Capítulo 77

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Mierda, no. Axel no.

Alanna se tapó la cara con las manos incapaz de hacerle frente. Nick sí lo hizo.

—¿Qué haces aquí? —le espetó, rotando el cuerpo en su dirección, soltándola.

Ella sintió frío ante la ausencia de su calor.

Pero Axel ignoró a Nick y se centró en ella.

—¿Qué has dicho?

Alanna empezó a sentir como su pulso se aceleraba. No, un ataque de pánico ahora no.

Se atrevió a levantar la mirada hacia él. Estaba en el umbral de la puerta, inmóvil, con los ojos abiertos y el semblante desolado. Tras su espalda, alcanzó a ver como Marc se llevaba a Lisa fuera de casa sin decir una palabra. Alanna le agradeció el detalle. Le hubiera gustado decirle a su hermano que se fuera con ellos, que no quería que estuviese allí escuchando esa historia. Su historia. Pero no lo hizo, porque, quizá, había llegado el momento de que Axel conociese, por fin, los motivos por los que le seguía doliendo tanto su presencia.

Inhaló hondo un par de veces, tratando de deshacer la opresión que sentía en el pecho, y buscó a tientas la mano de Nick. Necesitaba sentirlo para poder respirar.

—Lo que has oído —masculló, procurando mantener la vista fija en su hermano—. ¿Recuerdas qué hace doce años te llamé por teléfono? —Un breve asentimiento—. ¿Recuerdas que te pedí ayuda y tú... me colgaste el teléfono? —El nudo que presionaba sus cuerdas vocales se hizo más grande al ver la leve sospecha que cruzó el rostro de su hermano, dejándolo tan pálido como se había quedado Nick—. Pues ocurrió esa noche.

Los ojos de Nick, ahora letales como dos cuchillos afilados, volaron hacia su hermano.

—Dame una sola razón para que no te mate ahora mismo —rugió.

Pero Axel no respondió. Seguía mirando a su hermana como si estuviera esperando que ella se riera y dijera que todo había sido un chiste. Ojalá.

—Lárgate —exigió Nick, poniéndose de pie—. Vete de mi puta casa.

Alanna reaccionó tan rápido como pudo y antes de que la soltase, se agarró a su mano con fuerza, tirando de él hacia atrás. De vuelta al sofá. Con ella. El tirón que le dio fue suficiente para que Nick frenase. O quizá fue su expresión suplicante la que lo hizo recular. Aunque no se sentó, ni tampoco se movió de donde estaba: justo en medio de los dos hermanos.

—No.

La negativa de Axel hizo que los dedos de Nick, los que no estaban enroscados con los suyos, se cerrasen en un puño a su costado.

—No me hagas repetírtelo dos veces —lo amenazó.

—Nick, porfa —susurró Alanna, acariciando el dorso de su mano con la yema de su pulgar—. Deja que me escuche.

—No tiene derecho a escuchar nada —replicó Nick, más enfadado de lo que jamás lo había visto. Ni siquiera cuando se publicó aquella entrevista nefasta—. No tienes derecho ni a mirarla a la cara. ¡Por el amor de Dios! —Se pasó una mano por el pelo, convirtiéndolo en un manojo de mechones despeinados—. Y yo diciéndole que la querías... —se rio con acidez—. Qué coño vas a quererla. Cuando quieres a alguien no lo dejas en la puta estacada. Te mereces todo su odio —le escupió a su hermano, sin un ápice de compasión.

Su hermano, tan alto como era, se encogió sobre sí mismo, recibiendo cada golpe sin defenderse, como si creyese que se los merecía. Alanna no pudo evitar sentir lástima por él.

—Nick —intervino, dándole un suave apretón en la mano.

Sin dejar de fulminar a Axel con la mirada, Nick regresó al sofá y le rodeó la cintura con el brazo, atrayéndola hacia él en un gesto de protección que le derritió el corazón. Deseó besarlo, allí mismo, y olvidarse de Ángel, Axel y todo lo que tuviese que ver con su pasado. Pero no podía. No ahora, cuando por fin se había animado a abrir esa herida.

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now