76 "Soy un salvador"

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Durante el camino al Santuario, Erik se ocupó de tomar las riendas del caballo todo el trayecto; a pesar de que sabía que yo era capaz de manejarlo al igual que él, no quiso un poco de mi ayuda para que pudiera descansar. Solo me pidió que disfrutara del viaje mientras lo abrazaba con fuerza, para evitar caer por algún movimiento que pudiera hacer su caballo. El nombre que eligió para este fue Lucky. Llegué a preguntar el por qué, a lo que Erik explicó que era uno de sus muchas ilusiones de pequeño: tener su propio caballo y colocarle aquel nombre. Partió de la palabra "suerte" (luck) y simplemente agregó la "y" al final para que sonara como un buen nombre y así no dejar la palabra tal como está escrita.

Erik fue ingenioso desde pequeño.

En el momento en que comencé a sentir que el trasero me dolía, dejé de aferrarme a él y dije:

-No recordaba qué tan lejos está el Santuario.

Giró el cuello y me dió una mirada rápida para no desviar demasiado la vista del camino.

-Podemos descansar. Tenemos todo el día.

-No - negué al instante -. No hace falta.

-Falta poco. No te preocupes.

Y fue cierto. No pasaron tantos minutos antes de llegar al edificio en el que aún residían los Salvadores. A la llegada, todo estaba como la última vez que acudí a ese lugar.

Las cosechas seguían sin dar frutos; todo se veían seco, sin vida. El aspecto del Santuario daba la percepción de que se caía a pedazos por fuera, aunque en realidad no era el caso. Parecía que los habitantes no hicieron el esfuerzo que se necesitaba para mantener su hogar limpio o con un buen aspecto. Dejaron de preocuparse en ello desde la caída de Negan. Se estaban tomando ciertas libertades ahora que la persona que alguna vez fue su líder ya no se encontraba al mando de ellos. Pero la realidad es que abusaban de esa libertad que se instaló tras lo sucedido.

Erik ató la cuerda del caballo en la rama de uno de los muchos árboles pertenecientes al bosque, antes de acercarse a la estructura. Comenzó a caminar en cuanto terminó, pero yo no le seguí el paso. Me quedé ahí, inmóvil, mirando hacia el santuario con brazos cruzados y ambas cejas fruncidas. Una vez que notó que no iba tras él, Erik se detuvo, volteó a sus espaldas, me miró quieta y regresó a mí.

-¿Pasa algo?

-Ve tú - le alenté sin mirarle.

Sentía los ojos de Erik sobre mí, viéndome con incomprensión.

-Si tanto te incomoda estar aquí, ¿por qué viniste?

No respondí, así que desvío su mirada de mí y apretó la mandíbula. Contempló a la gente que se movía de un lado a otro detrás de esa valla que protegía al Santuario, y luego de un rato prosiguió.

-Tú lo has dicho. Sigo siendo parte de ellos... Soy un salvador - agaché la cabeza -. Y ¿sabes? Ahora no me avergüenza decirlo, porque sé que ellos han cambiado - alzó la voz -. Ésta también es mi gente, Allyson. Merecen ayuda, igual que los demás. Soy lo que soy, y desafortunadamente para ti, nadie puede cambiarlo.

-No quise darte a entender eso - aclaré, con un tono de voz suave y calmado -. Respeto a los Salvadores. Lo hago... Me acercaré. Lo haré. Mientras tanto, ve. Quiero estar aquí unos minutos.

Lo vi tragar saliva, y seguido de eso asintió con la cabeza repetidas veces, pasando su lengua por los labios para humedecerlos.

-De acuerdo.

Acarició mi hombro y se alejó.

Tal como se lo dije, estuve bajo ese árbol por un tiempo, cuidando de Lucky.

No me abandones: El final se acercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora