Capítulo 09

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— ¿¡Elizabeth!?

Frente a mi estaba esa chica que recién había visto el día anterior.

— ¿¡Qué haces aquí!? Dios en solo pensar que hubiese pasado si no hubiese pasado por aquí y justo en estos momentos.

Mil ideas pasaron por mi cabeza, cada una peor que la otra, pero no era tiempo para ponerme a eso ahora.

— ¿¡Estás bien, esos idiotas te lastimaron!?

Entre sus sollozos reconoció mi voz, para levantar la cabeza y empezar a llorar más fuerte.

— (No esperaba esa reacción...)

Lo siguiente que vi fue como se me tiro encima para abrazarme de la cintura.

—Todo está bien, ¿Por qué? Porque yo estoy aquí.

Buen momento para decir eso, seguro el Oru Maito estaria orgulloso.

—Vamos, vamos deja de llorar, ya no podrán hacerte nada.

—No lloro sniff por eso...

— ¿Y entonces?

— ¡Me salvaste tu Arthur sniff fue el destino que te puso aquí!

— (En realidad, fueron un embace de mantequilla y sal las que me pusieron aquí...) ¿Qué hacías por estos lugares tan tarde y casi lloviendo?

—Regresaba de llevarle la comida a Papa a su trabajo, pero me atacaron esos tipos.

Tenía sentido, cerca de ella había un impermeable destruido, y sus botas eran para la lluvia, vaya día debió tener.

— ¿Puedes caminar?

—Creo que no, me duele mucho el tobillo, forceje con ellos, peor no pude hacer nada.

Las calles estaban solas, quien saldría con semejante clima, estaba por su cuenta.

—Vamos te llevare a tu casa.

La subí a mi espalda para sujetarla de las piernas, ella paso su cabeza por mi hombro izquierdo.

—No se me puede quedar esto...

Con algo de fuerza me arrodille para tomar la bolsa con mis compras, no quería repetir ese camino otra vez.

—No sé cómo sean las cosas en Europa, pero aquí debes tener más cuidado cuando sales sola, mas a estas horas.

—Lo siento...

—No debes disculparte, en todo caso es culpa de tú Papá por no tener más cuidado de su única hija.

Ese tipo nunca me cayó bien. Prefería estar trabajando que cuidar y jugar con su única hija, en serio que me sacaba de quicio.

—Él siempre está muy ocupado...

— ¡Tan ocupado, que no puede comprarse el mismo para comer, y seguro el seguiría trabajando después de que quien sabes que cosas te hubiesen hecho esos tipos!

—Arthur...

Sin darme cuanta había alzado la voz, de verdad que me desesperaba.

—Discúlpame perdí la calma por unos momentos.

—Hmm está bien, en todo caso me hace muy feliz el que te preocupes tanto por mí. –Respondió ella apretando su abrazo, lo que mejo sentir 2 presiones a la altura de la espalda.

— ¿Aún viven en la misma casa?

—Sí, pero la re-modelaron un poco.

—Ya veo, tendrás que decirme cual es ya que no suelo pasar mucho por esa zona.

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