Capítulo 7

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Y lo que Nick quiso fue devolverle el golpe.

Escribió —porque para eso sí que tenía tiempo, pero para responder a sus preguntas no— un artículo en el que Alanna reconocía haber escrito esa entrevista movida por el despecho. ¡Por el amor de Dios!

Ella casi estuvo a punto de mandarlo a la mierda. Casi. Después recordó la carta del banco que descansaba en el viejo mueble del recibidor todavía sin abrir. Y se armó de valor. Redactó un correo para Brenda, le envió el artículo y le pidió, por favor, que lo publicase con sus iniciales, las mismas con las que firmó la entrevista. Era la única forma de limpiar definitivamente la reputación de Nick Ríos.

Y su jefa —exjefa—, por supuesto, lo hizo.

Al menos, Nick, una vez hubo visto, y leído, el artículo publicado, le envió un mensaje al móvil.

Mañana a las 8.30h en mi casa. Y trae café.

Y, dos segundos, después:

Ah. Y como se te ocurra contarle a alguien algo de lo que oigas o veas estando conmigo, te juro por Dios que me importara una mierda quien seas. Ahí sí que te demando.

Ella solo respondió con un simple:

Vale.

Porque se sentía rematadamente idiota.

Como ahora.

Sentada en el bordillo del portal de casa de Nick, con un café con leche en la mano, y una de esas agendas con fundas de plástico y post-it en la contraportada, que había ido a comprar adrede para este nuevo trabajo, dentro del bolso. Preparada para su primer día como asistente personal de Nick Ríos.

Pero Nick no estaba en casa.

Se había olvidado de ella.

Cualquiera podría pensar que seguía durmiendo después de pasarse toda una noche de fiesta o con alguna de esas chicas que le gustaban a él. Tan distintas a ella. Pero no. Porque había llamado al timbre por lo menos unas quince veces y no había recibido respuesta. Y, joder, Nick podía estar dormido, pero no sordo.

Suspiró y miró su teléfono por décima octava vez, pero nada. Ni una respuesta por parte de Nick a sus siete mensajes. Ni una llamada. Ni una maldita excusa, aunque fuera baratísima.

Deseó tener el coraje suficiente para pegarle un post-it en la puerta de su casa, diciéndole que se quedara él con el trabajo y largarse sin volver atrás. Pero no iba a hacerlo por razones obvias.

Así que, allí estaba, agazapada en un rincón del portal, esperando a que la lluvia torrencial que estaba cayendo sobre Madrid cesara un poco para poder irse a su casa. Porque la idea de caminar casi kilómetro y medio hasta el autobús más cercano, sin paraguas, estaba descartada. Y sí, Alanna odiaba el autobús, pero era la única forma de llegar hasta casa de Nick, ya que vivían a más de dos horas caminando.

Pero la lluvia no cesó. No, antes de que Nick Ríos apareciera.

Empapado, sudoroso y tremendamente atractivo se detuvo frente a ella. Llevaba unos shorts cortos y una camiseta fina deportiva que se le pegaba al cuerpo y no dejaba nada a la imaginación. Su pelo, mojado, caía sobre su frente, cubriendo ligeramente sus cejas.

Al reconocerla, su expresión se ensombreció.

—¿Qué haces aquí?

Ella se incorporó de un salto y se limpió el trasero con las manos.

—Trabajar. O eso es lo que debería estar haciendo desde hace casi una hora.

Algo similar al asombro titiló en sus pupilas, pero Alanna no estuvo segura porque él le dio la espalda para abrir la puerta. Ella lo siguió, agradeciendo un espacio seco.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن