Capítulo 3

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Era increíble como podían cambiar las cosas de un día para otro.

Ayer los rayos del sol estuvieron a punto de calcinar a media ciudad y, hoy, las nubes se habían apoderado del cielo desde bien entrada la madrugada.

Todavía no había dejado de llover.

Pero a Alanna no le importaba en lo más mínimo.

Era su día libre y no tenía pensado salir de casa, por lo que escuchar el golpeteo de las gotas de agua contra el cristal de la pequeña y desvencijada ventana de su todavía más pequeño y desvencijado piso, era casi tranquilizador. Como leer un libro bajo la copa de un árbol en primavera. Le gustaba. La hacía sentir en paz consigo misma.

Justo como necesitaba sentirse después de haber faltado al respeto a su profesión y a su revista, por no mencionar a su jefa, como lo había hecho ella al hacerse pasar por Nick Ríos.

Su móvil se activó con un mensaje que leyó sin entrar en la aplicación. Era de Daphne, su mejor amiga, y en él decía:

¿Qué coño le has hecho a Nick que ha llamado a Lucas para pedirle tu teléfono?

Sus palabras se instalaron como un mal presentimiento en la boca de su estómago. ¿Nick quería hablar con ella? ¿Para qué? Tal vez quería agradecerle lo que había hecho por él. Incluso, regodearse. ¿Por qué tenía que significar algo malo? ¿Y por qué sentía exactamente eso?

Rápidamente, se colocó sus gafas de vista, cuya patilla estaba remendada con un trozo de cinta aislante, y encendió el portátil. Una de las pocas cosas que había conservado cuando tuvo que vender absolutamente todo lo que tenía para poder pagar las facturas y hacerse cargo de las deudas de su madre. Buscó la plataforma de la revista y dejó que la insolente sonrisa de Nick iluminara su pantalla. ¿Cómo alguien podía ser tan endiabladamente guapo?

Pinchó en la fotografía y... su corazón cayó al vacío sin paracaídas.

¡Madre de Dios! ¿Qué había hecho?

Allí, escrito, en una fantástica tipografía, estaba publicada la entrevista que Alanna había redactado a base de rabia y frustración. El esbozo de su venganza. Desde lo más profundo de su mente para todo aquel que quisiera leerla. Un país. Un mundo. Una galaxia.

«NICK RÍOS: EL ENCANTADOR CHICO DE LAS PORTADAS»

Pero, por Dios, ¿en qué momento se le ocurrió escribir ese titular tan patético? ¡Iban a matarla! Él. Su jefa. El millón y medio de fans que Nick tenía. Ahora mismo, había una larga cola de personas dispuestas a sacarle los ojos de sus cuencas sin remordimientos.

Deslizó el dedo por el trackpad hasta llegar a las preguntas y respuestas.

¿Podrías decirnos cuál es tu libro favorito? ¿Y tú película?

«¿Libros? ¡Eso que es! (Risas). Veo pelis, eso sí. De tiros y esas cosas. Ya sabes, de las que cuando menos te hagan pensar, mejor».

Alanna comenzó a hiperventilar. Abrió la ventana, necesitando respirar aire puro, sin ser consciente de que el agua iba a entrarle a raudales. Tuvo que cerrarla en el acto.

En ese mismo instante, su móvil empezó a sonar, una y otra vez, como si se hubiera vuelto loco. Una llamada. Dos. Tres. Siete. Diez. Sabía quién era, pues nadie más podía estar tan desesperado por hablar con ella o hundir su cara en el asfalto. Sabía, también, que debería cogerlo.

El problema era que no estaba preparada para enfrentarse a él. No, sin primero, haberlo hecho con su jefa. Alanna se mordió, por décima quinta vez, el labio inferior y sintió el sabor de la sangre mezclado con su saliva. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo podría arreglar algo así?

Tendría que pedir perdón, eso lo primero. A Nick, a Brenda, al público en general. Hablar con la verdad por delante. Contar que fue un error. Uno tonto e insignificante, fruto de una broma sin gracia que se le había ido de las manos. Un error que ya había visto todo el mundo, cierto, pero al que no había que darle importancia.

Nick tendría que entenderlo. Tendría que perdonarla. Primero, porque era la prima de su mejor amigo. Y, después, porque todo esto había sido su culpa. Si él no la hubiera forzado a hacer algo que no quería, ella no hubiera cerrado los ojos y se hubiera dejado llevar por su imaginación más vengativa.

Si Nicolás Ríos quería que Alanna se arrodillara para pedirle perdón, ella lo haría. Pero no por falta de orgullo, sino por pura y absoluta necesidad. Brenda no podía despedirla. Si lo hacía, su vida estaría arruinada para siempre.

Su teléfono anunció tres nuevos mensajes.

El primero, llegó un par de segundos antes, y era de su primo Lucas:

¡Alanna, por Dios, dime que no has hecho la locura que creo que has hecho!

El segundo y el tercero, aparecieron a la vez. Y si el de su jefa le provocó escalofríos, el de Nick la dejó helada.

Ven a mi despacho, YA.

Eres una víbora y te voy a destruir.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now