Capítulo 83

105 19 3
                                    

—Tienes cara de querer matar a Nick Ríos —le dijo Oliver, sentándose frente a ella—. ¿Necesitas ayuda?

Habían quedado para desayunar en su cafetería favorita.

—No me vendría mal un poco, la verdad —masculló ella, moviendo la bolsita de té dentro del agua.

No había pegado ojo y encima se había despertado con unas ojeras que daban miedo. Y sintiéndose muy ridícula. ¿Cómo se le ocurría declararse a Nick? Si él le había dejado claro que, en todo momento, que solo eran amigos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó su amigo, cambiando el café de la taza a un vaso con hielo.

Que no era más que otra tonta enamorada de Nick Ríos.

—Él... no me quiere. Y yo...

—Estás enamorada hasta las trancas —agregó por ella.

Al principio, dudó en si desahogarse con Oliver o no. Pero desde que anoche la dejó en la puerta de casa con un «lo siento» y una mirada repleta de lástima, Alanna tenía un nudo del tamaño de una casa instalado en la boca del estómago. Y necesitaba deshacerlo. Aunque fuera expulsándolo en forma de palabras.

—Soy idiota, ¿no?

—Nick es el idiota —declaró Oliver, después de darle un trago largo a su café.

—En realidad, tú y esa tía tenéis la culpa.

Alanna no estaba celosa de Jessica. Creía a Nick cuando le decía que ya no sentía nada por ella. Sin embargo, no podía evitar sentir rabia hacia ella. Porque se había enamorado de un chico que llevaba toda la vida esforzándose por no permitir que otra chica entrase en su corazón.

Y ahora no tenía ni puñetera idea de cómo aceptarlo... y seguir haciendo su vida.

—Eso no es del todo así —se defendió Oliver—. Puede ser que Jessica y yo le hiciéramos daño. Acepto mi culpa y ya estoy pagando mi error. Pero Nick tiene treinta y un años, Alanna. Ya es mayorcito para basar el resto de su vida en una relación que tuvo a los dieciocho. Los traumas se trabajan, ¿sabes?

Alanna había pensado lo mismo, hasta que lo comparó con su relación con Axel. Ella se había pasado doce años huyendo de su hermano, con ataques de ansiedad cada vez que lo tenía cerca... y no fue hasta que se sentaron a hablar que ella pudo empezar a sanar su herida.

Tal vez, Nick necesitara hablar con ellos. Con los dos. Jessica le había propuesto a Nick ir a tomar un café, pero él acabó rechazándola. Y cada vez que Oliver aparecía en el radar de Nick, este se comportaba como si en vez de un chico hubiera una maldita farola a su lado.

—Aunque si te sirve —comenzó Oliver, haciendo girar el hielo en el interior del vaso—, yo creo que te quiere, pero está acojonado.

Ya, eso había creído ella también. Hasta que se regañó por ser tan ilusa. La quisiera o no, Nick jamás la erigiría por encima del resto de su vida.

—Si me quiere, pero no quiere estar conmigo, tampoco me sirve de nada —suspiró y dio un tragó a su té de caramelo que ya se había enfriado un poco—. De todas formas —prosiguió, ante la atenta mirada de Oliver—, he tomado una decisión. No quiero aceptar más migajas de nadie.

Las cejas de Oliver se alzaron con sorpresa y una sonrisa, que nada tenía que ver con las de canalla que solía esbozar siempre, se extendió por su cara. Fue bonita. Sincera.

—Por esa valiente decisión, entonces—levantó su vaso, al que ya no le quedaba más que un culo de café, en un brindis.

—Por que me dure la fuerza de voluntad —chocó la porcelana con el cristal.

Oliver se rio y entrelazó sus manos con las suyas para infundirle ánimo. En otra ocasión, Alanna se hubiera sentido incómoda ante el contacto y se hubiera apartado en el acto. Pero hacía ya semanas que había incluido a Oliver en su reducido grupo de amigos y no le molestó. Todo lo contrario. Lo sintió hasta reconfortante.

—Ya verás como si —la alentó, contento de verdad. Ella le devolvió la sonrisa—. Aunque... ¿qué pasaría si, ahora mismo, Nick entrase por esa puerta y te declarase su amor? ¿Le dirías que no?

Alanna rodó los ojos.

—Eso no va a ocurrir.

—Imagínatelo —instó Oliver, con un brillo misterioso en sus ojos verdes—. ¿Le dirías que no?

—Le diría que me lo tendría que pensar.

Y, probablemente, diez segundos después se lanzaría a sus brazos. Así de tonta era. Y así de pillada estaba.

—Genial —Oliver chasqueó la lengua—. Pues ve preparándote porque está a punto de hacerlo.

A Alanna se le subió el estómago a la garganta.

—¿Qué?

Se giró en redondo y, efectivamente, allí estaba Nick. Parado en la puerta de la cafetería, con el pelo revuelto y la mirada fija en sus manos entrelazadas. Sus ojos dorados se oscurecieron y lo que fuera que había ido a decirle se perdió en la rabia profunda que mudó su expresión.

Nick se dio la vuelta y salió como un rayo del local. Alanna tardó un segundo de más en levantarse y salir tras él con Oliver pisándole los talones.

Menos mal que conocían a la dueña desde hacía años, porque se fueron de allí sin pagar el desayuno. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now