Capítulo 24

86 15 1
                                    


Daph, estoy en TL. 

He venido con Nick.

¿Y eso?

Según él, trabajo para él y, aunque está de vacas, tiene que trabajar.

¿Y según tú?

No lo sé. Aunque tengo una teoría.

JAJAJA. ¿Y cuál es?

Que me ha hecho creer que me ha perdonado 

para luego vengarse de mí por lo de la entrevista.

¿Te ha perdonado?

Sí.

¿En serio? ¡Qué bien!

Me alegro un montón Alanni...

Aunque llevamos aquí dos días ya y todavía no me ha dicho nada,

por lo que empiezo a dudar que igual se ha arrepentido.

Me está pagando por no hacer nada.

Déjalo, está forrado...

Pero es que, pf, no me gusta mucho estar en el pueblo...

Ni a él.

Ya, pues eso.

¿Crees que todo forma parte de una venganza?

Jajajaja, no lo creo.

Nick es bastante claro.

Si no te hubiera perdonado, no te lo hubiera dicho.

Ya bueno...

¡Madre mía! No me creo que estéis los dos en TL.

Ver para creer.

Pues ven entonces.

Y, de paso, me ves a mí.

Siiii.

¡¡¡Qué ganas!!!

Si no pasa nada, iremos en un par de semanas

y nos quedaremos allí hasta Santa Luna.

Santa Luna era la patrona del pueblo y todos los años se hacía una cena en su honor y se presentaba a la siguiente reina de las fiestas. El pueblo se vestía de gala con esa excusa.

Pff Santa Luna.

Ya está todo el pueblo empapelado.

¿Este año no te han llamado para participar en la organización?

¡No! Gracias a Dios.

Desde aquel Halloween que organizaron juntas con Marisa y el resto de junta organizadora, Alanna y Daphne se habían mantenido bien lejos de ese tipo de cosas. Daphne porque cuando llegaba a Torreluna era para estar en familia y ella porque solo iba de uvas a peras.

Aunque dudo que lo hagan.

Seguro que la madre de Nick me odia.

¿Y a quién no odia Patty? ¿O es Selma?

A mí también me odia.

A ti ya no, ahora te mira hasta con orgullo.

A mí... puede que tenga una foto mía detrás de la puerta y me haga vudú.

Y, definitivamente, es Patty.




Como ya se temía Alanna, Nick no la llamó.

Ni el primer día, ni el segundo. Tampoco el tercero. Ella lo esperó pacientemente. Le dio tiempo para que se adaptara al pueblo. A su madre. Hasta de disfrutar un fin de semana de sol y piscina. A Nick siempre le había gustado la piscina. Al menos, así lo recordaba ella.

Alanna aprovechó para hacer lo mismo.

Se instaló en casa de sus tíos, no sin antes avisarles con una breve llamada. Disfrutó de estar con Kala, le contó muy por encima su vida en Madrid, porque, en realidad, no era en absoluto interesante. A veces, se unía Lia, aunque era la más distante de todas sus primas y casi nunca pasaba tiempo en familia. Venus no había pasado muchas veces por casa y Alanna no era tonta, sabía con quién había estado y, todos los días, resistía la tentación de preguntarle por él.

Prefirió escribirle un mensaje, que él contestó escuetamente con un «ya te avisaré, pelirroja», pero nunca llegaba ese aviso.

Alanna dejó que pasara el sexto día, el séptimo también. Empezó un libro: El mapa de los anhelos, de Alice Kellen. Lo terminó. Se ordenó su habitación, vaciando el armario de prendas viejas que ya no le servían. Otras, las que estaban en mejor estado, se las quedó. Todavía podría sacarles partido. También, se quedó con alguna prenda que Daph debía haber dejado por allí. Su amiga era más bajita y tenía muchas más caderas, por lo que nunca podían compartir pantalones, ni faldas, pero sí camisetas. Y tops. Incluso vestidos. Aunque éstos últimos, a Alanna solían quedarle muy cortos.

En otro tiempo, tal vez, los hubiera retirado. Pero ahora no lo hizo. Ahora decidió quedarse con esos tres minúsculos vestidos que estaban colgados en su armario. No sabía si los utilizaría algún día, quizá no, quizá continuaran cogiendo polvo allí dentro, pero había algo en ella, algo nuevo y desconocido, que la impulsaba a querer soltarse un poco más. A querer atreverse.

El octavo día, Alanna decidió que ya había esperado suficiente. No lo llamaría. Tampoco le enviaría un mensaje. No. Haría algo mucho más efectivo: iría a buscarlo. Al día siguiente, con los primeros rayos del sol, Alanna De la Vega obligaría a Nick Ríos a ponerse a trabajar con ella. Quisiera él o no quisiera.

Para ello, decidió que lo primero que tenía qué hacer era investigar sobre exposiciones de fotografía. Sobre qué era importante y necesario. Sobre fotografías con alma. Así que, cogió su ordenador portátil, su única posesión valiosa después de venderlo casi todo, y empezó con el trabajo de campo.

Dos horas después, Alanna De la Vega apagaba la luz de su mesilla de noche, con la cabeza llena de planos, ángulos y colores. Y una lista de diez ideas que podrían servirle a Nick de inspiración en Torreluna. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora