Capítulo 86

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Nick llegó todo lo puntual que pudo a la celebración de Santa Luna. Y, aun así, ya habían empezado con el cóctel. Todos los años, decoraban el pueblo con banderines de dibujos de planetas que a él siempre le recordaban a una película de Disney. Aunque este era el primero que se celebraba en Baila Conmigo, la academia de baile que dirigía la madre de Lucas.

Él ya había visto la ornamentación porque había formado parte del equipo que lo había preparado. Y todo por su madre, que no quería escucharle cuando Nick le decía que ya estaba mayor para hacerse cargo de estos eventos. Al menos, habían sabido ceder la gestión de las discomóviles y todo tipo de fiesta musical a un grupo de chicos de la edad de Lía.

Aunque, no podía negar que se lo había pasado bien haciéndolo. Había aprovechado cada segundo en el que su madre no miraba para robarle un beso a Alanna o fingir que no le sobeteaba el culo cada vez que tenía que aguantarle la escalera para que ella colocase una de esas estrellitas. Lo había hecho, mucho. También habían compartido bromas y se habían acabado pintando hasta las partes del cuerpo cubiertas por la ropa. ¿Cómo? Eso mismo les preguntó su madre cuando los vio.

Que Alanna trabajara codo con codo con Isabel había limado un poco las asperezas entre ellas. Nick no había hablado con su madre acerca de la pelirroja, pero sí había visto como bajaba la guardia con ella. Quizá, porque por primera vez en mucho tiempo Nick no parecía querer irse de Torreluna. O, quizá, porque se había esforzado un poco en conocerla y había descubierto que era la persona más maravillosa del mundo.

Alanna.

Su Alanna.

Sonrió al recordar la primera vez que la vio. Con esas gafas torcidas, medio despeinada y la cara de haber visto a un fantasma. Ese día, Nick solo quiso quitarse de encima el rollo de la entrevista y, tenía que reconocer que había intentado engatusarla para que ella respondiera las preguntas por él. Ahí había estado mal, era cierto. Y en contra de lo que le había estado diciendo a Alanna todo este tiempo, sí, era cierto que él también tenía parte de culpa. Sin embargo, jamás se imaginó que esa mujer que se perdía entre el ruido que hacían sus primos cada vez que compartían espacio se le iba a clavar tan adentro.

Solo había necesitado dos putos minutos a solas con ella para que nunca más volviese a olvidar su nombre. Para que nunca más pudiese dejar de admirar su boca.

Y la estaba perdiendo.

Porque era un puto inmaduro de mierda incapaz de comportarse como un hombre de verdad y decirle lo que sentía. Incapaz de hacer frente a sus problemas y seguir viviendo del miedo. Incapaz de dejar el puto pasado atrás y aceptar que lo que sufrió una vez, no tenía por qué volver a sufrirlo. Incapaz de pronunciar las únicas palabras que ella quería escuchar.

Pero hablaría con ella. Para eso había acudido a la fiesta. Para pedirle perdón por haberla hecho sentir mal, por haberle dado a entender algo que en absoluto pensaba. Y para decirle que, por favor, lo esperara. Que le tuviera paciencia. Que le diera el tiempo necesario para conseguir abrir su corazón del todo. Que, si alguien debía tenerlo, era ella. Solo ella.

Ojeó la multitud con interés. Buscándola. Y el aire se le quedó atascado en los pulmones cuando la vio. Estaba de perfil, hablando con Kala, y sonreía divertida por algo que le acababa de decir su prima. Se había puesto un vestido dorado, corto y ajustado, que hacía que fuera imposible apartar los ojos de ella. ¿De dónde lo había sacado? ¿Y por qué su madre no lo había llamado poniendo el grito en el cielo? ¿Le habría dado un infarto y él no se había enterado? Porque estaba claro que la pelirroja había desafiado todas las normas del dresscode que decretaban que había que asistir con una paleta de colores acromáticos.

¡Estaba preciosa! Siempre lo era, pero esa noche... parecía un suspiro de luz entre tanta oscuridad. Un rayo de sol en medio de un cielo gris.

Sonrió, por primera vez en horas, y sintió como su pecho se llenaba de algo cálido y bonito. Joder, quería besarla. Desnudarla. O no, mejor follársela así. Con nada más que ese mini vestidito que dejaba todas sus piernas al aire y que estaban provocando un cortocircuito en su sistema nervioso. No dudó y se acercó a ella.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now