Epílogo

596 37 11
                                    

Durante años viví en un mundo prácticamente destruido. Fui testigo de las muertes de personas que conocía, que amaba y atesoraré en lo muy profundo de mi corazón por el resto de lo que me queda de vida.

Cuando todo terminó me fue casi imposible reconocer que no había más porqué preocuparse. Sin embargo, me sentí en paz. Finalmente pude cerrar los ojos sin tener que lidiar con esa terrible angustia que me oprimía el pecho con fuerza noche tras noche.

Mi mayor temor luego de aquello era despertar de pronto y darme cuenta de que fue simplemente un sueño reflejando mis más grandes anhelos. Afortunadamente no sucedió. Me convencí de que todo estaba bien y lo estaría de ahora en adelante.

Delante de la lápida que mis ojos veían, me senté sobre las rodillas y sonreí, melancólica.

-Erik - hablé, en un tono suave y apaciguador.

El dolor de su pérdida seguía intacto, pero al pasar de los días logró disminuir notablemente.

Hacía frío, el viento soplaba con bastante fuerza.

-... Lo hiciste. Lo lograste, de verdad nos salvaste - expresé con gratitud.

Desde hace tiempo cargaba unos deseos enormes de recibir un abrazo de su parte, incluso aún cuando sabía que no sería posible jamás. El hecho de estar ahí frente a la lápida que Madi realizó para conmemorarlo me provocaba infinidad de sentimientos.

Los buenos recuerdos me tomaron por sorpresa.

Tomé aire antes de continuar hablando.

-Pasé mucho tiempo preguntándome si la decisión que tomaste fue lo mejor. Yo... tenía tanto miedo de que al final tu muerte hubiera sido en vano.

Agaché la cabeza y solté la primera lágrima. No logré reprimirla.

-Gracias - sollocé -. Me duele tanto saber que no puedo compensarte por tu sacrificio. No hay manera de agradecerte y eso me deja un vacío enorme.

Ese día no apareció el sol. El cielo estuvo nublado desde la mañana, pero no sé atrevió a soltar ni una sola gota que pudiese desencadenar la lluvia.

Ese mismo día desperté sin tareas al igual que en los últimos meses. No tenía ninguna pistola pegada a mí, no había trabajo por hacer ni problemas agobiandome. Simplemente todo había cambiado. La rutina que seguíamos para sobrevivir no existió más con la llegada de la tan esperada cura.

-Deja de llorar.

La voz que sonó justo detrás de mí me obligó a mirar hecha un mar de lágrimas las cuales deslizaban por mis mejillas, una tras otra.

Me encontré con Carl, quien me sonrió a la ligera antes de acercarse.

Se arrodilló a mi lado y miró la lápida sin decir nada. Mantuvo la boca cerrada durante un buen rato, dejando que el viento alborotara su cabello cuanto quisiera.

-Erik me pidió una sola cosa antes de morir - comentó de repente, sin la intención de voltearse hacia mí mientras pronunciaba aquello -. Todo lo que él deseaba era que estuvieses a salvo.

Mi corazón se desbordó.

-Fue difícil. Requieres de mucho trabajo - admitió fácilmente; incluso lo escuché reír por lo bajo.

Resoplé, aunque también reí un poco.

-¿Yo soy mucho trabajo? - cuestioné ante la ironía - No olvides que me tuviste mucho tiempo preocupada por ti.

Carl me hizo sufrir bastante por todas las ocasiones en las que resultó herido, aunque el no tenía la culpa de nada.

-De acuerdo, dejémoslo en un empate.

No me abandones: El final se acercaWhere stories live. Discover now