Capítulo 92

137 18 3
                                    

«Joder, está preciosa».

Fue lo primero que pensó Nick en cuanto pudo volver a respirar con normalidad. Llevaba mucho tiempo sin verla y... su estúpido corazón casi sale disparado de su pecho.

Se había quedado paralizado y eso que sabía que iba a aparecer. Lucas se lo dejó claro antes incluso de decirle que estaba pensando en juntar a toda la familia para celebrar su cumpleaños. Nick, en un principio, se planteó no asistir. No... estaba muy seguro de poder actuar con normalidad si la tenía cerca.

Se dio cuenta de que llevaba mucho rato mirándola como un idiota y se forzó a girar la cabeza. A comportarse. A regresar a la conversación que había estado manteniendo con Venus y que, para ser sincero, había olvidado.

Ella también se movió y comenzó a saludar a toda su familia con dos besos y un abrazo.

Nick volvió a posar los ojos en ella, aprovechando que los de Alanna no lo enfocaban a él, y se fijó en su pelo, un poco más corto de lo que lo recordaba. En su boca, tan llena y sugerente como siempre. Se fijó en su cuerpo, mucho más sano, más lustroso. Y en su sonrisa. Su maldita sonrisa. Que seguía siendo la más hermosa que había visto nunca.

Alanna era un sueño.

Del que él no podía despertar.

La pelirroja llegó hasta él y su olor se coló por sus fosas nasales, transportándolo a otro lugar. A otro momento. A casi tres meses atrás, cuando el verano ardía con la fuerza de un incendio forestal. Cuando los días eran más largos e intensos y Alanna vivía con él en su casa. La misma casa que no había podido pisar desde que se marchó.

De hecho, no pasaría la noche allí.

Había venido en la moto para ir —que Axel le hizo el favor de conducir hasta Madrid un día de principios de septiembre cuando quiso ir a ver a su hermana—, y volver en el mismo día,

—Hola Nick —Su voz le arrolló los sentidos. Dios mío, ¿cómo era posible haber echado tanto de menos una puñetera voz?

Apretó la mandíbula para que no se le notase que estaba jodidamente nervioso.

—Ey pelirroja —dijo como si nada.

Como si por dentro no fuera un maldito mar embravecido.

Él deseó que ella lo hubiera saludado con dos besos, un abrazo, o cualquier tipo de contacto que aliviase el mono que tenía. Pero no hizo nada de eso. Solo pasó por su lado, dejando un rastro de su perfume que él inhaló como un puto yonkie y se sentó a cinco personas de distancia. Lo suficientemente lejos para que hablar cara a cara fuera imposible, pero extremadamente cerca para que no pudiera quitarle los ojos de encima. Joder.

Se tragó un gemido lastimero y se bebió la copa de vino de golpe.

Nadie preguntó. Nadie dijo nada en realidad. Todos prefirieron hacer como si ellos dos no hubieran sido nunca. Como si todo fuese como antes, cuando Nick se sentaba en esa misma mesa, con la pelirroja al lado, y nunca se fijaba en ella.

Qué tonto había sido.

Ahora le parecía imposible no embelesarse con cada uno de sus movimientos. No observar la curva suave de su cuello, la forma en que las comisuras de sus labios se estiraban en pequeñas sonrisas o, qué narices, ser consciente de cómo ella también evitaba mirarlo.

Nick sintió la patada de Venus por debajo de la mesa. Se giró a mirarla con el ceño fruncido.

—Se te nota mazo tío —le susurró su amiga.

Él suspiró y se dedicó a comer. Si dos horas después de la cena, a Nick le preguntaban sobre qué habían hablado, dudaba mucho que pudiera contestar. Porque había participado en la reunión sin estar realmente presente. Pasaron los entrantes, el primer plato y el postre y Nick prácticamente no fue consciente. Tampoco lo fue de las preguntas que respondió sobre el trabajo y la exposición, porque solo podía pensar en una cosa: decirle que, a pesar de todos estos meses, él seguía sintiendo lo mismo.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now