CAPÍTULO 25 .- tercer fragmento

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Siguió dando vueltas en el aire en busca de alguna señal, algún indicio de magia oscura. Aunque la ciudad no iba con él en lo absoluto, no podía despreciar su belleza y la cantidad de magia tan antigua que mareaba sus sentidos.

Pese a que tenía un mapa que le señalaba las ciudades donde se harían los rituales. Aquel pedazo de papel no le decía los lugares exactos, dificultando su trabajo de encontrarlos y destruirlos.

Cambió de dirección y se internó en la gélida noche en busca de algo más, el lugar debía estar infestado de cosas oscuras y tenebrosas. Magia que estaba fuera de su saber, así que volvió a concentrarse en algún rastro que no conociera.

Paro en seco en el aire y lo sintió brevemente. El inconfundible olor de una humana y un vampiro.

Se impulso con ayuda de sus alas y visualizo a lo lejos, en medio del desierto. Dos puntos que se movían entre la arena.

Se acercó lo más que podía sin ser detectado. Estaba a algunos metros de ellos y se escondió en un gran montículo de arena, materializó una serpiente de fuego y la hundió en la arena para que se deslizara entre ella y llegará a ellos.

La serpiente alzó la cabeza y volvió a hundirla mientras se deslizaba detrás de ellos.

—Con la sed que tengo, me alimentaria aquí mismo de ti —dijo el vampiro—, lamentablemente eres necesaria.

La mujer habló un idioma que Alan no entendía, llegando a la conclusión que era una mujer de la zona. Sintió cólera al escucharla sollozar y que el vampiro se divirtiera por eso

—Una lástima —dijo el vampiro—. No hay nada más delicioso que una mujer preñada y un delicioso feto.

El odio que sentía Alan por los vampiros aumentó en creces. No entendía porque algunos hombres lobos consideraban a los vampiros otro tipo de especie, los vampiros para él eran monstruos, no animales.

Los animales cazan por instinto, los vampiros disfrutaban asesinando y haciendo sufrir a sus víctimas. A él tampoco le agradaban mucho los humanos, pero no asesinaría a ninguno por diversión, ni le haría daño a algún inocente adrede.

Los vampiros eran el fruto de la traición, hijos del primer asesino Caín y los mayores enemigos de los hombres lobos.

Exceptuando a Catrina y a su sobrino, Alan estaría gustoso con exterminar a la especie por completo.

El vampiro se detuvo sujetando toscamente a la mujer, dijo algunas palabras en lo que Alan creyó reconocer era egipcio antiguo.

El sonido de una puerta de piedra moviéndose hizo que la serpiente de Alan se ocultara de nuevo, solo dejando un ojo sobresaliente para ver que hacían. Una especie de medialuna sin fondo se formó en la arena, que daba inicio a unas escaleras.

El vampiro empujó a la mujer y los dos se internaron en la oscuridad de aquel lugar.

Se cerró la puerta secreta nuevamente, invisibilizando la entrada.

Alan sonrió satisfecho y tomó vuelo volviendo a su escondite.

Concetta miraba al niño durmiendo sobre su cuna, camino hacia la ventana. Los recuerdos empezaron a invadir el pensamiento. La primera vez que había ido a esa ciudad había sido con su mate, hace muchos años atrás. Cuando era joven y despreocupada.

Los dos iban a aprender a leer jeroglíficos, a los dos les apasionaba la historia y en especial la de ese país. El recuerdo de ese tiempo maravilloso y mágico lastimaba su quebrado corazón. A pesar de los años, el recuerdo de su gran amor le despedazaba el alma.

HEIRS OF THE RISING KINGDOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora