Capítulo 19

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Alanna se sintió descubierta y trató de disimularlo guardando una taza que había en la encimera y que parecía recién fregada.

—No estoy metida en nada.

Pero los dos sabían que eso era mentira.

—Está bien —se encogió de hombros—. Entiendo que no me lo quieras contar a mí. Pero igual a tu primo...

—Eso es chantaje. —Vio como cerraba sus manos en puños y se giraba para enfrentarlo.

Nick trató de mantenerse impasible

—Llámalo como quieras.

Ella le lanzó una mirada fulminante, pero Nick supo que había ganado cuando la vio dejar caer los brazos a sus costados y gruñir un «está bien» tan bajito que, si sus ojos no hubieran estado puestos en su boca, probablemente, no lo hubiera escuchado.

Alanna se sentó en el futón.

Él prefirió quedarse de pie.

—Es verdad que no estoy metida en ningún lío —repitió—. Al menos, yo no.

—Entonces, ¿quién?

—Mi madre —le confesó en un murmullo—. Ella... es adicta y... a vece se mete en líos.

Él intentó que no se le notara la impresión.

—¿Tu madre? —Nick pocas veces había prestado atención a sus amigos cuando hablaban de su prima, pero no recordaba ni una vez en la que mencionaran a la madre de la pelirroja—. Creía que había fallecido.

Como el padre de Alanna.

—No —su ceño se frunció al mirarlo—. Claro que no.

—Nunca la mencionan en tu casa

—Eso es porque la odian.

No había rabia, ni dolor en su voz. Solo aceptación. A Nick le parecía demasiado personal preguntar el porqué, así que volvió atrás. Al tema del dinero.

—Aun así, eso no explica que vivas aquí. Tengo entendido que tienes una gran cantidad de dinero en una cuenta bancaria.

—A veces creo que mi familia te tiene demasiado en cuenta —farfulló, haciendo un gesto repelente con los labios que lo hizo sonreír—. No era tan grande, en realidad. Y se fue casi toda pagando las deudas que había contraído mi madre durante todos estos años. Con los camellos, con el banco, con algunas cooperativas de crédito y algún amigo que otro. Me deshice de la mayoría, pero el dinero se acabó.

—¿Y por qué no le pediste ayuda a tu familia?

Al final, la empresa De la Vega seguía facturando estupendamente.

—¿Estás loco? Jamás me hubieran dejado ayudarla. Y, jolín, vale que no ha sido la mejor madre del mundo, pero es mi madre. Simplemente, no podía no ayudarla.

La entendía.

No conocía el problema de raíz, pero sí la entendía a ella. Comprendía sus razones. Su desesperación por no perder el trabajo. O su insistencia día tras día en que le pagara el sueldo. Joder. Sintió una sensación pesada, muy similar a la culpa, bajar por su garganta hasta el centro de su abdomen.

—¿Tuviste que vender también la casa?

—La casa nos la quitaron —le confesó.

—¿Y dónde vive ahora tu madre? —No parecía compartir piso con Alanna.

—No lo sé —se miró las palmas de las manos, tratando de que no se le rompiera la voz—. Mi madre va por libre. Ha sido así toda la vida. Ella solo me busca cuando necesita...

—Dinero —terminó Nick por ella, a lo que la pelirroja asintió—. ¿Y por qué no te mudas a Torreluna? Sabes que allí tienes trabajo. ¿Por qué no exigir la parte de la empresa que te corresponde?

—Porque... —lo miró dubitativa—, allí mi tío me tendría más controlada. Y mi hermano es ahora el director general de la empresa y yo... no tengo mucha relación con él.

Nick se quedó atónito.

—¿Axel es tu hermano?

Alanna soltó una risita nerviosa.

—Sí, ¿no lo sabías?

No, joder. Pensaba que Axel De la Vega, el primo de Lucas, era otro primo aleatorio que tenía la familia. Ni de broma se hubiera imaginado que la pelirroja y él fueran hermanos.

—En realidad —continuó ella—, somos medio hermanos. Y no... nos caemos muy bien —sonó un poco resentida, pero quizá fue solo una sensación suya—. Por lo que prefiero no trabajar para él.

Nick asintió, con un abanico inmenso de preguntas qué hacerle. Sin embargo, el tembleque de sus piernas y la forma en la que se masajeaba el pecho, como si no pudiera respirar con facilidad, advirtió a Nick de su inminente ataque de ansiedad. La pelirroja había aguantado el tirón durante sus planteos, pero estaba al límite y él...

Él era un imbécil que había ido a buscarla para despedirla. Para pagarle una especie de finiquito por haber trabajado para él, ¿cuánto? ¿cinco días? y perderla de vista para siempre. O por un largo periodo de tiempo, al menos. El suficiente para que todas esas emociones desconocidas que le revolvían el estómago desaparecieran.

Pero las cosas acababan de dar un giro de ciento ochenta grados. Porque Alanna era la prima de su mejor amigo, de su hermano, y si Lucas se enteraba de que él la dejaba viviendo en un cuchitril como ese, con una infinidad de problemas de dinero y una madre que se aprovechaba de su vulnerabilidad, lo mataría a palos. Y con toda la razón.

Por eso, tomó una impulsiva y precipitada decisión.

—Haz las maletas que te vienes conmigo a Torreluna.

—¿Qué? —se levantó de golpe—. No. ¿Estás loco?

Mucho.

—¿No has escuchado nada de lo que te he dicho? No puedo ir a Torreluna. No puedo trabajar en la empresa de mi familia, no puedo...

—Trabajaras para mí.

—¿Ah sí? ¿En qué? ¿Poniéndote crema antes de tomar el sol?

Una imagen apareció en la mente de Nick. De las manos de Alanna. En su espalda. La desechó de inmediato.

—Tengo unas fotos que hacer.

—¿Una sesión?

—Algo parecido —ya habría tiempo de explicaciones y de encontrar algo que pudiera hacer ella mientras él hacía fotos—. Ahora haz las dichosas maletas. Salimos en diez minutos.

Se mostró reticente durante un par de minutos, mirándolo fijamente sin decir nada. Cuando ya creía que se iba a negar y que tendría que volver a amenazarla con llamar a su primo, la oyó gruñir:

—Te odio.

Pero en sus ojos no había ni rastro de ese sentimiento.

—Ya te gustaría, ratona —le guiñó un ojo.

Ella arrugó la frente y se fue a hacer lo que él le había dicho.

Por una vez en la vida.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن