Capítulo 13

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Doscientas veinticuatro horas más tarde, Alanna, por fin, se montaba en el coche de Nick, camino a su casa. En realidad, solo eran las tres y media de la tarde.

Estaba agotada.

Y eso que ella solo se había dedicado a mirar.

Después de grabar las tomas en las que Nick y Tessa tenían una tensión sexual no resuelta, se miraban con intensidad y se acariciaban la cara, pasaron a rodar por separado. Cada uno su propio vídeo promocional.

Hicieron una breve parada para que el equipo de producción pudiera coger fuerzas y siguieron con el cambio de planos, o como narices se le dijera al acercar y alejar la cámara en diferentes secuencias.

—¿Te dejo en casa?

¿Dónde iba a dejarla si no?

Alanna no tenía muchos amigos en la ciudad. Ni uno, a decir verdad. Así que, pasaba las horas muertas en la soledad de su casa. Refugiada en sus libros.

—Sí, claro —asintió.

Sin decir nada más, Nick puso el coche en marcha, con la voz de Imagine Dragons de fondo.

A Nick le gustaba Imagine Dragons.

A ella le gustaba Nick.

No tenía ningún sentido seguir negando lo evidente. Le gustaba porque, en realidad, siempre le había gustado. Quizá ya no se sentía como la niña de quince años que lo miraba embobada. Ahora era diferente. Más físico. Más... real. Pero ahí estaban. Las ganas vibrando con fuerza desde lo más profundo de su ser.

Ganas de posar su mano sobre el muslo de Nick y acariciarlo por encima de la tela de sus vaqueros. De apoyar la cabeza en su hombro e inhalar su aroma a perfume caro y algo más. De besar su mejilla, la línea recta de su mandíbula recubierta por una fina barba bien recortada, y sus labios, el de abajo un poco más grueso que el arriba pero igual de sugerentes.

Ganas.

Todo se reducía a eso.

Ganas de Nick.

Y era lo peor que le podía pasar.

Porque Nick Ríos y Alanna De la Vega eran como dos carreteras que nunca se cruzaban.

Gimió para sus adentros.

—¿Estás bien? —la miró de reojo al escuchar su quejido.

—Ehhh... sí —fue rápida—. Solo... tengo hambre.

Lo que no era mentira. Nick soltó una risita.

—¿Qué? —inquirió ella.

—Nada —hizo una mueca—. Solo me preguntaba que cuándo no tienes hambre tú.

Alanna le hizo un gesto de hastío con los labios, lo que hizo que su risa se acentuara, atrapándola en ella. Él volvió a concentrarse en la carretera y ella aprovechó para contemplarlo. Una vez más. Como si no lo hubiera hecho unas mil veces antes. Como si no conociera sus rasgos casi de memoria.

Dejó que sus ojos vagaran a sus anchas, disfrutando de las vistas. Desde su corte de pelo, tan peculiar, tan él, tan peinado, pero a la vez sin peinar, hasta llegar a sus manos. Las tenía grandes, con dedos largos y finos y las uñas cortas y limpias. Pero eso ella ya lo sabía. Había observado muy detenidamente esas manos...

Cruzó las piernas, manteniendo a raya todas sus emociones.

Y se centró en el reloj que llevaba en la muñeca. Era una pieza grande y masculina que encajaba perfectamente en ese trozo de piel tan marcado, tan... bronceado.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now