Capítulo 8

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—¿Y quiere cenar contigo? —Marc enarcó las cejas—. A mí me parece que quiere algo más que hablar de trabajo.

Nick rodó los ojos. Porque, en serio, Marc era un tío increíble, excepto cuando se comportaba como un idiota. Como ahora.

—Claro que no. Erika es una tía sería. Y yo también.

—Venga ya, Nick, Erika puede ser una tía seria, pero es una tía. Y tú eres Nick Ríos. Hasta yo te follaría.

—Claro, porque soy Brad Pitt —bromeó, negando con la cabeza—. Se me había olvidado.

—No, no lo eres. Pero no conozco a ninguna mujer que no haya caído rendida a tus pies con solo mirarla.

Nick le lanzó el cacahuete que estaba a punto de llevarse a la boca y resopló con fuerza, a caballo entre el enfado y la risa. A él le gustaba considerarse algo más que Nick Ríos, el «encantador chico de las portadas». Recordó, entonces, a la pelirroja del demonio y sus estúpidas palabras y apretó los dientes. ¡Maldita sea! Cómo le hubiera gustado aplastarla como a un guijarro. Pero era la prima de Lucas y tenía que tratarla con un respeto que, definitivamente, no se merecía.

En fin, agitó la cabeza, eliminando todo pensamiento relacionado con esa mujer, y volvió a Marc.

—Piénsalo tío —siguió hablando su amigo, sin darse cuenta de que Nick no lo había estado escuchando—, puede que sea tu mejor oportunidad para conseguir la exposición.

—¿Me estás diciendo que no puedo hacerlo por mí mismo? —sonó tan ofendido como se sentía—. ¿Por mi talento?

Su amigo rectificó rápidamente.

—Claro que no, gilipollas —le devolvió el cacahuete que previamente él le había lanzado y que Nick cazó con la boca antes de que cayera en la mesa—. Solo digo que llevas intentándolo mucho tiempo y que, si esta vez no sale por tu talento natural, puede ser una opción.

En realidad, la decisión de exponer sus fotografías la tomó el año pasado después de analizarse y descubrir que sí, que actuar no estaba mal, pero no era el trabajo de sus sueños. Que a él lo que de verdad le apasionaba era colgarse su cámara de fotos al cuello.

—Llevármela a la cama —dijo, sopesando la propuesta.

—Exacto —la sonrisa de Marc se hizo más grande.

—Creo que paso —decidió al fin.

—¿Por qué? No es muy ético, pero, desde luego, efectivo.

—Tú lo has dicho, no es muy ético. Además, sería como hacer trampas.

—¿Trampas? —su amigo rebufó—. No estamos hablando de póker, sino de tu carrera.

—Y, por eso, no quiero conseguirlo de otra forma que no sea porque soy bueno en ello.

No importaba lo que el mundo pudiera pensar de él. Sobre todo, después de esa dichosa entrevista que circulaba por ahí sobre sus maravillosas virtudes. A Nick no le gustaba lograr sus propósitos por otro medio que no fuera su duro trabajo.

Tal vez, a ojos desconocidos Nick podía parecer un embaucador. Y sí, probablemente, estuviera dispuesto a hacer muchas cosas para conseguir lo que quería. Pero no venderse. Nunca venderse.

—Eres bueno, Nick. ¿En serio necesitas que una rubia estirada te lo confirme para creértelo? Lo importante es conseguirlo, qué más da el cómo.

—Déjalo Marc, no va a ocurrir.

—Si quieres, podría intentarlo yo...

Nick soltó una carcajada.

—Eres demasiado feo para que se fije en ti.

Lo que no era cierto, pero a Nick le gustaba tomarle el pelo con eso.

—Cambiaría de opinión si...

Su teléfono sonó, interrumpiendo la conversación. Echó un vistazo a la pantalla.

PELIRROJA TOCAHUEVOS

Mierda.

¿Qué cojones quería?

Estuvo tentado a no cogerlo, de verdad que sí. Pero, al final, lo hizo. Se dijo qué era porque ahora trabajaba para él y tenía que darle cuentas de todo lo que hacía.

—Dime —descolgó, con un tono de lo más monótono.

—Ya está hecho —soltó ella, sin saludar ni nada. Esos eran sus modales.

Nick todavía estaba flipando con el carácter de la primita De la Vega. Definitivamente, había estado escondiéndolo durante años. Por eso, le mosqueaba tanto que su familia la protegiera como lo hacía. Que lo hubieran llamado para dar la cara por ella, como si ella no pudiera defenderse sola. Como si no lo hubiera hecho ya. A las mil maravillas, por cierto.

—¿El qué? —preguntó confundido.

Aunque no podía verla, estaba casi seguro de que había puesto los ojos en blanco. Lo sintió en el tono de su voz cuando le respondió:

—La reserva. ¿El qué va a ser?

Nick se mordió la lengua para no enviarla a la mierda. Algo raro en él, al que no le gustaba discutir con nadie, a no ser que fuera estrictamente necesario. Pero esa mujer lograba lo que el resto del mundo no: sacarlo de quicio.

—Ah, bien, genial, ¿a qué hora?

—Nueve y media.

—Perfecto. ¿Algo más?

—No, a menos que tú quieras decirme algo...

—Estoy ocupado, ratona. Luego hablamos —y, sin dejarla acabar de hablar, ni tampoco despedirse, colgó.

Su representante alzó tanto las cejas que si hubiera sido un dibujo animado hubieran sobrepasado su cabeza.

—¿Ratona? —la burla pendía las comisuras de sus labios—. ¿En serio?

—¿No la has visto? —respondió bruscamente—. Parece uno de esos ratones de biblioteca.

En realidad, no se parecía en nada a ellos. Físicamente, al menos.

—Sigo sin saber por qué la has contratado —comentó Marc, dando por buena su explicación sobre los ratones y la pelirroja.

—No la he contratado.

La confusión brilló en sus ojos azules.

—Pero si...

—La he puesto a prueba una semana.

—Y cuándo acabe esa semana, ¿qué?

Nick se encogió de hombros.

—Me voy de vacaciones.

Cuando su amigo comprendió su jugada, se quedó mirándolo atónito, como si algo así no fuera propio de él. Y podía ser cierto, sí.

—Eres un hijo de puta, lo sabes, ¿no?

Tal vez.

Pero ella lo había sido primero. 

Una Puesta de Sol y Nosotros [FINALIZADA]Where stories live. Discover now