Capítulo 3.44

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Mi cuerpo empezó a cambiar de forma desmedida, así que tuve que comprar ropa más ancha y utilizar solo zapatos bajos, pues me cansaba con todo y se me hinchaban los pies. Sin contar con los antojos, justo como el de ahora a las 2 de la mañana, cuando me había escabullido de la cama para buscar helado de mora en el congelador, pero solo había de chocolate y vainilla.

— Hombre guapo – le dije a Damien mientras lo removía levemente —. Hombre guapo – lo volví a llamar al no encontrar una respuesta.

— ¿Qué pasa? – me preguntó mientras se sentaba y verificaba con su mirada que todo en la habitación estuviera en orden.

— Quiero helado.

— Mande a llenar todo el congelador de helado – aseguro mientras se ponía de pie.

— No hay. El que yo quiero – le dije suave.

— ¿Ya fuiste a la cocina?

— Si y no hay helado de mora.

— ¿Y ahora? – dijo cansado mientras se frotaba la cara.

Hace 10 noches habíamos tenido este mismo problema, solo que esa vez yo quería helado de cualquier sabor y Damien tuvo que salir a buscarlo. Dando como resultado que Damien al otro día mandara a traer un congelador que lleno con todo tipo de helados.

— Podemos ir juntos por él – le propuse, pero él solo miro por la ventana.

— Ni hablar, está haciendo mucho frío y te puedes enfermar.

— Pero me quedo aquí solita – le dije con un puchero triste.

Él lo pensó un momento y después tecleo algo en su celular mientras se volvía a sentar conmigo en la cama.

— Ya mandé a traer – me dijo suave – por suerte en un supermercado local queda un helado de mora – me aseguro.

— Tan rápido te dieron la información – le dije con asombro.

— Cuando se enteraron de tu amor por los helados, los mercados locales empezaron a traer helados de diferentes sabores. Hoy entregaron algunos productos y mañana ya el congelador volvería a estar llenos.

— Que eficientes – le dije con orgullo mientras me sentaba en sus piernas.

— Más bien precavidos. Nadie quiere ver al alfa gritando a las 3 de la maña solo porque no tenían helado en sus tiendas.

— Eres un gruñón.

— Ellos son los que no aprenden a evaluar el mercado, saben que adoras el helado y no son capaces de tener uno.

La puerta sonó y Damien dio la orden de que uno de los hombres ingresara trayendo consigo mi preciado helado de mora que no dude en comerme y después ya volver a quedar dormida. Damien solo me rodeo con sus brazos y se acomodó mientras dejaba su nariz en mi marca para tranquilizarse.

Cuando desperté, los rayos del sol se filtraban levemente por la cortina y no había rastro de Damien en la habitación. Así que vi la hora y comprobé que eran las 10 de la maña y yo todavía seguía en mi cama.

Me bañé y bajé a desayunar en compañía de Leonid quien había estado esperándome todo este tiempo. Así que le pedí que me acompañara en el desayuno donde él lo hizo con una suave sonrisa.

Ania llego después junto con su pequeño Alexei quien cada día estaba más hermoso. Yo aproveché para cargarlo y practicar un poco para cuando tuviera a mi bebé. Mi bebe y él de Ania se llevarían bien, pues serían el próximo Alfa y Beta de la manada.

— ¿Sabes por qué hay tanto alboroto? – le pregunté a Ania, pues desde que me había despertado las mujeres de la casa se encontraban revoloteando de un lugar a otro.

2. El alfa sombríoWhere stories live. Discover now