34.(CH) un significado muy diferente

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CEDRIC

LXXX

Su padre se pidió el día para ir a buscarlo a la estación.

Compartieron toda la tarde y salieron a comer afuera a un pequeño restaurante familiar. Quería que le hablara acerca de los últimos meses en el colegio, sobre el Torneo y las pruebas, en mayor detalle de lo que había escrito en las cartas.

Durante el postre se debatió si contarle a su padre en ese preciso momento.

No pudo hacerlo, y no a causa de la falta de privacidad.

Mañana, decidió Cedric. Mañana le diré.

LXXXI

La carta de Harry llegó a la madrugada.

Al despertarse, la leyó.

Ey, Cedric!

¿Qué tal el regreso a casa?

Se imaginaba que se refería a cómo estaban las cosas con su padre, y le pareció tierno que se preocupara. Luego Harry le contó sobre su primer día junto con su padrino y el profesor Lupin. Había sido muy bueno, así que se alegró mucho.

La siguiente línea hizo que su corazón se sintiera ligero y cálido.

Como que te extraño. Sé que es tonto porque pasaron, ¿qué? ¿un par de horas? Menos de un día, pero sí.

Por cierto, gracias por el suéter. Aún huele como tú, a tu perfume.

Quería que tuvieras la dirección, y decirte buenas noches.

¿O buenos días? No sé a qué hora te llegará esto.

Espero que no sea en un horario imprudente...

PD: Noté que Lupin tiene un teléfono de línea. Si quieres, creo que podría llamarte. Que sepas que lo escucharan todo. El espacio es pequeño, y al menos Sirius parece una persona fisgona.

Desempolvó el viejo aparato, que creyó que no volvería a usar.

LXXXII

Intentó distraerse de sus pensamientos como podía.

Le escribió a Harry, comenzó con la lectura para la escuela...

Sacó de su maleta el huevo de oro, lo más raro que alguna vez había empacado. Recordó las extrañas palabras del profesor Moody en la última clase antes del receso, y puso el huevo bajo el grifo de la cocina.

Sin resultado.

Al abrirlo, el agua se metía y, aunque alteraba el sonido, aún era ensordecedor y tuvo que cerrarlo. Buscó una olla y la agrandó con magia lo suficiente como para que entrara. Metió el huevo y lo llenó de agua. Escuchaba un bajo murmullo en el que no podía diferenciar si aún se trataba de una especie de grito o si podía llegar a ser algo más, como palabras.

Su padre regresaría pronto del trabajo, así que lo dejó en su cuarto.

Sentado en la sala de estar, esperó.

LXXXIII

Había estado luchando contra ese sentimiento moral que le decía que tenía que decirlo, como si fuese un deber comunicar su orientación sexual. Una que no sabía desde cuándo estaba presente, y quizás, solo quizás la habría descubierto antes si no fuese porque tantas personas en el mundo simplemente asumían lo contrario. Porque una cantidad de alguien , en algún momento, decidió lo que era normal, correcto y esperable. Y por ello, ahora sentía la obligación de informar un hecho que contradecía una suposición que le había sido impuesta.

El chico que amo -HEDRIC (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora