Capítulo 82

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El reloj marcó las ocho de la mañana y Nick seguía despierto. En su estudio. Imprimiendo y revelando fotos, reorganizando carpetas y seleccionando las que escogería para la exposición. Para la que quedaban todavía unos cuantos meses.

Pero no tenía sueño.

En realidad, lo único que sentía era un incómodo aguijón en la boca del estómago que no le dejaba respirar desde que la había acompañado a casa. Desde antes, incluso. Desde ese «te quiero» que no paraba de resonar en su cabeza como una puta alarma de incendios.

Se había enamorado de él, joder.

Había ocurrido lo único que Nick no quería que ocurriese. Aunque, si era sincero consigo mismo, tendría que habérselo imaginado. ¿Qué esperaba? Que después de casi dos meses juntos, ¿ella no albergase ningún sentimiento hacia él? Alanna no era como él. No le tenía miedo al amor.

Se frotó la cara y continuó trabajando. Le dolía la cabeza y le pesaban los ojos, pero dormir no era una opción. Porque cada vez que cerraba los párpados, la veía a ella. A su mirada impregnada de una tristeza con la que no podía lidiar.

Abrió una de las tantas carpetas que contenían fotografías de Torreluna, para ir descartando las que no eran buenas, y como si el destino estuviese jugando en su contra, la primera persona que apareció en la pantalla de su ordenador fue ella. Con su melena rojiza brillante y una sonrisa tímida, tapándose la cara con las manos. Nick sonrió. Recordaba aquel día en el acantilado.

La siguiente también fue suya. En esta, lo miraba como si fuera el tío más idiota del planeta. No pudo evitar sentirse tal que así. La tercera, Alanna aparecía de fondo, con la mirada perdida y los labios entreabiertos. Sus gafas ligeramente torcidas sobre el puente de su nariz.

El corazón de Nick se saltó un latido.

Y descubrió que, sin darse cuenta, la pelirroja se había convertido en la protagonista de sus fotografías. Nick no había sido consciente de haberle hecho tantas. Salía en casi todas. Bailando con Daphne, jugando con Lisa, sonriéndole a Lucas y observando a Venus. También había un par en las que salía con su hermano. Apretó la mandíbula, con ganas de borrarlas, pero no lo hizo. Porque sabía que a Alanna le gustaría conservarlas.

No obstante, fue la siguiente imagen la que lo golpeó hasta dejarlo sin aliento.

Alanna montada sobre su moto, su silueta recortada por el sol, el naranja de su pelo brillando en contraste con el cielo y su cara iluminada por un ataque de risa. Que él le había provocado.

Dios, ¡era preciosa! Esa mujer, que siempre decía ser poquita cosa, era algo de otro puto planeta. Y, de pronto, Nick Ríos chocó de frente con la realidad.

Una realidad tan abrumadora que lo dejo tiritando.

Hacía poco más de cuatro horas que ella le había abierto su corazón y él... la había dejado marchar. Como si no importara. Como si cada célula de su cuerpo no hubiera gritado lo contrario. Como si ella no fuera el sol que había iluminado su mundo. Calentado su piel. Su alma. Como si él no sintiera lo mismo.

Se había enamorado de Alanna.

Como un completo idiota.

De otra forma, jamás le hubiera dejado las puertas abiertas de su vida. Ni hubiera compartido con ella cada uno de sus rincones favoritos de Torreluna. Tampoco le hubiera dado igual que lo supieran sus amigos. Es más, se atrevería a decir que hasta lo había deseado. Que una parte de él, tan escondida en su interior que apenas ahora empezaba a percibirla, se había sentido inmensamente cómodo con ella a su alrededor. Sin cámaras. Ni redes sociales. Sin un Madrid atosigante, ni nadie a quien darle explicaciones. Solo ellos y su familia.

Ellos dos.

Joder, ¿cómo había estado tan ciego?

Habían sido dos en todo momento. Incluso antes de emprender el camino a Torreluna. Casi desde el momento exacto en el que ella entró en su casa y le dejó claro que se llamaba Alanna.

Se le contrajo el estómago y un sudor frío le recorrió la columna.

Porque la quería, pero no quería quererla. Hacerlo era una puta locura. Era aceptar algo para lo que no estaba preparado. Algo fuerte. Intrínseco. Sempiterno. Y un miedo visceral se adhería a sus huesos con fuerza.

No obstante, Alanna le había dicho algo que se le había grabado a fuego en lo más profundo de su ser: «Porque el amor, cuando es de verdad, cuando es bonito, buscará la forma de hacerte feliz siempre. No importa lo difícil que sea.»

Nick se preguntó cómo sería dejarse llevar. Vivir ese amor sano y bonito del que hablaba la pelirroja. Cómo sería vivirlo con ella. Y comprendió algo que había tenido todo este tiempo delante pero no había sido capaz de verlo: ya lo había estado viviendo durante estos dos meses.

Mierda. Tenía que hablar con ella.

¿Dónde está tu prima?

Yo qué sé.

No está en tu casa.

Y Venus tampoco lo sabe.

¿Estás con Daphne?

Sí. Aunque se va a desayunar.

¿Con Alanna?

Puede ser.

¿Eres idiota?

¿Por qué coño no empiezas por ahí?

Porque me has preguntado por Alanna, no por Daph.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now