Capítulo 16

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Dos horas después, mientras Alanna y Nick seguían trabajando en un silencio casi sepulcral, llamaron al timbre. Él aseguró no saber de quién podía tratarse cuando fue a abrir la puerta, pero tuvo que quedarse allí esperando a que el recién llegado subiera por el ascensor porque no regresó al salón.

Lo siguiente que escuchó Alanna fue la voz de una niña gritando con una alegría desbordante:

—¡Tío Nick!

—Pero bueno, ¿qué te ha pasado en el brazo?

Otra voz, masculina, que Alanna ya había escuchado antes, dijo:

—Eso, Lisa, dile que te ha pasado.

La puerta se cerró con un chasquido, y conforme se acercaban a dónde se encontraba ella, Alanna oyó como la niña iba relatando:

—Fue culpa de Gaby, se cayó primero de la silla y yo intenté ayudarla y me caí después.

—¿Y qué estabais haciendo subidas a las sillas?

—Jugar a que desfilábamos por una pasarela, como las modelos.

Alanna arrugó los labios en una sonrisita. Había qué ver cuánto les gustaba a los críos jugar a ser mayores. Si supieran la mierda que era crecer, desearían no hacerlo.

—¿Y te duele mucho el bracito? —quiso saber Nick.

Sin verlo, solo escuchándolo, Alanna sintió un arrebato de ternura hacia ese hombre tan desconcertante. Que un día le gritaba como si fuera la persona que menos soportaba en el mundo y, al siguiente, le compraba donuts.

—Sí, un poco... pero papá dice que si te caes, tienes que levantarte. Así que eso es lo que... —la niña se calló en cuanto entraron al salón y la vio.

Parecía tener entre siete u ocho años y llevaba el brazo escayolado hasta el codo, que, sin duda, debía pesar más que toda ella. Unos pasos por detrás, un Marc en chándal y el pelo revuelto sostenía dos cajas de pizza en las manos.

Era la segunda vez que lo veía.

—Vaya, hola —saludó un tanto sorprendido. Después miró a su amigo con las cejas semi enarcadas—. He traído pizzas —anunció—, pero no sabía que tenías compañía.

No supo si fue la forma en que lo dijo, o su tonito seco, pero Alanna supo que sobraba. Que ahí ya no pintaba nada. No hacía falta ser un lince para darse cuenta de que no le caía muy bien a Marc y normal. Al final, había estado a punto de destrozar la reputación de su representado y, por lo que estaba presenciando, amigo.

Suspiró, sintiéndose, de pronto, incómoda.

—Yo creo que mejor me voy. 

—No. —Fue Nick. Tres pares de ojos lo miraron a él, que se removió incómodo en su sitio—. Puedes... —carraspeó—, quedarte a cenar con nosotros. Si quieres, claro.

—¿Por qué? —no había sido su intención preguntar. Pero, qué demonios.

—Porque ya estás aquí —y volvió a ocultarse tras ese Nick al que nada le importaba—. Además, no te vas a ir sola a casa a estas horas...

Alanna abrió la boca. Quería decirle muchas cosas. Como que solo eran las nueve de la noche, que el sol todavía no se había puesto del todo, que el autobús pasaría en quince minutos y que ella estaba acostumbrada a andar sola por la calle. Pero la cerró. Porque, jolín, Nick le había ofrecido cenar con ellos y Alanna, con ansiedad incluida, quería hacerlo. 

—Claro —intervino Marc, a leguas sorprendidísimo por la extraña actitud de su amigo—, quédate. Hay pizza de sobra para todos.

Y dejó las cajas sobre la mesa grande, donde habían estado trabajando toda la tarde y todavía descansaban los ordenadores.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now