Capítulo 88

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Una vez fuera, los envolvió la oscuridad del parque que rodeaba el edificio. El ayuntamiento, después de una larga pelea con los habitantes del pueblo, decidió instalar algunas farolas por el parque. La zona de Baila Conmigo no estaba entre ellas. Según el alcalde, «la luz de la academia iluminaba el camino».

Alanna quiso objetar al respecto. Pues, ahora que estaba justo ahí en medio, dejando que la suave brisa veraniega le refrescase la piel, podía ver cómo, en realidad, no iluminaba más de dos metros a distancia.

Eso los dejaba, a Nick y a ella, con la única luz de la luna.

—Hola —masculló él cuando la tuvo justo enfrente.

Sus ojos acariciaron su cara como si la hubiese echado de menos. Ella tuvo que armarse de coraje para enfrentar esa conversación sin titubear.

—Hola.

—Alanna, yo... lo siento. —Nick alargó la mano para coger la suya—. Esta mañana me he comportado como un imbécil y ayer yo... no debería haber dejado que te fueras. Pero no estaba celoso, o no del todo. Solo que ver a Oliver contigo me recuerda a... —se calló de golpe, incapaz de decirlo.

Eso hizo que Alanna se reafirmara en su decisión.

—Jessica.

Su ex. La chica por la que había dejado de ir al pueblo. De la que se había enamorado hasta decir basta. Por la que había decidido no volver a enamorarse.

Esa misma chica con la que, hacía menos de cinco minutos, había estado hablando.

Se mordió la lengua para no preguntarle por ella.

—Sí. —Al menos, no agachó la cabeza ni desvío la vista. Tampoco lo hizo cuando dijo—: Acabo de hablar con ella.

—Lo sé. Os he visto.

No fue hasta que lo dijo que pensó que, quizás, no debería haberlo hecho.

—Se me ha declarado.

Todo su cuerpo se tensó.

—¿Ah sí? —Su voz sonó estrangulada.

—Me ha dicho que sigue queriéndome —Nick no parecía entusiasmado por ello. Es más, cualquier diría que estaba hablando de una declaración romántica y no de un suceso trágico—. Si te digo la verdad, no me lo creo mucho. Pero bueno, no importa. El caso es que yo le he dicho que no.

—¿Qué no qué?

Estaba a punto de sufrir un microinfarto.

—Que no la quiero —confirmó, tan seguro de sus palabras que ella tuvo ganas de llorar—. Que he pasado página. Que... no quiero intentarlo otra vez con ella.

—¿No?

Él negó con la cabeza a la vez que introdujo los dedos por dentro de su pelo, rompiendo así los escasos centímetros que los separaban. Su pulgar se quedó acariciando con suavidad la parte alta del pómulo.

—¿Por qué?

Los labios de Nick se estiraron en una sonrisa.

—Porque quiero estar contigo, pelirroja.

Y su corazón se agitó con una fuerza arrolladora. Tanto que, a punto estuvo de comprobar, que seguía latiendo con normalidad y no tenían que llevarla a un hospital.

—¿Conmigo? —Aun así, y pese a quererlo con toda su alma, no podía enviar todas sus convicciones a freír espárragos. No tan fácil—. ¿Conmigo cómo? ¿Cómo una pareja?

Dios, si hasta le costaba decirlo en voz alta.

Lo vio encogerse de hombros.

—No creo que haga falta ponerle etiquetas, ¿no? —Ella sintió la desilusión abriéndose paso en su interior —. Nos gustamos y estamos bien juntos. ¿Por qué no seguir estándolo en Madrid?

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now