Capítulo 37

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El concierto continuó con una mezcla de canciones muy curiosas, algunas de las cuales Alanna no había escuchado en su vida. A ver, ¡tenía veintiocho años!, sus listas de reproducción, en su gran mayoría, contaban con grupos de su época y canciones viejas. El grupillo que cantaba en el escenario apenas había alcanzado la mayoría de edad, por lo que su música, aparte de actual, era mucho más moderna.

Aun así, Alanna se había descubierto guardando un par de estrofas de algunas para buscarlas más tarde, porque le habían gustado. Como la que estaba sonando ahora mismo, cuya letra se estaba colando por su sistema auditivo.

Haciéndole pensar en él.

Hoy es el momento perfecto de probar el efecto de dejarse llevar

Hoy voy a intentarlo, y si no, voy a volverlo a intentar

No importa lo que pueda fallar

Borrón y después te cuento otra vez

Aunque, analizándolo bien, últimamente todo le hacía pensar él.

Alanna no se quitaba de la cabeza a ese chico alto, y demasiado guapo para su propio bien, que la observaba con atención desde un par de mesas más atrás. Podía sentir el rayo láser de sus ojos apuntando directamente a su espalda y estaba resistiendo, con todas sus fuerzas, la tentación de darse la vuelta y mirarlo.

Ni que decir que la resistencia le duró una estrofa. Le pudieron las ganas. Y a él, al parecer también, porque cuando lo buscó con la mirada, se dio de lleno con sus ojos, oscurecidos por el ambiente del local, que la miraban sin disimular.

Por eso quiero volver a empezar de nuevo

Llevo los pies en el suelo y en el cielo el corazón

Sintió un millón de descargas eléctricas crepitar en su interior. Esperó a que él volviera su vista al escenario, pero no lo hizo, ni siquiera para darle un trago a su cerveza, retándola a que los apartara ella primero.

Pero ese fuego que se extendía, cada vez con más frecuencia, por sus venas —sobre todo, cuando Nick estaba presente—, tomó en esos momentos el control de sus acciones y lo enfrentó con todo. ¿Nick quería jugar? Bien. Ella no abandonaría la partida.

Él sonrió ante el desafío que ella acababa de lanzarle. Una sonrisa lenta, ladina, que le hizo la boca agua. Un calor ardiente bajó por su abdomen y se instaló entre sus piernas, despertando un deseo como nunca lo había sentido.

Te digo que puedes contar conmigo

Que si saltas, yo te sigo

Puedo enseñarte a volar

Déjate llevar

Ella no era muy versada en temas de amor, ni sexo, ni relaciones personales. De hecho, jamás se imaginó a sí misma lanzándose miraditas sensuales con un chico. Y menos que ese chico fuera Nick Ríos. Pero con él, Alanna había descubierto que lo quería todo. Pasión, conexión, un deseo desenfrenado... que la hiciera gozar y la llevara al éxtasis más exquisito. Porque podría ser virgen, pero también se excitaba.

Si bien las mejillas se le tiñeron de un rojo oscuro, no se achantó. Él estaba poniéndola a prueba, viendo hasta donde era capaz de llegar y ella quería dejarse llevar. Si Nick la miraba sería por algo, ¿no? No era tan tonta como para pensar que ella le gustaba a él, no de la misma forma que él le gustaba a ella. Pero ¿y el sexo? ¿Qué pasaría si Nick sí la deseaba sexualmente? Pues que ella se lanzaría de cabeza por ese acantilado sin pensárselo.

Guardo una lección de teoría y la vieja manía de quererte querer

Guardo tantas cosas que no, que no te puedo olvidar

Si a veces es tan tonto pensar

Si a veces sin más lo he sabi'o sentir

Dejarse llevar.

Con la letra de la canción resonando en su cerebro, manteniendo ocupado su raciocinio, Alanna De la Vega se puso en plan sexi. ¡Y ella no se había puesto en plan sexi en su vida! O sea, literalmente que no sabía ni por dónde empezar. Pero como había leído centenares de novelas románticas, y eróticas, con eso tendría que valer.

Respiró hondo y se olvidó de que estaba en un bar, rodeada de gente, compartiendo una mesa con cinco chicos más que, seguramente, estarían mirándola y preguntándose qué narices hacía tanto rato girada. También de su preocupación por parecer una rarita, del ruido y hasta de su ansiedad. Se olvidó de todo para concentrarse en él.

Lo primero que hizo fue relajar los hombros, elevar su postura y agudizar la mirada —o esa fue su intención—, y dejó que el gris azulado de sus ojos se fundiera paulatinamente con el dorado de los de Nick. Supo, al instante, que no estaba funcionando, por sus cejas elevadas en una expresión burlona.

Genial, ¡qué patético todo!

¡Qué patética ella!

Que creas que guardamos una estrella

Que si logras dar con ella, ilumina a los demás

Se negó a echarse atrás e hizo lo único que se le ocurrió que podía surtir efecto: se mordió el labio inferior —y no, no creía para nada que le hubiera salido en plan mujer fatal—. Sin embargo, la sorna se esfumó de las facciones de Nick y su mirada se intensificó. Ya no había ni rastro de diversión en su mirada, solo un fuego intenso que alteró todo su sistema nervioso.

El corazón de Alanna comenzó a retumbar con fuerza en sus oídos, mezclándose con esa canción que no acababa nunca y cuya letra parecía mandarle un mensaje:

Y dicen que soñar vale de poco

Y que reírse como un loco no lleva a ningún lugar

Loco, loco, pero a mi manera y será lo que Dios quiera

Puedo enseñarte a volar

Déjate llevar

Ella se dejaría llevar con él sin pensarlo dos veces. Pero ¿él con ella? Lo dudaba.

Los ojos de Nick, que seguían absorbiendo sus rasgos, refulgían como un incendio en medio de un bosque oscuro, haciendo que los suyos comenzaran a titubear. Las cosas se estaban poniendo serias. Todo su cuerpo estaba encendido, sus piernas cruzadas y apretadas, sus pezones tersos, su piel erizada...

Empezó a dudar de lo que estaba haciendo, porque detrás de toda esa pasión, se abría paso una certeza mucho más poderosa que le hizo darse cuenta de que, en realidad, aunque ella hubiera comenzado el juego, nunca saldría vencedora. Porque Alanna estaba completamente a merced de Nick, siempre lo había estado, y él solo parecía un poco alterado. Ni siquiera lo suficiente como para levantarse e ir a buscarla. O mandarle un mensaje diciéndole que salieran.

Ella iría tras él y él lo sabía.

Era un ratón intentando atrapar a un gato.

—Creo necesito ir al baño —masculló en voz alta.



Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now