Capítulo 59

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Alanna estaba sentada a horcajadas sobre la tabla de pádel surf, tratando de remar hacia alguna parte sin éxito. Para colmo, los demás habían desaparecido. Fijo que ya había recorrido la mitad de la ruta acuática, que habían contratado sin monitor, porque todos parecían dominar a la perfección esa actividad.

Menos ella, por supuesto. Todavía seguía preguntándose la razón por la que se había dejado convencer. Si no se le daban ni un poquitín bien los deportes terrestres, ¿qué esperaba de los acuáticos? ¿Un milagro? Definitivamente, tendría que haberse hecho la enferma. Al menos, ahora estaría tranquila, en casa, tomando el sol y leyendo un libro en vez de dar vueltas sobre sí misma, en medio del mar, sin tener ni idea de para dónde narices tirar. 

—¿Necesitas ayuda?

La voz de Nick, profunda y masculina, la sobresaltó e hizo que perdiera el rumbo. Como si en algún momento lo hubiese encontrado. Volteó la cabeza en su dirección, porque era más fácil que girar la tabla, y lo vio —tan alto, tan fuerte, tan guapo— remando hacia ella en un equilibrio extraordinario.

Supo, entonces, que la culpa de que ella se hubiera sumado a esa locura era completamente de él. Había dicho que sí solo porque quería pasar más tiempo con él. Porque quería romper esa barrera que había construido entre los dos y que acabase rindiéndose a lo evidente.

Y, además, porque una parte de ella, la que no estaba llena de ansiedad, quería hacerlo. Quería ser valiente, atrevida y, simplemente, pasárselo bien.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, cuando lo tuvo cerca—. Pensaba que ya estarías con los demás al otro lado de la roca.

—¿Y perderme como tratas de remar hacia delante sin éxito? —Negó con una mueca sarcástica—. Ni hablar pelirroja.

—O sea que has venido a reírte de mí. —Se hizo la indignada.

—¿A qué si no iba a venir?

Alanna entornó los ojos.

—No sé, ¿a sacarme de aquí y llevarme a la orilla para que pueda sentarme y leer tranquilamente?

La risa de Nick se coló por su sistema nervioso.

—¿Y por qué no intentas remar? Igual te gusta.

«Me gustas tú», pensó mientras intentaba no fijarse en todos los músculos que conformaban su cuerpo.

—¡No sé remar! —exclamó, en cambio, con un quejido que a él le sacó una pequeña carcajada—. ¿Todavía no te has dado cuenta?

—Venga va —fingió estar conmovido—, haré un esfuerzo y te enseñaré. Pero eso te costará parte de tu salario.

Ella le lanzó una mirada furibunda.

—¿Solo piensas en dinero, Nick?

Él le devolvió la mirada; la suya desdeñosa.

—¿Seguro que hablamos de mí?

—Ouch, eso ha dolido —y fingió encogerse sobre su estómago.

Nick resopló con diversión y pasó a explicarle el mecanismo de los remos: si quería girar a la derecha, tenía que remar hacia la izquierda y viceversa. Una vez conseguido, Nick la instó a que se pusiera de rodillas, de forma que le fuera más fácil mover la tabla. Ella lo intentó y avanzaron unos pocos metros hacia la roca que tenían que bordear para completar la ruta. Pero los brazos de Alanna, que no estaban acostumbrados a hacer ejercicio físico, se cansaron enseguida y tuvo que parar.

Nick, también se detuvo y un millón de mariposas danzaron a lo loco por su tripa. Porque, en lugar de estar con sus amigos, estaba allí con ella, observando cómo era el mayor desastre habido y por haber en el ámbito deportivo y disfrutando del momento.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें