Capítulo 69

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Dos días después, Nick la recibió con un pantalón corto de chándal y... nada más. Alanna sintió un ramalazo de lujuria enmarañando sus sentidos ya de buena mañana. No importaba las veces que lo hubiera visto semi desnudo, siempre le subían los colores. Y los calores.

—Hola ratona. —Sonrió pícaramente, percibiendo su sonrojo—. Llegas tarde.

—¿Tarde? —Replicó ella, cerrando la puerta de la entrada tras de sí—. Si son las nueve de la mañana.

—Pues eso, tarde.

Durante el trayecto a casa de Nick, Alanna no había dejado de darle vueltas a cómo saludarlo. ¿Con un beso porque ya eran algo más que amigos? ¿O con dos porque tampoco es que fueran nada serio? Al final, Nick le resolvió la duda cogiéndola por la cintura y besándola en la boca.

Un beso que la estremeció.

—Joder —murmuró, mordisqueándole el labio inferior—, no sabes las ganas que tenía de hacer esto.

Ella también. De hecho, desde que regresaron del viaje, no había podido pensar en otra cosa. No había dejado de recrear todo lo que había vivido con él desde que rompieron la barrera que los separaba en el viaje. Los besos y las caricias. Su primera vez. La segunda. Las que vinieron después. La risa de Nick. Sus abrazos al dormir.

Habían sido, indiscutiblemente, los mejores días de su vida.

Aun así, se hizo un poco la superada con él:

—¿No tuviste suficiente ayer? —Cuando la llevó a hacer unas fotos al acantilado y acabó quitándole la ropa al aire libre. Fue liberador y... muy excitante. Sintió la primitiva necesidad de repetir. Esta vez, contra el tronco de un árbol.

Regresó al presente, a casa de Nick, donde este la miraba a través de sus pestañas.

—¿Tuviste suficiente tú?

Una sonrisa bobalicona tironeó de las comisuras de Alanna cuando negó con la cabeza. Nick imitó su gesto y volvió a besarla. Ella se abandonó a su sabor. Y a la docena de sensaciones que le despertaba el roce de su lengua.

—¿Has desayunado? —Preguntó Nick entre un beso y otro—. Porque yo no. Y me muero de hambre. —Alzó la vista hacia él y supo, por el brillo sagaz de sus ojos, que no hablaba en un sentido literal—. Por cierto, ¿has traído el bikini?

Los dedos de Nick se colaron por dentro de su camiseta, acariciando su piel hasta llegar al sujetador que se había puesto. Cuando comprendió que, en efecto, la tira que tocaba no era la del bikini entrecerró los ojos en un «¿por qué?».

Ella se mordió el labio.

—Te dije que estaba sucio.

—De eso hace dos días.

—¿Tu pones la lavadora todos los días? —Abrió los ojos como si fuera una completa locura. Como si, de verdad, todavía no hubiese lavado el bikini. Cosa que no era cierta.

Porque lo llevaba en el bolso.

Había pensado en ponérselo, de verdad que sí. Pero en el último momento decidió que no iba a ser todo siempre como quisiera él. No importaba que llevara dos días insistiéndole.

—Pues espero, ratona —murmuró en un deje ronco que atravesó sus defensas—, que ese sujetador valga la pena.

Y le quitó la camiseta, mostrando un sujetador negro que no era nada del otro mundo, pero que al menos combinaba con sus bragas. Nick no hizo ningún comentario al respecto, solo la observó con detenimiento. Dos segundos después, sus yemas estaban acariciando el contorno de la prenda con una suavidad que le erizó la piel.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora