Capítulo 51

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No supo si fue la palabra «preciosa», el matiz ronco en su voz, el deseo contenido que brillaba en sus ojos dorados o lo cerca que lo tenía y lo bien que olía, pero el cuerpo de Alanna se prendió como una cerilla. Tal vez fue una mezcla de todo eso y de las ganas que tenía acumuladas en la parte baja de su abdomen, que hacían que su sangre ardiera ahí justo donde se moría por que la tocara.

—Eh... ¿me enseñas más? —le pidió, en un hilillo de voz apenas audible.

Porque prefería hablar de sus fotos que de lo que le hacía sentir.

—¿Más qué? —masculló él, con los ojos puestos en su boca.

Alanna se mordió el labio inferior y Nick se relamió los suyos. Dios, ¿se le estaban poniendo los pezones duros? Si solo la estaba mirando.

—Más fotos —aclaró, obligándose a separarse de él.

A romper toda la tensión sexual que se había formado en el ambiente.

Nick esbozó a una sonrisa que contenía un millón de palabras no dichas. Ella se pasó la mano por el pelo, recogiéndose la larga melena en una coleta, porque de repente, tenía mucho calor. Y estaba segura de que estaba puesto el aire acondicionado.

La cogió otra vez de la mano, pero esta vez se encaminaron por la escalera hacia el piso superior. Alanna contó los escalones para no dejarse llevar por la presión suave que ejercía la mano de Nick sobre la suya. Acabaron subiendo hasta la buhardilla, donde Nick se había montado su propio estudio de fotografía.

Alanna paseó la mirada por la estancia que estaba repleta de fotos colgadas por las paredes, dispuestas por el escritorio y, seguramente, guardadas en las cajas de mimbre que decoraban las estanterías junto a libros sobre la materia. También había un estante con diferentes tipos de cámaras. Pero su favorita fue una analógica que la llevó de inmediato a su padre y a los pocos viajes que pudieron disfrutar juntos.

—¿Sabes? —le dijo a Nick, cogiendo con cuidado la cámara y observándola más de cerca—. Nunca hubiera dicho que te comprarías una casa en Torreluna y menos que te montarías un estudio de fotos en ella.

—¿Y eso por qué?

—Porque es obvio que no te gusta estar aquí —lo buscó hasta encontrarlo apoyado, de brazos cruzados, sobre el alfeizar de la ventana.

Sus palabras parecieron hacerlo reflexionar.

—En realidad, sí me gusta Torreluna —confesó—. Solo que... no tenía un buen recuerdo de ella.

—¿Tenías? —no supo muy bien por qué matizó ese punto.

Nick la miró fijamente durante un segundo eterno y después, encogiéndose de hombros, dijo:

—Digamos que este verano estoy redescubriendo el pueblo.

Y la sonrisa que le dedicó lanzó chispazos de energía por todo su cuerpo.

¿Lo estaba diciendo por ella? ¿O porque de verdad se estaba reconciliando con Torreluna? ¿Quizá por Jessica? Al final, había dejado de huir y se había enfrentado de una vez por todas a su pasado.

Al ver que Alanna seguía callada, porque la verdad es que era demasiado inexperta en eso de pillar indirectas sexuales, Nick habló de nuevo.

—¿A ti también te ha pasado?

—¿El qué? —sintió como sus piernas flaqueaban un poco.

—¿Has encontrado algo que te guste de Torreluna este verano? —Su pregunta sonó de lo más desenfadada. Nada que ver con la avidez que reflejaba su mirada.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now