Capítulo 93

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Alanna entró hecha una furia en el salón donde todos esperaban el pastel. Ninguno la miró, ni le hizo preguntas, y ella lo agradeció. Pues no estaba segura de poder ser agradable ahora mismo. La sangre le ardía en las venas.

¿Cómo se podía se tan cabeza de chorlito? ¡Cómo!

Desde que regresó a Madrid, había estado trabajando duro en sus miedos e inseguridades con ayuda de una psicóloga maravillosa. Y había logrado muchísimas cosas. Entre ellas: hacer una entrevista de trabajo, vender al público, entablar conversaciones con extraños y poder subir a un autobús o entrar en una habitación llena de gente sin sentir que se moría de asfixia.

También había mejorado su inseguridad, pese a que todavía le quedaba mucho camino por delante. Y no se había puesto celosa de esa chica. O, al menos, tan celosa. Más bien, le había dolido que Nick hubiera podido rehacer su vida tan pronto cuando ella todavía dormía con su sudadera gris de Nike, la cual ya no olía a él porque la había lavado, pero seguía recordándole a él.

Además, que Nick estuviera obsesionado con limpiar su imagen, al menos antes, y que no hubiera hecho declaraciones al respecto, dejando que cada uno se hiciese sus propias teorías, le había dado mucho que pensar. O poco, en realidad. Porque Alanna no había dudado ni un segundo de que esa chica, increíblemente guapa, era su nuevo romance. ¿Por qué iba a pensar lo contrario si cuando salió la fotografía de ellos dos juntos a Nick casi le faltó tiempo para asegurar que eran solo amigos?

No iba a permitir que el muy idiota la hiciese sentir culpable.

Ni que la volviese a besar, eso tampoco. Aunque su sabor siguiese impreso en la superficie de sus labios y la piel le hormiguease por su contacto.

***

—¿Vas a contarme qué ha pasado?

Daphne se acercó a él.

—No —porque no tenía ganas de hablar con nadie.

Y menos con Daphne que siempre sabía dónde meter el dedo en la llaga para que escociese mucho.

—¿Es por Alanna?

—No.

Pero Daphne no se lo creía. En realidad, nadie en esa casa se lo hubiera creído.

—¿Sabes? —La voz de Daph sonó suave, casi como si le estuviese hablando a un niño enfadado. Nick, de pronto, se sintió un idiota—. Siempre pensé que acabarías con Venus.

Nick enarcó las cejas, sorprendido con el cambio de conversación, y con la afirmación también, para qué mentir.

—¿Y eso por qué?

—No sé —se encogió de hombros—. Siempre estabais juntos y parecíais tener mucha complicidad.

—¿Ya no lo piensas?

—No.

—¿Qué ha cambiado?

—Que te he visto con Alanna. —Su corazón se encogió—. He visto la forma en la que os leéis solo con miraros. Como eres consciente de todo lo que está sintiendo. Y tu incapacidad para mantener las manos alejadas de ella. —Nick no dijo nada, no pudo—. ¿Sabes cuando me di cuenta de que estabas enamorado de ella?

—¿Cuándo? —Su voz fue un murmuro apenas audible.

—Cuando fuiste el único que percibió que le estaba dando un ataque de pánico y no dudaste ni un segundo en salir tras ella.

—Cualquiera lo hubiera hecho lo mismo.

Daphne hizo una mueca.

—Ayudarla sí. ¿Darse cuenta de que estaba sufriendo en silencio? Querido Nick, las personas, por naturaleza, solo ven lo que quieren ver. Alanna se ha pasado media vida escondida entre las sombras. Sabe luchar contra sus propios monstruos de una manera tan silenciosa que nadie, absolutamente nadie, se daría cuenta. Excepto tú.

Saberlo provocó algo en su interior. Algo cálido que hinchó su pecho y estuvo a punto de hacerle llorar.

—Por eso no entiendo qué cojones estás haciendo Nick ¿Por qué te conformas con esto? —Nick fue a abrir la boca, pero Daphne no le dejó hablar—. Y no me vengas con las gilipolleces esas de que el amor no es para ti. Porque te juro que como vuelva a oírte soltar alguna mierda de esas te destierro para siempre de nuestra familia. Es obvio que estás enamorado de ella. ¿A qué estás esperando para ir a decírselo? ¿A qué conozca a un tío alto, guapo e interesantísimo que le guste más que tú?

La idea de Alanna en brazos de otro hombre era más de lo que podía soportar ahora mismo. Nick bufó, frustrado consigo mismo y sus putas decisiones, y se frotó la cara con las manos, tratando de ganar unos segundos de tiempo antes de enfrentarse a Daphne. La bailarina no se caracterizaba, precisamente, por ser sutil.

—Creo que la he cagado —masculló.

Con un nudo horrible en la garganta.

—¿Crees? —Las cejas de su amiga se alzaron socarrona.

Nick le enseñó los dientes.

—La he cagado a lo grande, ¿vale? —rectificó—, y no sé cómo solucionarlo.

El suspiro de Daphne decía claramente «¿y qué coño crees que estoy haciendo yo aquí?». Nick puso los ojos en blanco y contuvo una sonrisita, porque Daphne y Alanna, en el fondo, se parecían más de lo que todo el mundo creía, de lo que hasta ellas mismas creían, y se lo contó todo. Incluso, lo de los rumores no desmentidos.

—Tiene razón lo sabes, ¿verdad? —Nick asintió—. Porque nunca le has prometido nada a Alanna. Nunca le has asegurado una mierda, Nick. Ni siquiera eres capaz de decirle que la quieres. ¿Qué esperabas? ¿Qué viese esas fotos y no dudase? Si dudamos hasta nosotros, joder.

Ya, eso era cierto. Lucas le había llamado hecho una furia para pedirle explicaciones sobre, y citaba literalmente, «esa mierda de fotos».

—Estás haciendo las cosas fatal y me sorprende, joder. Me sorprende un montón que el mismo tío que una vez le dijo a Lucas que espabilara o acabaría perdiendo al amor de su vida, ahora este aquí sentado, con cara de culo, viendo como el suyo está a punto de irse para no regresar.

El corazón de Nick se encogió en su pecho como si se lo acabasen de estrujar con fuerza. Porque Daphne tenía razón. Nick siempre había dicho que él jamás dejaría que le ocurriese lo que le ocurrió a Lucas con su chica. En realidad, fue, porque una parte de él, idiota y arrogante, jamás pensó que pudiera enamorarse. Y, joder, había que verlo ahora. Hecho un manojo de miedos por una mujer preciosa que había resultado tener más agallas que él en todo. Una mujer preciosa a la que no le había temblado el pulso para decidir lo que era mejor para ella y que, pese a todo, seguía queriéndole. Y que él, por ser precisamente ese idiota y arrogante, estaba a punto de perderla.

—Tengo que hacer algo —murmuró, más para sí mismo que para Daph. Pero ella lo escuchó de todas formas.

—¡Aleluya! —Exclamó la bailarina haciendo un ridículo movimiento con las manos.

—Pero ¿qué puedo hacer?

—Pues no sé, Nick —soltó ella, irónica a más no poder—. ¿Qué te parece decirle que la quieres? A ella. Por encima de todo y de todos. Que quieres estar con ella. Y que te importa una mierda todo. La prensa, los rumores, que los demás hablen de tu vida privada...

Y como si la voz de Daphne hubiera bastado para correr una cortina en su cerebro y mostrarle algo que había estado ahí, delante de sus narices, todo este tiempo y que había sido incapaz de ver, Nick lo supo.

—Joder sí —su tono sonó agudo—. Se me acaba de ocurrir una idea. Pero necesito vuestra ayuda.

Y antes de que Daphne asintiera, Nick ya estaba llamando por teléfono. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now