Capítulo 11

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A las seis de la mañana, un lunes de finales de junio, hacía un poco de rasca. Y Alanna, con unas bermudas negras y una camiseta de manga corta blanca, no había cogido nada para abrigarse. Podría haber subido corriendo a casa a por una chaqueta, pero el BMW X4 gris visón de Nick ya la estaba esperando en la acera de enfrente, y a ella no le apetecía hacerlo enfadar tan pronto por la mañana.

Apretó el paso para llegar al coche.

Y gimió en silencio cuando, al entrar, se dio cuenta de que el aire acondicionado estaba a toda pastilla.

—Hola —lo saludó ella, abrochándose el cinturón—. ¿A ti no te recoge un coche de la productora? —Eso se solía hacer con los famosos, ¿no?

—Digamos que prefiero conducir —fue su respuesta—. ¿Y el café?

Alanna lo miró boquiabierta.

Le había enviado un mensaje diciéndole que ya salía de casa y que, por favor, fuera puntual y llevara café. Obviamente, pensó que era broma.

—Son las seis de la mañana, Nick —rechistó—. ¿Dónde quieres que lo compre?

—¿No tienes café en tu casa? —él tenía la voz ronca de alguien que todavía no se había espabilado y ella intentó que no le gustase demasiado.

—No tomo café.

—Cierto —chasqueó la lengua, mientras apretaba el botón Starstop y ponía el motor en marcha—, tomas té... ¿de canela? —arrugó la nariz, ajeno a como el corazón de Alanna se saltaba un latido.

Porque Nick Ríos comenzaba a saber cosas de ella.

—De caramelo —lo corrigió.

—Eso —giró a la izquierda, abandonando el barrio en el que vivía Alanna y que todavía seguía dormido—. A saber a qué sabe eso.

Su tono fue serio, pero, de reojo, Alanna vio como la comisura de sus labios se elevaba ligeramente. Ella se mordió el labio inferior para no sonreír como una idiota.

Y mientras él se concentraba en la carretera, ella se dedicó a buscar el botón del aire acondicionado para bajarlo. O para apagarlo directamente. Tarea imposible ya que ese coche tenía más teclas que un piano. Así que, optó por cerrar las rejillas por las que salía el aire y desviarlas hacia los laterales.

Nick se dio cuenta y le preguntó sin mirarla.

—¿Tienes frío?

Ella asintió y él estiró el brazo hacia el asiento trasero para coger una sudadera. Se la lanzó.

Al parecer, apagar el aire no era una opción. Daba igual. Ella se puso la sudadera gris de Nike muy gustosamente.

Olía a él.

A perfume caro y algo más. Algo puramente masculino.

Descubrió que no había olor más maravilloso.

Se arrebujó en el calorcito que desprendía la prenda y dejó que Demons de Imagine Dragons la meciera en un silencio placentero.

Tuvo que quedarse dormida, porque lo primero que vio fue la cara de Nick demasiado cerca de la suya. Y su aliento, cálido, rozándole la piel mientras la llamaba.

—Eh, ratona.

Parpadeó, enfocando la vista.

Él, al verla con los ojos abiertos, se apartó un poco. Pero solo un poco. Porque ella seguía sintiendo su presencia.

—Es hora de ponerse a trabajar.

Alanna se incorporó lentamente, quedándose a escasos centímetros de la boca de Nick, que, en cuanto fue consciente de su cercanía, se puso en guardia y regresó a su asiento con rapidez.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now