72 Ruleta rusa

403 38 7
                                    

El hombre delante de mí no se movió, simplemente se mantuvo con la vista al frente, respirando con normalidad. Lo primero que pudimos haber hecho fue huir de él, pero yo estaba paralizada. Difícilmente tragué saliva, y después, cuando di un par de parpadeos, comencé a deslizar mis manos sobre el arma que llevaba conmigo. No entiendo por qué esperaba a que ese hombre hiciera algo para poder atacarle.

Una de las manos de Alan se posó en mi hombro, deteniendo mis acciones al instante. Sin girarme para mirarlo, él susurró en mi oído con delicadeza.

—Es ciego.

Miré directamente a los ojos de la persona frente a mí.

Era cierto. Su mirada estaba perdida, ni siquiera nos veía. Las pupilas de sus ojos tenían un color oscuro y apagado. Estaban muertos, sin una sola pizca de vida en ellos. Me relajé, pero no solté el arma, así que retrocedí unos pasos hasta quedar a un lado de Alan.

Con un ligero codazo, le obligué a mirarme. Me llevé un dedo a la boca, indicando silencio. Con un ademán, fuimos retrocediendo paso por paso, sin quitarle la vista a ese hombre que, por cierto, seguía quieto en el mismo lugar.

—¿Qué haremos? — preguntó en silencio, sin dejar de avanzar.

—Evadirlo — respondí —. Rick no quiere que se den cuenta que hay intrusos.

Asintió.

Pensaba que todo iba bien, pues ya estábamos a varios centímetros lejos de él sin problemas. Pero justo cuando creí que nos habíamos librado de aquello, Alan tropezó con un banquillo de madera que lo hizo caer, sin mencionar el ruido que provocó, alertando al hombre. Este empezó a caminar a nosotros con pasos fuertes y acelerados. Cuando ya estaba muy cerca, no tuve más opción que pegarme a la pared y dejar a mi amigo ahí tirado.

El hombre alto y fuerte se detuvo a escasos centímetros de tropezar con Alan. Se mantuvo de pie con la espada recta y se limitó a escuchar. No portaba armas, y entonces creí que era capaz de defenderse con nada más que sus puños. Me aterraba. Había visto algunas películas en las que una persona ciega podía desarrollar más habilidades que una persona con la vista intacta.

Le indiqué a Alan que no se moviera para evitar sonidos que ayudaran a ese hombre a localizar su cuerpo. Sus piernas se encontraban entre el banquillo de madera. Supuse que de verdad fue una caída muy dolorosa.

Tomé aire y me armé de valor para acercarme a ese tipo con pasos lentos y silenciosos. El silenciador ya estaba puesto, solo un simple disparo desde atrás y listo. Hice algo de presión sobre el gatillo, preparándome para escuchar el sonido de la bala saliendo disparada hacia su cráneo. Di un paso más y la bota de mí pie derecho soltó un rechinido silencioso, aunque no lo suficiente. Justo antes de poder apretar completamente el gatillo y disparar, el hombre giró sobre sus talones con agilidad y se abalanzó sobre mí. El arma resbaló de mis manos, y ahí, tirada en el suelo, el puño de mi atacante impactó contra mí nariz y parte de la mejilla izquierda. Sentí un terrible dolor que se expandió por todo mi rostro al momento del golpe. Me tenía acorralada debajo de él y ni aplicando todas mis fuerzas podría sacarmelo de encima. Quise implorar por la ayuda de Alan, pero la cabeza me daba vueltas y no lograba acomodar las palabras, mucho menos pronunciarlas.

El sujeto me tomó por el cuello y me obligó a levantarme. Era increíble, estaba perdiendo contra una persona invidente. Me llevó a la pared y apretó con más fuerza que antes, haciendo que me faltara el aire segundo a segundo. Su intención simplemente era matarme, porque sabía que se trataba de un intrusa.

Los brazos se me debilitaron y los párpados de mis ojos pesaban demasiado. Cuando toda fuerza estaba por extinguirse dentro de mí, algo lo golpeó en la cabeza y me soltó de inmediato. Nuevamente, pude sentir el aire fresco entrando por mí nariz hasta llegar a mis pulmones. Comencé a toser uno par de veces hasta recuperarme del todo. Alan llegó a mí para cerciorarse de que me encontraba bien; tomó mi rostro entre sus manos y dijo unas cuantas cosas con el fin de calmar mi temporal agonía.

No me abandones: El final se acercaWhere stories live. Discover now