Capítulo 61

113 21 6
                                    

El local era pequeño, pero estaba a reventar. Tuvieron que pagar una botella de ginebra para poder acceder al reservado, pues era la única manera en la que podían sentarse y, además, tener algo de espacio personal.

Sobre todo, por la pelirroja, cuyos lugares tan multitudinarios la asfixiaban. Sonrió al recordar la cara que había puesto al entrar y la forma tan tierna en la que se había pegado a él en cuanto el sonido estridente de la música y las luces estroboscópicas los recibieron. Nick tomó la decisión al instante: irían a la zona VIP.

Durante los primeros minutos, Alanna no se movió. Nick tampoco. Se quedó a su lado por si decidía marcharse. Él lo haría con ella sin dudarlo. Al final, Daph logró arrastrarla a unos pocos metros de allí, a una esquina apartada del reservado, donde no había mucha gente, para que pudiera disfrutar y respirar a la vez.

Eso puso muy contento a Nick y ni siquiera supo por qué. Quizá, porque le encantaba verlas juntas. Eran dos personas completamente diferentes encajando perfectamente. Un poco como Lucas y él.

—Eh tío —sintió el puño de Lucas en su bíceps—, ¿me estás escuchando o qué?

No.

—Dime.

—Que qué coño te pasa.

—¿A mí? Nada, ¿por?

—Últimamente estás rarísimo, tío.

—¿Raro? ¿En qué sentido?

—Sí. No sé. —Lucas se encogió de hombros y agitó los hielos de su cubata—. Llevamos una semana en Torreluna y todavía no me has hablado de ninguna chica. Y hoy, fíjate, de vacaciones, en un pub y no le has echado el ojo a ninguna.

Eso no era del todo verdad y Lucas estaba empezando a sospechar. Por eso, ese intento nada sutil de sonsacarle información.

Nick regresó la vista hacia la única mujer a la que sí le había echado el ojo. Bailaba divertida con Daphne y Venus, como si fuera una chica normal sin ansiedad, sin miedos, ni preocupaciones. Y estaba preciosa, con su melena naranja fuego balanceándose mientras movía las caderas de forma arrítmica total. Su vestido largo, marrón chocolate, era sencillo, casi básico, pero la forma en la que dibujaba la silueta de su cuerpo lo hacía mucho más interesante. Ojalá Alanna pudiera verse desde sus ojos ahora mismo.

O en cualquier momento, la verdad.

—Eso es porque no quiero que me reconozcan —mintió solo un poco.

Pues esa noche llevaba puesta una gorra, ya que el sombrero de pescador se lo había regalado a la pelirroja. ¿Qué por qué? Porque había sentido un vuelco en el estómago cuando la había visto con él puesto, sin gafas y su millón de pecas esparcidas por su rostro. Porque le habían hormigueado los dedos por fotografiarla así. Dentro del agua, con el sol ardiendo en su pelo, y su sonrisa iluminando el día.

Había sido un impulso, del que debería haberse arrepentido después. Pero no lo había hecho.

—Venga ya tío —bufó Lucas—, he salido contigo de fiesta millones de veces. La última vez, sin ir más lejos, acabé perdiéndote la pista y tuve que irme a casa solo.

Sí, era cierto. Nick se rio ante el recuerdo. La última vez que salieron juntos fue en Madrid, un fin de semana que Lucas y Daphne visitaron la ciudad. Su amigo le dijo que Bambi se había ido a cenar con una amiga. En aquel momento, ni siquiera pensó de qué amiga se trataba. Ahora lo sabía. Y una idea cruzó su cabeza: ¿qué hubiera pasado si esa noche hubieran cenado juntos los cuatro? ¿Hubiera visto a la pelirroja de otra forma? ¿O la hubiera ignorado también, como las otras doscientas veces que habían compartido espacio?

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant