Capítulo 29

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Justo como ayer, Alanna se acercó a casa de Nick, con un café recién hecho en la mano. Solo que, esta vez, no fue él quien abrió la puerta, sino su queridísima madre, cuya nariz se arrugó al verla. ¡Vaya! Al parecer, Isaberl Ríos, había ido a visitar a su hijo.

—Hola —saludó con educación—. He venido a buscar a Nick.

—¿Para qué? —Fue su única respuesta. Sonó tan soberbia que Alanna tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para no agachar la cabeza y pedir perdón.

—Eh... hemos quedado para hablar.

Si en algún momento Alanna había albergado alguna duda sobre si esa mujer la detestaba o no, la resolvió en el mismo instante en el que Isabel volvió a lanzarle una mirada de suficiencia y le cerró la puerta en las narices. La puerta de una casa que no era suya.

Pero sí de su hijo.

Suspiró, armándose de paciencia, y se sentó en uno de los bordillos que bordeaba el pequeño jardín lleno de setos y plantas de colores. Dejó el café junto a sus pies y, como no sabía si Isabel había ido a llamar a Nick o, directamente, había decidido ignorarla, le envió un mensaje al chico.

Estoy aquí afuera.

Por si Cruella de Vil no te ha avisado.

Que mala eres con mi pobre madre...

Ella jamás asesinaría a cachorritos.

Eso es porque es verano y no necesita abrigos.

—¿Voy a tener que acostumbrarme a que vengas a mi casa todos los días?

Alanna, que leía tranquilamente las noticias en el móvil, se sobresaltó al escuchar su voz. Se levantó de un salto, ignorando el vuelco que había dado su corazón al sentir su presencia. Estaba tan guapo como siempre, con un pantalón corto de chándal gris y una camiseta negra sin dibujos. Llevaba el pelo húmedo y despeinado y estaba para comérselo entero.

—Te he traído el café abrasa-lenguas que tanto te gusta —le dijo, entregándole el vaso de cartón que había cogido del suelo antes de levantarse—, con eso debería bastar.

—Siempre traes café abrasa-lenguas —y, aceptando el vaso de buen grado, le dio un gran sorbo.

Alanna se preguntó, seriamente, cómo era posible que no se quemara la lengua. También que, quizá, debería decirle que invitarle todos los días a café tendría que sumarle un extra en su pago mensual, ¿no?

—Si, bueno, supongo que eso también se ha convertido en una costumbre —comentó como si nada. Porque era mejor hablar del café que mirar cómo se relamía el líquido que se había quedado enganchado en los pliegues de sus labios.

Nick la miró con atención y ella no pudo despegar sus ojos de los suyos. Se sintió como una polilla atrapada en su luz.

—¿Dónde vamos hoy? —preguntó él, rompiendo el momento.

—Tú déjame a mi guiarte —se sacudió la intranquilidad que sentía y se puso en marcha.

Él la siguió, aunque, en realidad, ella solo se acercó a la moto, dando por hecho que volverían a cogerla. Nick, como si también fuera algo habitual entre ellos, le entregó el casco integral sin decir una palabra y se colocó el calimero. Alanna se subió tras él sin apenas esfuerzo y se enganchó al asiento con las piernas, dudando qué hacer con sus manos. ¿Lo cogía por la cintura? ¿Por los hombros, como ayer? ¿Se las guardaba en el regazo?

—¿Lista? —lo escuchó preguntar a través de la protección del casco.

Ella asintió con un gesto y Nick arrancó la moto con un suave movimiento de muñeca. El cuerpo de Alanna vibró con el sonido del motor y sus manos, de forma involuntaria, buscaron su espalda. Se aferraron a sus hombros. Todavía no se atrevía a abrazarlo por la cintura. Era... demasiado íntimo, ¿no?

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now