona, se detuvo al instante. Contrajo los brazos a su pecho, retrocediendo un par de pasos.

Empuñé mi pistola y la saqué de su funda para apuntarle.

Lydia soltó un grito ahogado, lo que alarmó a Rick, Carl y Daryl, quiénes se encontraba muy cerca de la escena.

—¿Tú los llamaste? — exigí una respuesta de su parte. Esperaba que me dijera qué sucedía con los Susurradores.

—¿De qué hablas? — la voz le tembló.

—¡Tú grupo está dando vueltas por nuestro territorio! — anuncié — ¿Los contactaste? ¿Están planeando algo acaso?

—Allyson, ¿qué diablos ocurre? — Daryl exigió una respuesta a gritos.

—Son ellos — expliqué, sin quitarle los ojos de encima a la rubia frente a mí —. Los Susurradores están por aquí, vagando.

—¿Qué tan cerca? — cuestionó Rick.

—A un kilómetro de aquí, quizás menos.

Por el rabillo de mi ojo, vi a Daryl girarse a otro lado al soltar una maldición en un tono de voz casi inaudible.

—Así que dime — Lydia bajó la cabeza aún con las palmas de su mano levantadas, tratando de no hacer contacto visual conmigo —... ¿Qué están tramando?

—Nada — titubeó.

—¿Por qué debería de creerte?

—¡Escúchame!

Gritó de imprevisto, al mismo tiempo en el que con una de sus manos me hizo bajar el arma con brusquedad.

—¡Yo no soy la mala aquí! — protestó. Lydia finalmente había explotado —. Me sacaron de mi grupo, me trajeron con ustedes, a su comunidad, y ¿no confían en mí?

Le obligué a soltar mi pistola de un tirón y retrocedí, malhumorada.

—Yo no pedí ser un Susurrador, y que lo sea no significa que tenga los mismos ideales como ellos.

Me crucé de brazos. El rostro de Lydia se veía envuelto en coraje. No creí que algún día ella llegaría a reaccionar de una manera tan súbita.

A pesar de estar enojada, comprendí su punto.

Guardé la pistola en su funda y suspiré.

Talvez lo que me hizo reflexionar sobre la franqueza de que Lydia en realidad no buscaba dañarnos, fue aquello último que dijo. Ella no había podido elegir desde un principio a qué grupo pertenecer, cierto. Susurrador no era sinónimo de desalmado, así como Salvador tampoco era sinónimo de asesinos. Erik había demostrado que no, ahora Lydia lo hacía.

Los dos tuvieron la mala suerte de caer en manos de las personas equivocadas, gente que era todo lo contrario a ellos.

—De acuerdo. Lo lamento.

No me abandones: El final se acercaWhere stories live. Discover now