32.(CH) esto es una pijamada

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CEDRIC

LXXIII

Era bueno que la habitación estuviera más ordenada de lo usual, con las camas de los que tomaron el tren armadas mágicamente, y como habían empacado para las vacaciones, el resto de sus pertenencias se encontraban guardadas en sus lugares, seguras de la a veces un poco entrometida magia de los elfos de limpieza.

Porque Harry observaba algún punto en particular.

—Nunca te habría imaginado como alguien que rompería las reglas —le escuchó decir, y podía notar que se había girado a verle. Habría sido divertido de no ser porque se le revolvió el estómago cuando esas palabras le llevaron a la conversación nocturna que creyó que había tenido con Harry—. Especialmente para meter a tu novio a tu habitación. Creo que he sido una mala influencia para ti, contándote cosas ilegales y llevándote por el mal camino.

Incluso bajo aquellas condiciones, su risa le causaba una sonrisa.

—No lo has sido. Bueno, quizás un poquito, pero no me importa. Creo que... —se detuvo, a punto de decirle que no se lo había contado. Y aunque era cierto, no podía distraerse rememorando los pormenores— Deberías saber que ya era así antes de conocerte —dijo, haciéndole reír—. He roto el toque de queda unas cuantas veces junto a amistades en Ravenclaw. Visitamos el bosque prohibido una vez.

De acuerdo, puede que todo eso hubiese sido idea de ellos y no propia.

Y puede que él hubiese sido la aburrida y precavida persona que primero no aceptó, pero Harry no necesitaba saber esa parte.

A Cedric le gustaba quién era con él.

No se sentía como si fuese todas esas cosas.

LXXIV

Harry estaba sorprendido y quería conocer los detalles.

Recostado sobre su almohada, le terminó contando historias semejantes.

Escuchó otras muy parecidas, que coincidían con precisión.

El bosque prohibido con Hagrid y con Ron, la sección prohibida de la biblioteca y un baño no exactamente fuera de los límites, en donde eventos con dudosa legalidad tomaron lugar. Su Harry también sonaba como si conociera el castillo mejor que a su propia mano, y le confió una inédita ocasión en la que el director le había atrapado fuera del horario permitido.

La única vez y la más vergonzosa —y era un recuerdo tan triste que Cedric le estrechó entre sus brazos. Con su cabeza en su pecho, Harry le preguntó qué creía que vería reflejado en el Espejo de Oesed, el más profundo deseo de su corazón.

—Lo siento —se apresuró a decirle, levantando la vista apenado.

Con su mano en su mejilla, Cedric se dio cuenta de que sí.

Claro que sería su madre.

Sin embargo, el corazón podía poseer tantos anhelos.

Harry era como recibir aquello que no sabías que necesitabas.

LXXV

El beso que Harry inició fue suave y dulce.

Ambos acostados, con sus piernas entrelazadas y manos en todas partes.

Su cabello y espalda, y de repente ya no era delicado cuando Harry pasó sus dedos por debajo de su camiseta. Unos extraños escalofríos se apoderaban de él, y no pudo evitar sujetar su pierna cuando la subió por encima suyo. Empujándolo con suavidad, se colocó arriba de Cedric.

—¿Estoy aplastándote? —le preguntó, tratando de alejar su rostro avergonzado— Soy delgado, pero aumento de peso en Navidad.

—No —le contestó con una risa, y pasó sus brazos por detrás de su espalda, presionándolo más cerca—. Es bastante cómodo. Podría dormirme así, incluso.

El chico que amo -HEDRIC (2)Where stories live. Discover now