68 No más pérdidas

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Lo pocos kilómetros que nos quedaban para llegar a Hilltop los recorrimos en silencio.

Recostando mi cabeza en la espalda de Erik dirigiendo al caballo, observé un largo rato sobre mis manos el cuchillo ensangrentado que había terminado despiadadamente con la vida de uno de aquellos hombres que nos tomaron por sorpresa a Judith y a mí. Aún sentía la camisa mojada y la picazón por la sangre que se encontraba impregnada. Las imágenes de Hank sosteniendo su cuello con ambas manos al recibir el disparo aparecieron en mi mente una y otra vez durante el recorrido; era como si mi propia conciencia quisiera agobiarme por lo sucedido. Pero, a decir verdad, no logré sentir ningún remordimiento por lo que hice porque, tal como había dicho Erik, solo hice lo que debía. Ellos me habrían llevado de cualquier forma en cuanto estuvieran con vida. Un segundo encuentro era malo, no quería tener un tercero con esos tres. Para mí fue algo muy irónico haberme encontrado años después con exactamente el mismo hombre que me llevó a uno de los peores lugares que podrían existir en el apocalipsis.

Cuando llegamos al campamento, Carl y Erik bajaron de los caballos, pero yo me quedé arriba, aún mirando el cuchillo. Alcé un poco la vista, y a lo lejos pude visualizar a Judith hablando con Rick animadamente. Supongo que la dosis de de esa pequeña para sentirse bien, era charlar y ver a su padre.

—¿Por qué no bajas? — miré a Carl desde lo alto sin expresión alguna. Suspiré y guardé el cuchillo en el cual la sangre ya comenzaba a secar — Vamos, te ayudaré.

Así fue. Coloqué mis manos sobre cada uno de los hombros de Carl para sujetarme. Él, por su parte, tomó mi cintura y me ayudó a bajar del caballo. Sentí los pies apenas chocar contra el suelo.

Ya no soportaba la ropa que llevaba puesta. Necesitaba cambiarla, pues comenzaba a ser más incómoda de lo que ya era y los Salvadores me miraban con una mueca en sus rostros. Llegar llena de sangre ante tanta gente podría no ser una buena idea.

—Necesito algo de ropa limpia — susurré sin mirarle.

—Ya lo creo — concordó —. Ven conmigo.

Apretó mi muñeca derecha entre los dedos de su mano izquierda y me llevó hasta una casa de campaña no muy alejada de nuestro punto de llegada. Las personas que habían visto mis prendas se hablaban entre sí, quizás queriendo averiguar qué fue lo que sucedió. Los Salvadores podían llegar a ser paranoicos en algunas ocasiones e incluso sentían desconfianza de nosotros, pues las miradas que varias veces nos lanzaban no parecían ser muy agradables.

Comenzaba a creer que la única razón por la que habían aceptado unirse a la colaboración de la construcción del puente, fue solamente para recibir a cambio lo que ellos necesitaban con urgencia: más provisiones y ayuda de nuestra parte para el Santuario. Rick y Daryl asistían en ocasiones a su comunidad para ver en qué eran capaces de ayudar, y tanto Hilltop como Alexandria les aportaban municiones cada vez que lo requerían. El Santuario se convirtió en un lugar inestable desde su derrota. No sabían conseguir provisiones por sí mismos, mucho menos cosechar, pues después de todo, se habían acostumbrado al sistema de Negan: hacer trabajar a otros para que les proporcionaran lo necesario.

Al entrar a la casa de campaña, todo oscureció. Carl encendió una bombilla colgante que brilló desde el centro, titiló unos segundos hasta que logró estabilizarse. Aún así, no pudo aportar una gran cantidad de luz al lugar. Todo dentro de la casa de campaña se veían de un color tenue a causa de aquella bombilla.

Carl se acercó a una alargada mesa de madera al fondo, dónde visualicé varias prendas dobladas y en perfecto estado de limpieza. Anhelaba cambiar de una vez la ropa que llevaba puesta.

—Creo que esta te quedará — me mostró una camiseta holgada de mangas largas. No podía saber con exactitud el color, ya que la escasa luz no me dejaba ver con claridad; sin embargo, suponía que se trataba de un color grisáceo —. Aquí tienes.

No me abandones: El final se acercaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant