Capítulo 67

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Daphne sonrió al ver a Nick haciéndole una foto con su móvil a Alanna, que fingía no darse cuenta mientras observaba un puestecito de bisutería hecha a mano. Le dio un codazo a Lucas, para que los observase también, pero su novio puso los ojos en blanco y la arrastró hacia otro de los tenderetes que vendía velas y jabones.

Era tan curiosa la relación entre Alanna y Nick que Daphne seguía sorprendiéndose cada vez que los veía juntos, compartiendo momentos como ese, riéndose y haciendo el tonto. Pendientes el uno del otro como si no existiera nada más a su alrededor. Como si el mundo se detuviese justo ahí, en los ojos del otro.

Tenía que reconocer que jamás se imaginó que ellos dos pudieran llegar a tener algo. Sobre todo, por parte de Nick, ya que nunca parecía prestarle atención a su amiga cuando estaba delante. Y, sin embargo, solo había hecho falta una entrevista fatídica y un poco de mangoneo por su parte, para que la pelirroja aterrizara en la vida de Nick y desestabilizara todos los cimientos sobre los que este había construido su vida.

Especialmente uno: el amor no estaba hecho para chicos como Nick.

Daphne se preguntó si Nick sería consciente de cómo miraba a Alanna cuando creía que nadie lo veía, o de la sonrisa que se dibujaba sin querer en sus comisuras cuando la pelirroja actuaba por impulso, sin pensar, sin miedo a hacer o decir una estupidez. De la forma tan sutil en la que siempre acababa acercándose a ella, como si quiera protegerla... o sentirla cerca.

—¿Crees que Nick podría enamorarse de Alanna?

Lucas pestañeó y sus ojos se desviaron hacia donde Nick se probaba una gorra negra y Alanna inmortalizaba el momento con la cámara de su móvil. En serio, parecían muy novios.

—No, no lo creo.

—¿Por qué? A ti te pasó.

—Ya, pero porque yo quería enamorarme Bambi.

—Cierto, pero no de mí. —Recordó simulando un tonito amargo. Le encantaba provocar a Lucas con ese tema.

—Bah —su novio chasqueo la lengua—, sabes que en cuanto te vi, las demás ya no tuvieron nada que hacer.

Eso la calentó por dentro, tal y como llevaba ocurriendo desde hacía cuatro años. Desde que los ojos negros de Lucas se cruzaron por primera vez con los suyos. Su corazón no había dejado de latir por ese hombre y dudaba que alguna vez lo hiciera.

—¿Y no crees que a Nick le pueda pasar?

—Hombre, como poder... —Lucas volvió a mirarlos. Daphne también. Ahora habían invertido los papeles. Alanna era la que hacía muecas con la cara mientras Nick las capturaba—. Pero Alanna y Nick son super diferentes.

—Tú y yo también —matizó Daphne, por si Lucas no lo recordaba—, y míranos. Además, ¿no te parece que Alanna ha pegado un cambio brutal? Yo la veo más feliz. Y a él también.

Su amiga no solo sonreía más, sino que estaba más presente. En las conversaciones, en los planes, en los momentos. Ya no lo observaba todo desde las sombras. Seguía sufriendo ansiedad, sí. Daphne sabía que su problema no se solucionara de la noche a la mañana. Pero, al menos, ahora brillaba. Y, en parte, era gracias a Nick. O a lo que fuera que tuviera con él.

—¿Has hablado con Nick?

—No.

—Entonces, ¿cómo sabes que está más feliz?

—Porque tengo un pálpito.

Él puso los ojos en blanco.

—Tus pálpitos te suelen llevar a meter las narices donde nadie te llama, Bambi.

Ella lo miró indignada.

—¿Algún día vas a dejar de sacarme el temita de la academia?

Porque Lucas siempre aprovechaba cualquier ocasión para recordarle su empeñó en hacer un festival de despedida para Baila Conmigo: la academia en la que había estado trabajando cuando llegó a Torreluna y que la empresa de la familia de Lucas quiso convertir en un centro comercial.

—Está claro que no —bromeó Lucas con una sonrisa ladina.

—Pues que sepas —contraatacó—, que, si no fuera por mi intervención, tus padres seguirían separados y Torreluna hubiera cambiado una academia magnifica por un horrible centro comercial.

Vio a Lucas tragarse las palabras que tenía en la punta de la lengua. Palabras que ya le había repetido hasta la saciedad. «Esa academia no daba beneficios». «El centro comercial hubiera dado puestos de trabajo». Sí, pero también hubiera destrozado el precioso parque de alrededor. Además, que el pueblo ya tenía un centro comercial a las afueras, ¿para qué quería otro?

—Sí, mi amor —respondió en cambio—. Se me olvidaba que eres Santa Daphne, patrona de las buenas acciones.

—Tu ríete —hizo una mueca—, pero sabes que tengo razón.

—No me río —la frenó para mirarla de frente. A Daphne seguía encogiéndosele el estómago cuando los ojos negros de su novio se posaban sobre ella con esa intensidad tan suya—, porque es verdad. Llegaste a Torreluna y nos cambiaste la vida. Sobre todo, a mí.

Ella sonrió, con los ojos un poco húmedos. No sabía si acabaría acostumbrándose alguna vez a que Lucas, a quien le costaba horrores hablar de sus sentimientos, se abriese a ella con tanta facilidad.

—¿Qué sería de mí ahora mismo si no te hubiera conocido? —Escuchó que le preguntaba, cubriendo sus mejillas con las palmas de sus manos y acercando su cara a la suya.

—Serías un tío aburridísimo, para que nos vamos a engañar.

Eso le hizo soltar una carcajada que acabó contagiándole.

—Menos mal, entonces, que apareciste.

—Pues sí —Ella le dedicó una de esas sonrisas que mostraban todos sus dientes y Lucas, que no podía resistirse a ellas, la besó—. Y menos mal también que conseguí convencer a Nick para que le diera trabajo a Alanna, sino seguirían sin mirarse siquiera. ¿Crees que debería hablar con Nick? ¿Preguntarle qué siente?

—Daph...

—¿Qué?

Lucas la miró como diciéndole: «Da igual, no voy a malgastar saliva en decirte que no te metas, porque vas a hacer lo que te da la gana». Por lo que acabó respondiendo:

—Nada, que te quiero.

Y ella a él.

Con locura. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora