Capítulo 41

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Después de cenar Daphne dejo que el reproductor aleatorio de su móvil sonara de fondo, mientras se dedicaba a contarles sus batallitas por París. En algún momento, Kala desapareció y apareció, al rato, con tres mantas, las cuales fueron súper bien recibidas porque ya empezaba a refrescar.

Una de las mantas se la quedó Daphne, que acercó su silla a la de su novio para cubrirlos a los dos. La otra, se la quedó Kala, quien acabó arremolinándose junto a su hermana. La tercera, obviamente, fue para Alanna, que estaba a unas cuatro sillas de distancia de Nick. Decirle de compartirla implicaba que uno de los dos tenía que sentarse al lado del otro, lo que sería de lo más raro.

—Alanna, ¿vas a ponerme al día de una vez por todas sobre ese tal Oliver?

Ella le lanzó una mirada asesina que Daphne solventó con una sonrisa inocente. Alanna había pensado en contárselo a Daphne, pero no así, no delante de todos. No delante de él.

—Eso —la sonrisa de Venus fue una mueca tirante—, ¿qué pasa con Oliver?

—Nada, ¿qué va a pasar?

—No sé —se encogió de hombros—. Pasáis mucho tiempo juntos.

—Tampoco tanto —saltó Nick, sorprendiendo a todos, que lo miraron confusos—. ¿Qué? Tampoco es que estén todo el día juntos.

No si lo comparaba con la cantidad de tiempo que pasaba con él.

—Es verdad —le dio la razón a Nick—, solo nos hemos visto tres veces.

Y dos de ellas habían sido de manera fortuita.

—Y solo llevas unas pocas semanas aquí —afirmó Venus.

—Creo que le gustas —aventuró Kala.

—¿Si? —Daphne sonó realmente feliz. Alanna quiso decirle que quitara esa cara, que a ella no le gustaba Oliver. Que las cosas nunca eran tan fáciles.

—No —declaró—. Solo somos amigos.

—¿Amigos? —Nick silbó—. Joder.

—¿Qué? —entornó los ojos.

—No, nada —se encogió de hombros.

—No, ahora lo dices.

Sus primos y Daphne los miraban como si estuvieran presenciando un partido de tenis.

—Pues que... haces amigos muy rápido tú —comentó con una indiferencia que, gracias a que lo conocía mucho mejor, Alanna sabía que era completamente falsa.

Aun así, no pudo evitar que sus palabras dolieran, porque no eran ciertas.

Porque Alanna se había pasado gran parte de su vida sola. Sin un padre que la cuidase, una madre que se preocupase por ella, un hermano que la quisiese y amigos en los que confiar. Nunca había encajado en ningún lugar, ni siquiera en Torreluna. Hasta que llegó Daphne. Ella fue la primera persona que no la miró con lástima como sí lo hacía su familia, ni la trató como una apestada como en el instituto. Si hasta Nick, que jamás le había dedicado un solo pensamiento, la conocía como la prima rarita de Lucas.

—Bueno, desde que lo conozco no se ha comportado como un idiota —le contestó, todo lo mordaz que pudo.

Si Nick se percató de que sus palabras la habían molestado, no lo demostró. En su lugar, soltó una risita de lo más cínica.

—Oliver es un gilipollas, Alanna.

«No más que tú», quiso gritarle.

—No, no lo es —dijo, en cambio, para llevarle la contraria. Para hacerlo rabiar—. A mí me cae súper bien.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now