Capítulo 26

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Alanna se alisó su mejor camiseta, una blanca de cuello redondo, que había combinado con unos pantalones en un tono anaranjado. Había optado, dada la idea que llevaba en la cabeza, por calzarse sus viejas y zarrapastrosas Converse.

Llamó al timbre de casa de Nick, que se encontraba a la otra punta de donde vivía ella, con un café para llevar en una mano y los dedos cruzados en la otra. Por favor, que estuviera en casa.

—¿Qué haces aquí?

Su voz puramente masculina, profunda y algo ronca, la recibió con un poco de perplejidad. Ella ignoró el saltito que dio su corazón al volverlo a ver después de una semana. ¿Cómo podía seguir poniéndose nerviosa ante su presencia?

—Buenos días a ti también —lo saludó ella, entregándole el café que acababa de comprar. Solamente Nick Ríos bebía el café caliente en verano—. ¿A qué hora sales a correr? —preguntó, observando sus pintas.

El pelo, húmedo por el sudor, le caía deshecho por la frente, y la camiseta deportiva de manga corta se le pegaba al cuerpo de tal manera que no dejaba ni una sola línea dura y trabajada a la imaginación. Jolín, qué guapo era.

—A las siete y cuarto —respondió él, ajeno a su escrutinio—. Pero eso no responde a mi pregunta.

Alanna parpadeó, regresando a la conversación y haciendo un intento por olvidarse de toda esa masa muscular que le provocaba cosquillas en la parte baja del estómago. Tragó saliva, deseando tener un café ella también para poder salivar de nuevo. Agua. Un zumo. Lo que fuera con que fuera líquido.

—H-he hecho una lista con un montón de localizaciones cerca de Torreluna —dijo—, para hacer fotos.

Al ver que él se quedaba mirándola sin decir nada, explicó:

—Para... ya sabes... buscar inspiración —se aclaró la garganta.

—¿Qué?

—Pues eso —sonrió. E intentó implantar seguridad a su tono—. Se me han ocurrido algunas ideas para ayudarte. Y empezaremos hoy con la primera.

—¿Hoy? —había pocas veces que los ojos dorados de Nick reflejaban lo que él pensaba realmente. Y, ahora mismo, era una de ellas—. Tú estás loca —verbalizó con una risita burlona—. Estoy de vacaciones, no voy a empezar a trabajar todavía. Además, yo no funciono así.

—¿Ah no? ¿Y cómo funcionas?

—Simplemente, veo una imagen y la capturo.

—Ya, pero te recuerdo que la chica esta...

—Erika —le recordó.

—Erika, eso —agradeció con un asentimiento de cabeza—. Quiere que le enseñes algo con sentimiento y para eso, necesitas un tema.

—¿Un tema?

Alanna le lanzó una mirada de fastidio, como si fuera imbécil.

—Un tema. Una historia que contar, Nick. Algo que haga que los demás sientan lo que muestras cuando vean las fotos. Como un libro. O una peli.

—Sé lo que has querido decir con «un tema» —dijo con retintín—. Pero ya te lo he dicho pelirroja, yo no funciono así.

—Bueno, pero ahora mismo como tu funcionas no parece servirle a Erika. Así que es momento de cambiar de táctica y confiar en mí.

—No confío nada en ti.

No iba a admitir que eso le había dolido. Cuadró los hombros y lo enfrentó.

—Pues deberías.

—¿Por qué? —él también se enderezó desde el umbral de la puerta—. ¿Cómo sé que no va a ser otra de tus jugarretas?

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz