Capítulo 15

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Nick observaba a Alanna de reojo mientras tecleaba en un pequeño portátil que había traído con ella. Llevaban un buen rato trabajando, unos cuarenta minutos más o menos, y ella ya se había comido tres de los seis donuts que iban en la caja.

¿Por qué no le dolía la tripa?

Lo peor de todo era que no había dejado de relamerse los labios a cada puto bocado, con ronroneo incluido, y él, en contra de su voluntad, no había dejado de mirárselos. Una y otra vez. Si hasta se había levantado tres veces, con tres excusas diferentes, solo para no caer en la tentación. Que se lo llevara el diablo si sabía por qué.

Tampoco podía explicarse la razón por la que le había comprado los dichosos donuts. Por más que se dijera que solo había comprado merienda para los dos intentando ser hospitalario, sabía que no era del todo cierto. Que algo se le escapaba. Más que nada, porque a él no le gustaban los donuts.

De todas formas, prefería no profundizar mucho en el tema. Fuera lo que fuera que lo había impulsado a hacer una estupidez como esa se evaporaría tan pronto él se fuera a Torreluna y ella se quedase en Madrid.

—Alanna —la llamó. Fue más bien un gruñido.

—Sí, dime.

Levantó la vista de la pantalla hacia él. Y sus gafas, ligeramente torcidas, se resbalaron por el puente de la nariz, mostrándole claramente sus bonitos y rasgados ojos grises. A Nick se le quedó atascado el aire en la garganta. No podía negar que la prima rarita de su mejor amigo era guapa. Con su pelo largo y rojo, cayéndole por encima del hombro, las pequitas que adornaban toda su cara y esos labios gruesos, llenos, jodidamente sugerentes, que justo en ese momento, ella decidió morder.

Empalmándolo al instante.

Mierda.

—¿Nick? —preguntó ella, mirándolo con preocupación—. ¿Estás bien?

No.

¿Qué cojones acababa de pasar?

Agitó levemente la cabeza, eliminando cualquier imagen pecaminosa que hubiera llegado a su mente. Y se dijo a sí mismo que solo había sido la consecuencia de llevar un par de meses sin echar un polvo.

—¿Nick? —la escuchó por debajo de la maraña que eran sus pensamientos.

Carraspeó, regresando al salón. Al trabajo.

—Hay que leer el nuevo contrato de PB —dijo con rigidez, evitando su mirada—, quieren renovar conmigo. Te lo mando.

Le envió el documento al correo y el portátil de Alanna sonó en respuesta.

—¿No debería hacer eso Marc? —su voz era tranquila. Amigable.

Pero a él le molesto su pregunta. O, tal vez, había sido la excitación inesperada sin ningún tipo de sentido. El caso es que le contestó más brusco de lo normal.

—Sí. Pero Marc no está disponible. Así que echamos un vistazo nosotros y luego se lo mandamos a él.

Ella arrugó la frente, sin entender muy bien qué era lo que le sucedía.

Nada.

No le sucedía nada.

—Vale —asintió con calma—. Solo... hay un problema.

—¿Cuál? —rechinó los dientes.

—No tengo ni idea de contratos.

Nick resopló.

¡Claro que no tenía ni idea de contratos!

Es más, no tenía ni idea de absolutamente nada. Razón número quinientas cuarenta y nueve por la que contratarla había sido un puñetero error. Sin embargo, ahí estaba, sentada en la mesa de su salón tecleando pacíficamente en un portátil demasiado viejo para ser funcional. ¡Y él comprándole donuts!

Mañana mismo la despedía.

—Pero puedo aprender —se apresuró a añadir. Lo miró con una promesa brillando en sus ojitos grises y una sonrisa de niña buena que hizo que toda la frustración de Nick se esfumara. Así, a bote pronto, como si nunca hubiera estado ahí—. Lo básico, claro.

Él la observó en silencio durante un par de segundos.

—Déjalo —soltó el aire con fuerza por la nariz—. Ya lo haré yo.

Volvió la vista a su propio ordenador. Era mejor que ver sus labios, ahora fruncidos por el desconcierto.

—¿Y qué hago yo?

—Vale, te voy a reenviar unos emails con ofertas que me han enviado. Hay que rechazarlas. No me interesan.

—Genial —sonrió. Mostrando los dientes en una expresión alegre.

Y su maldita polla volvió a sacudirse.

—También te enviaré unos cuántos contactos —tensó la mandíbula—, para que te pongas de acuerdo con ellos para programar reuniones durante mis vacaciones. Tendrán que ser por Zoom, eso sí. No voy a estar en Madrid.

Eso pareció preocuparla, pero aceptó sin rechistar.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now