Capítulo 80

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Nick subió al dormitorio con una tarrina de helado y una cuchara y sonrió como un idiota al verla tumbada de espaldas, con la sábana blanca cubriendo sus caderas, dándole besitos tiernos a Nyurca.

Se hubiera podido quedar horas observando esa escena.

Lo que hizo, en cambio, fue ir a por su cámara de fotos al desván. Cuando regresó, ella seguía en la misma posición. Pero ahora contemplaba la tormenta que se había desatado en el exterior, cuyo sonido sumía la estancia en un silencio tranquilizador.

Ella lo sintió acercarse y lo miró por encima de su hombro. Estaba preciosa, pensó Nick. Con los labios hinchados, el pelo suelto y despeinado y la piel un poco enrojecida por sus caricias.

—¿Qué haces con eso a estas horas?

Era de madrugada y seguían despiertos. Había bajado a la cocina porque las tripas de la pelirroja habían empezado a rugir furiosas. Obviamente, tenía hambre.

—Fotos.

Y lanzó la primera instantánea hacia ella, que salió con la boca abierta y el ceño fruncido.

—Oye, no —se quejó—, eso ha sido a traición.

Él tiró otra. Ella se incorporó, con el único propósito de impedir que siguiera haciéndole fotos. Pero al hacerlo, la sabana se deslizó por su cuerpo dejándola desnuda, solo con ese pequeño tanga que se había comprado y que él le había obligado a ponerse para el segundo asalto. Ella se quedó muy quieta, pero Nick no apretó el botón, aunque le tembló el dedo de ganas.

Porque Alanna De la Vega, desnuda sobre su cama, con esa melena pelirroja cayendo hasta casi rozar su cintura, era una obra de arte.

—¿Puedo? —le preguntó.

Ella titubeó.

—¿Así? ¿Desnuda?

Nick asintió.

—No será obscena, te lo prometo. Y... si no te gusta, la borro. Y si te gusta, te la doy. Y si me dejas quedármela, te juro que será solo para mí.

Parecía un poco idiota tratando de convencerla. Sabía que Alanna diría que no. A ella no le iban esas movidas artísticas. Ella era más sencilla. Más... convencional. Por eso, creyó que había escuchado mal cuando la oyó decir:

—Vale.

—¿Qué?

—Que vale —y le sonrió.

Una sonrisa que viajó hasta su entrepierna. Nick entonces capturó la foto. Así, con ella sonriendo. No bajó la cámara, pero sí la miró por encima del obturador. Ella asintió, dándole permiso para hacerle más.

Y Nick se dejó llevar.

No solo captó su cuerpo desnudo, también su espalda, sus hombros, su perfil ladeado, sus brazos estirados encima de la cama. Acabaron tumbados sobre el colchón, con él encima de ella, admirando sus pecas, el color de su pelo, su piel blanca, su cintura estrecha. Todo lo que a ella siempre le había parecido «demasiado».

No supo si fue el momento, o que él lo llevaba guardado desde hacía demasiado tiempo, pero dejó la cámara a un lado y aproximó su cara a la suya.

—Tenías razón —susurró, casi encima de sus labios—. Aquel día, cuando me dijiste que eras «demasiado», tenías razón—. Ella entornó los ojos, sin comprender—. Eres demasiado preciosa. —Recorrió el hueso de su mandíbula con los dedos—. Tu altura, que detestas, a mí me encanta. Encaja demasiado bien con la mía —Le guiñó un ojo que la hizo sonreír—. Tu cuerpo delgado... —su mano se deslizó hasta posarse en su cintura—, me pone demasiado. —Los ojos de Alanna titilaron con timidez—. Y tus pecas... hacen de tu piel toda una constelación demasiado increíble como para no admirarla. Aunque —los labios de Nick rozaron los de Alanna en un roce tibio—, tus labios, sin duda, son mis favoritos.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now