Capítulo 4

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Nick miró su reloj, un Apple Watch gris azulado, y se pellizcó el puente de la nariz, desesperado. ¿Desde cuándo Marc llamaba al timbre como un maldito desconocido? Hacía más de dos años que tenía llaves de su piso y entraba y salía de él como le venía en gana, y hoy, el peor de los días, decidía molestarlo llamando al puñetero timbre.

Se acercó a la puerta, a punto de saltar sobre su representante, para descubrir que no era Marc el que lo miraba desde el umbral de su casa, sino ella. La culpable de todo.

Y verla solo hizo que su mal humor empeorara.

—¿Qué haces aquí? —preguntó de malas formas.

Le hubiera gustado cerrarle la puerta en las narices, pero ya se había colado en el interior del recibidor como una ratilla.

—Hola, ¿podemos hablar? —dijo ella, sin darle tiempo siquiera a cerrar la puerta y mirarla de frente.

Nick giró sobre sus talones y elevó las cejas. Sorprendido por que la prima flacucha de su mejor amigo, la misma que había estado a punto de arruinar su carrera y destrozar su imagen pública, tuviera la poca vergüenza de aparecer en su casa como si nada hubiese ocurrido.

—No.

—Por favor, Nick —susurró con suavidad—. Quiero solucionar las cosas.

Él soltó una risita amarga.

—¿No crees que ya es un poco tarde para eso?

—No. Todavía no —titubeó, mordiéndose el labio. Y, por alguna extraña razón, a Nick le inquietó ese gesto—. No si hablas con mi jefa y te retractas. Si me readmite, yo podría...

—Dime una cosa—la interrumpió antes de que acabara de decir lo que iba a decir—. ¿Has venido hasta mi casa para seguir riéndote de mí?

Porque ya era el colmo.

—¡No! ¡Claro que no! —tuvo la desfachatez de sonar ofendida.

—Entonces, no entiendo por qué debería hacer algo así. —Su voz sonó neutral, casi sosegada, nada que ver con cómo se sentía en realidad.

—Quizá porque me han despedido por tu culpa.

Ella tragó saliva. Y, solo entonces, Nick se dio cuenta de que estaba nerviosa. Lo pudo notar en la oscilación casi imperceptible de sus rodillas. O en cómo sus dientes seguían mordisqueando sus labios, hundiéndolos hacia dentro. También, en cómo sus ojos miraban hacia todos lados menos a él.

Sin embargo, no lo convenció. ¿Quién le aseguraba que no estaba fingiendo? ¿Que no estaba utilizando esa faceta de chica tímida para conseguir lo que quería?

No iba a entrar su juego.

—¿Por mi culpa? —respondió con incredulidad—. Querrás decir por tu culpa. Fuiste tú la que escribió eso. No yo.

—Si no me hubieras obligado a escribir las respuestas por ti, nada de esto hubiera pasado.

Y él se le desencajó la mandíbula.

—¡Venga ya, hombre! —exclamó, con las ganas de echarla de su casa cosquilleando en la punta de sus dedos—. Yo no te obligué a escribir nada. Podrías haberle dicho a tu jefa que no quise responder a tus dichosas preguntitas. ¿Por qué no lo hiciste? Ah, sí, porque era más divertido burlarte de mí delante de toda España, ¿no?

Él había confiado en ella. Y, lo cierto, es que no sabía por qué. Quizá porque era la prima de Lucas o porque, aunque apenas tuvieran relación, ambos se conocían desde hacía muchísimos años. Tal vez, fue porque tenía esa pinta de chica incapaz de romper un plato.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now