Capítulo 89

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Axel se quedó quieto cuando la vio de pie en la puerta de su casa. Tenía los ojos hinchados y las mejillas rojas, como si hubiera estado llorando. El vestido dorado que llevaba puesto le indicaba que venía directa de la fiesta de Santa Luna.

—Hola —lo saludó ella.

—Hola.

A veces, Axel se sentía el tío más gilipollas del planeta tierra.

—Yo... lo he dejado con Nick.

Mierda.

Axel tragó saliva.

—Lo siento —Fue todo lo que dijo, porque, ¿preguntarle no sería demasiado entrometido?

—Y no quiero volver a casa de los tíos —lo miró suplicante.

Axel parpadeó.

Y su corazón se sacudió nervioso.

Porque esa chica que tenía delante era su hermana, su familia, y él había renegado de ella durante toda su vida. Había sido tan injusto, tan egoísta creyendo que solamente él había sufrido, que a él le había tocado vivir la peor parte. Pero ni por asomo había sido así.

Su padre jamás lo dejó a él, sino a su madre. Su padre siempre compartió su tiempo con los dos. Los había querido por igual y había intentado, por todos sus medios, que se cuidasen y se protegiesen el uno al otro.

Y Axel le había fallado.

Si su padre supiera que había abandonado a Alanna a su suerte durante todos estos años, lo miraría con decepción. Con dolor. Ahora, Axel era el que miraba a su hermana y se preguntaba qué cojones era eso que le había hecho odiarla tanto. Solo necesitaba echarle un vistazo para darse cuenta de que esa mujer era todo menos mala. Además, a leguas podía verse lo sola que se sentía. Una soledad muy parecida a la suya.

Axel no tenía ni puñetera idea de cómo ser un hermano mayor, pero quería serlo con todas sus fuerzas. Por eso, se escuchó diciendo:

—Pue... Puedes quedarte aquí, si quieres.

Ella lo miró con cautela.

—¿No... te importa?

Axel soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo.

—Joder Alanna, claro que no. Me encantaría que lo hicieras, de hecho.

Y eso fue suficiente para que su hermana hiciera lo que él no se había atrevido a hacer. Abrazarlo. La sintió romperse a llorar en sus brazos y Axel tuvo que apretar la mandíbula para no hacerlo también.

—Gracias —dijo ella, con un murmullo tembloroso.

«Gracias a ti», quiso decirle él. Por haberlo perdonado después de todo. Por darle una segunda oportunidad para enmendar su error. No iba a cometerlo de nuevo. Ahora que había conseguido llegar a ella, iba a darle todo lo que tenía. Aunque fuese poco.

Porque la chica que tenía delante era su hermana, de su sangre, lo único que le quedaba de su padre, y Axel quería recuperarla.


***


 Nick observó la maleta abierta que había dejado encima de la cama. Era hora de irse a casa. De vuelta a Madrid, a su vida normal y a su trabajo. Y, sin embargo, todavía no había sido capaz de poner una sola prenda en ella.

Porque no quería irse.

Él, que llevaba más de diez años evitando Torreluna, que, cada vez que iba de visita, contaba las horas para salir pitando de allí, ahora solo deseaba dar marcha atrás en el tiempo para empezar de nuevo el verano. En esa casa.

Con Alanna.

La culpable de que él ni siquiera supiera qué hacer con su puta vida.

Las primeras horas desde que ella se marchó y lo dejó solo en la oscuridad del parque, Nick había actuado un poco en modo automático. Se había dedicado a comer, entrenar y ver la televisión. A sobrevivir en la maraña de pensamientos que era su cabeza.

Ni siquiera entendía una mierda de lo que había ocurrido. Pero, de la noche a la mañana, la pelirroja lo había dejado. Y él sentía una presión en el pecho que le impedía respirar con normalidad. Había ignorado las llamadas de Lucas, los mensajes de Daphne, las visitas de Venus y hasta las charlas de su madre. Los había ignorado a todos, pero no había apagado el teléfono, ni había cerrado la puerta con llave. Por si ella quería volver.

Por eso, su corazón seguía saltándose un latido cada vez que escuchaba el sonido de la cerradura o el de su móvil anunciando un mensaje. Porque seguía esperando a que ella volviese para decirle que lo había pensado mejor. Porque él sí lo había pensado mejor, joder.

No había dejado de repetirse una y otra vez qué narices estaba haciendo. ¿Se iba a rendir tan fácilmente? ¿La dejaría escapar y ya? Se había planteado un millón de veces ir tras ella, pero no lo había hecho. Porque Alanna le había pedido tiempo y él era incapaz de no respetarla. Además, ¿de que serviría si no podía decirle que la quería? Si cada vez que abría la boca para pronunciar esas dos putas palabras se quedaba sin voz.

Había dicho en serio lo de que ella no se merecía eso. No. Se merecía a alguien mejor. Alguien que tuviera las agallas de gritarle al mundo que la quería.

En esos días, Nick había aprendido algo nuevo sobre el amor. Cuando querías a alguien de verdad, eras capaz de hacer cualquier cosa por esa persona. Y aceptar sus decisiones, por mucho que te desgarrasen por dentro, era una de ellas.

Eso fue lo que al final acabó instándolo a moverse, abrir el armario y tirar toda la ropa encima de la cama. Lo que lo llevó a dejar de postergar su regreso a la vida real. Sin ella.

—¿No sabes qué llevarte? —La voz de su madre lo sacó de sus pensamientos.

Giró la cabeza y se encontró a Isabel Ríos mirándolo como solo una madre podría hacer.

—¿Tu no tenías una reunión?

Ella asintió.

—La he cancelado.

—¿Por qué?

—Porque mi hijo me necesitaba.

Algo en su interior hizo clic.

No aguantó más. Se dejó caer sobre el borde del colchón y se cubrió la cara con las manos. Todo salió a la superficie.

La rabia, el enfado, el miedo, el dolor... todo. Todo lo que sentía por esa pelirroja que un día se coló en su vida y rompió todas y cada una de las murallas que había erigido alrededor de su corazón.

Odiaba sentirse tan débil. Tan... expuesto.

Su madre se sentó a su lado y lo acunó con fuerza. No hablaron durante un buen rato, hasta que un rato después, el susurro de su madre hizo eco en su habitación.

—Háblame de Alanna.

—¿Para qué? No la soportas.

—Eso era antes.

—¿Antes de qué?

Su madre suspiró.

—Antes de verte tan feliz con ella.


Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now