105 No estás sola

285 27 4
                                    

El tomar malas decisiones siempre nos lleva a nuestra autodestrucción. Carl y yo habíamos caído en ella luego de tener aquel accidente.

Al momento exacto en el que mis ojos se abrieron de imprevisto, sentí cada parte de mi cuerpo hecho pedazos. El haberme desmayado había servido como una especie de sedante para los golpes que recibí al impactar contra la gran roca. Pero ahora que estaba despierta el dolor podía hacer de las suyas sobre mí para así hacerme sufrir. 

El auto estaba destrozado. Pequeños trozos de vidrios del cristal delantero yacían tirados sobre mi regazo y la guantera. Mis brazos se veían envueltos en ligeros cortes y estaba casi segura de que mi rostro se encontraba de la misma forma. Además, el insoportable dolor de cuello me impedía poder mover la cabeza sin incomodidades.

No recordaba lo que era tener un accidente automovilístico desde que lo había perdido a él en uno, a mi padre. Entonces los recuerdos me llegaron a la memoria de golpe y me invadió una terrible sensación al ver a Carl con la cabeza sobre el volante, aún sosteniendolo con ambas manos.

Estiré mi brazo izquierdo y lo empujé de su hombro con delicadeza.

—Carl — hablé, con la voz ahogada en el pánico.

Él no respondió.

—Carl — repetí en un tono más elevado, a nada de derramar la primera lágrima —. ¡Carl, por favor!

El corazón martillaba contra mi pecho y las manos me temblaron. Había comenzado a llorar.

Contraje los brazos aterrada y sollocé. No tenía idea de qué hacer.

—Ahhh mierda — Carl soltó un quejido.

Lo vi despegandose del volante. Se llevó una mano a la cabeza y ahí fue cuando solté una bocanada de aire. La tensión desapareció. Ahora respiraba con normalidad, bastante aliviada.

Lo atraje a mí para abrazarlo.

—Me asustaste — reproché luego de aquella acción.

Recargó la cabeza en el asiento y suspiró, cerrando los ojos. La sangre que se deslizaba del costado derecho de su cabeza daba a entender que se golpeó fuertemente al momento del impacto, probablemente contra el volante.

—No tengo fuerzas — jadeó —. Maldita mierda acabo de hacer.

Me examiné, en busca de más heridas que quizás estaban pasando desapercibidas en ese momento. Algo me incomodaba, un ardor en el costado de mi abdomen. Entonces lo ví, un cristal de buen tamaño atravesandome la piel. Gracias al abrigo que llevaba puesto no había podido hacerme una herida tan profunda, pero sí que dolía.

—Por Dios, Ally — exclamó Carl.

—No es nada, ni siquiera has visto tu cabeza.

Me quité el trozo de vidrio de un tirón, sin rodeos. Apreté la herida con mis manos, gimiendo del dolor.

—Hay un botiquín de primeros auxilios en la cajuela — abrió la puerta con la pierna, empujándola —. Voy por ella.

Salió del auto, adolorido.

Me quité el abrigo, haciéndolo a un lado. Al levantar la blusa me ví con claridad la herida y la sangre que salía de esta.

Inhalé y exhalé, mirando hacia arriba.

La puerta de mi lado se abrió luego de cortos segundos de espera.

Carl llevaba el botiquín en las manos. Se colocó en cunclillas para ver con claridad y dejó las cosas en el suelo.

No me abandones: El final se acercaWhere stories live. Discover now