8 El perdón no lo arregla

918 65 30
                                    

El camino hacia Alexandria se hacía cada vez más eterno. Cada cierto tiempo miraba al cielo con desesperación, preguntándome como se encontrarían los demás y que estarían haciendo sin mi. Me detuve unos instantes para descansar un poco; Shiva al percatarse de mi inactividad, decidió recostarse a un lado de mi. Me encontraba muy abatida, sin arma para defenderme (excepto Shiva) y con un inmenso dolor de cabeza que se extendía cada vez más. Suspiré con frustración y me di cuenta de que el pequeño animalito que yacía a un lado mío miraba mi nariz con extremada atención.

—¿Sabes algo? A veces te tengo miedo, Shiva.

Sus orejas se alzaron en posición de alerta. En un de repente se puso nuevamente en pie y subió a mis piernas en un ágil movimiento.

—¿Qué haces? — lo aparté para ponerme de pie, Shiva seguía cada movimiento que yo hacía —¿Qué es lo que quieres? ¡Aléjate!

Saltó sobre mi provocándome una fuerte y dolorosa caída. Su lengua se movía en el aire con la intención de posarse en mi rostro por alguna razón que desconocía. No sabía que era lo que trataba de hacerme. Estiré uno de mis brazos y por suerte mi mano se topó con una rama de buen grosor, al tomarla no lo dudé ni un solo segundo y golpeé su cabeza; eso fue suficiente para que se apartara.

—Vete — le apunte con la rama —¡Lárgate de aquí!

Retrocedió unos cuantos pasos y después desapareció entre los árboles. Solté un suspiro. Mi pecho subía y bajaba con rapidez, estaba tratando de controlarme. ¿Shiva iba a morderme?

Al levantarme, ví como goteaban unas gotas de sangre de mi rostro. Pasé una mano por mi nariz y está se manchó de sangre al instante.

—¿Otra vez?

Me limpié con la blusa que traía puesta y seguí caminando. Siendo sincera, tenía miedo de que Shiva apareciera de repente frente a mi para comerme. Mientras iba avanzando sentí la presencia de alguien, una persona que quizás me observaba, y a pesar de que miraba a todos lados no me lograba percatar de ninguna figura humana. Escuché como unas ramas crujieron debajo de los pies de alguien y por instinto me volteé.

Lo que mis ojos captaron a varios metros lejos de mí, me dejó boquiabierta.

«Enid»

Me sentí muy infeliz de verla otra vez. No quería dirigirle la palabra, pero no paraba de mirarme, parecía que no podía creer que estuviera presente frete a ella.

—¿Qué haces aquí? — pregunté casi gritando. Enid dudó un poco para responderme.

—Supongo que ahora este en mi hogar.

—Me refiero a qué haces cerca de Alexandria — no se inmutó ante mis palabras —¿Vas hacia allá?

Agachó la cabeza. Entre sus manos noté que sostenía un cuchillo con mucha fuerza a mi parecer.

—En verdad lamento lo que hice — dijo con un hilo de voz.

Una estaca se se clavó en mi corazón. Ella no estaba arrepentida por sus acciones, eso la sabía bien. Todo fue para salvarse a ella, no pensó en nada más que su vida. De no ser por Enid, Erik se hubiera quedado a mi lado por más tiempo; lo amaba muchísimo, pro ella me lo arrebató de la manos.

—¿Tienes idea de cuánto me afectó?

—Lo sé — contestó de inmediato —Por eso no quería decírtelo. La única persona que lo sabía era Carl — sollozó —No te enfades con él, yo lo convencí de que no te dijera nada.

Hice una desagradable mueca.

—Piensas tanto en ti misma que ni siquiera sabes lo que le pasó.

La expresión en su rostro cambió de repente y su cuerpo se quedó rígido. Noté por su mirada que tenía miedo por lo que estaba a punto de decirle; aún así, preguntó:

—¿Qué pasa con él?

Me acerqué más a ella de brazos cruzados. No sé si me tenía miedo, pero retrocedió ante mi acto. Sonreí de lado sarcásticamente y una lágrima recorrió mi mejilla.

—Lo atropellaron, por tu culpa — limpié mi mejilla con coraje —por estar corriendo detrás de ti. ¿No escuchaste el impacto?

Se cubrió la boca con ambas manos moviendo su cabeza de lado a lado.

—¡No saben si despertará!
¡Estoy a nada de perderlo y a ti no te interesa nada más que tú absurda vida!

Llena de furia y rencor, hice que la rama que poseía en mis manos se estrellara contra el suelo, rompiéndose así en varios pedazos. Pasé la manos por mi cabello y lo apreté con fuerza mientras me ponía en cunclillas. Las gotas de llanto no dejaban de salir de mis ojos; el recuerdo de Carl tirado en el suelo apareció en mi mente para atormentar una vez más.

—Ally, en serio lo...

Enid cerró la boca en un de repente. Escuché varias pisadas que provenían de todos lados y al instante levanté la mirada. Unos hombres aparecieron de entre los árboles con armas de fuego en su manos. Quise levantarme y salir corriendo, pero para mí mala suerte uno de ellos me golpeó con fuerza en la cabeza causando que cayera de espalda sobre algunas rocas pequeñas. Todo lo que mi vista captaba comenzó a dar vueltas descontroladamente; los oídos me zumbaron y al querer moverme me di cuenta de que toda las fuerzas que habitaban en mi cuerpo se habían esfumado de un momento a otro.

—Déjenla — habló un hombre alto y fornido —Ella es del grupo de Rick. Solamente quiero a esa chica — señaló a Enid con decisión.

Dos de ellos se acercaron a Enid y la acorralaron. La tomaron por los brazos y la arrastraron para subirla a una camioneta negra que estaba a pocos metros de mi. Antes de que pudiera decir o hacer algo, dieron la vuelta y se marcharon a toda velocidad.

—Maldita sea

Me apoyé sobre mis brazos hasta quedar sentada. Ambas piernas me temblaban con exageración, y entonces supe que no soportarían mi peso estando tan débiles.

Arrugué la nariz y cerré los ojos, apretándolos.

Segundos después, alguien me tomó por la espalda y las piernas para cargarme en sus brazos. No tuve que voltear a ver su rostro, tan solo me bastó observar la ropa que traía puesta para saber que se trataba de Benjamín. Luego de un corto recorrido por el bosque llegamos a Alexandria; la puertas se abrieron accediendo nuestra entrada y siguió caminando en dirección a la enfermería.

—No quiero que me lleves ahí — dije con la voz apagada.

—Pues que mal, porque esa decisión ya la tomé yo.

(...)

El gran resplandor de la linterna de Christi hizo que tuviera que entrecerrar ambos ojos.

—Sigue la luz.

Hice caso a lo que me ordenó. Cuando la apartó de mi vista sentí un enorme alivio.

—Te encanta hacerte daño, ¿no es cierto?

—Soy una bola de acero — respondí sonriente.

—Pues a esta bola de acero le hacen falta más vitaminas — guardó sus cosas en un maletín —Tienes que comer. Tu nariz sangra porque no le das proteínas a tu cuerpo.

Asentí. Estiró el brazo y me entregó dos barritas y una botella de agua.

—Gracias.

Me levanté de mi asiento y caminé hacia la puerta con pasos lentos; Christi me detuvo antes de que tomara la perilla.

—Oye, Ally. Sé que te sientes mal por todo lo que está pasando — tomó mi hombro con delicadeza —Pero no debes culpar a nadie por esto.

La miré por un momento.

—Un simple perdón no arreglará todo lo que pasó. Enid ya está muerta para mí.






¿Creen que Ally hace bien en dejar a Enid fuera del grupo?

No me abandones: El final se acercaOnde histórias criam vida. Descubra agora