Capítulo 47

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En contra de lo que pensaba todo el mundo, Nick Ríos sí creía en el amor. No solo porque lo había visto en los demás, sino porque también lo había sentido. Joder, con dieciocho se enamoró hasta las trancas. Y por mucho que dijese que el amor no era para alguien como él, mentía. Porque Nick se conocía, mejor que nadie, y sabía que la única razón por la que no profundizaba sus relaciones era porque le acojonaba volver a enamorarse, que era lo que ocurriría si se dejaba llevar demasiado.

Por eso, solo follaba y listo. Al día siguiente, si te he visto no me acuerdo. Parecía un cabrón, quizá lo fuera. Pero es que su miedo a sentir amor por alguien le impedía ser diferente. Porque Nick Ríos había visto los dos tipos de amor. El bueno y bonito, el que compartían Daphne y Lucas. Y el malo, malísimo: el de sus padres.

Desde pequeño había vivido la peor clase de relación familiar. La de un marido infiel y ausente y una mujer llena de temores e inseguridades. Obsesionada con un amor que no fue capaz de soltar ni aun cuando su padre se largó y se olvidó de ellos.

Nick odiaba a su padre y le aterraba amar como su madre.

Porque nadie sabía que Isabel Ríos dormía en el sofá para no acostarse con los recuerdos, se pasaba horas hablando por teléfono porque no soportaba el silencio y la soledad de su casa y seguía guardando la ropa, las fotos y los vinilos de su padre en un cajón. Nick llevaba años intentando que visitara a un especialista, a alguien que pudiera ayudarla a superar el pasado y a dejar de intentar dirigir la vida del resto solo porque no le gustara la suya propia.

Nick podía fingir que nada le importaba, pero lo cierto era que se esforzaba mucho para controlar la intensidad de sus emociones. Llevaba toda una vida haciéndolo. Desde que perdió a tres de las personas más importantes de su vida. Jessica, su primer amor. Oliver, ese hermano pequeño que no tenía. Y su padre, que decidió no solo abandonar a su mujer, sino también a su hijo.

Recordaba ese año como el peor que había vivido. Los primeros meses fueron un infierno. Todo el día triste, tirado en la cama, sin ganas de nada. Se alejó de todo y de todos. Dejó de lado planes, responsabilidad y amigos. Hasta que Lucas un día se plantó en la puerta de su casa y lo obligó a salir del hoyo en el que se había metido. Así fue como Nick se embarcó en un viaje a Australia durante seis meses.

Allí, Nick se encontró. O se conoció mejor. Creció, cambió, se tornó un hombre y descubrió que prefería estar solo a perderse a sí mismo de nuevo. A sentirse tan roto y vulnerable. A darlo todo y quedarse otra vez sin nada. Por eso eligió no volver a involucrarse emocionalmente con ninguna chica, pues cuanto menos entrasen en su vida menos correría el riesgo de querer que se quedasen.

Hasta que llegó ella aporreando la puerta de su casa. Con esa boca respondona que jamás pensó que besaría y que, ¡joder!, había sido brutal. Por eso, no podía seguir besándola, ni jugando a ese juego tan peligroso. Porque se colaría por las pequeñas grietas de su caparazón y acabaría perdiendo la cabeza por ella.

Lo sabía. Lo podía sentir en la forma en la que su tacto encendía su piel. En la que su sonrisa le aceleraba el pulso. En el hormigueo de su lengua cada vez que la veía morderse el labio inferior. Las ganas de sus dedos cuando se recogía el pelo y dejaba su cuello al descubierto. Lo notaba en las excusas baratas que utilizaba para verla o en lo mucho que le gustaba hablar con ella, picarla, hacerla reír. En lo mucho que deseaba cuidarla y protegerla, calmar su ansiedad. Por Dios, ¡si hasta le había dejado conducir su moto! Nick nunca le dejaba su moto a nadie, ni siquiera a Lucas.

Mierda, estaba jodidísimo.

La única solución era mantenerla tan lejos de él como le fuera posible y esa no era en absoluto una opción. Así que tendría que conformarse con mirarla y no tocarla hasta que el fuego que ardía en ellos se extinguiese y Nick, por fin, pudiera tratarla solo como a una amiga. Tampoco sería tan difícil, ¿no? A fin de cuentas, llevaba muchos años huyendo de los sentimientos y con la pelirroja todavía no había cruzado la línea de no retorno.

Era el momento perfecto para cortar cualquier acercamiento. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora